El PSOE fue más que hegemónico en Andalucía. Llegó a tener, por sí solo, más del 52% de los votos: 66 de los 109 escaños del Parlamento andaluz. Aquello ocurrió en mayo de 1982 y fue un avance de la victoria de Felipe González y de la hecatombe que, cinco meses después, iba a sufrir la UCD. En aquel arranque de la vida autonómica andaluza, la UCD quedó relegada al tercer puesto, por detrás de una Alianza Popular que en aquellas elecciones encabezó Antonio Hernández Mancha. En octubre UCD desapareció; sin más.
Aquella absolutísima mayoría socialista andaluza de mayo de 1982 fue cediendo terreno, elección tras elección, en porcentaje de voto y escaños. Tenían margen. Con una interesante excepción: el 14 de marzo de 2004. A los socialistas les gustaba hacer coincidir las elecciones generales con las andaluzas con el evidente propósito de engordar la urna nacional gracias al tirón de su principal granero de votos. Y en aquel 14 de marzo que, para España, supuso la abrupta llegada al Gobierno de España de José Luis Rodríguez Zapatero, Manuel Chaves, ya en su quinto mandato, obtuvo un 50,3% de los votos en la urna andaluza. A partir de ahí, empezó una pronunciada declinación del voto socialista, ya sin marcha atrás.
Había motivo para el declive del PSOE: se les acumulaban los escándalos de corrupción, no tanto en los telediarios -donde la izquierda suele recibir un trato más bondadoso- como en los tribunales, donde las pifias son inocultables. Y a esa fractura de prestigio, con el bochorno de haber dedicado el dinero de los parados a prostíbulos y cocaína, se unía un incomprensible estancamiento económico en una región con recursos sobrados para ser pujante.
Aun así, de las once citas con la urna autonómica de Andalucía, sólo en una ocasión el PSOE no ha sido el partido más votado. Lo fue el PP, con Javier Arenas como cabeza de lista. Obtuvo el 40,6% de los votos y 50 escaños, cinco por debajo de la mayoría absoluta. El PSOE de José Antonio Griñán quedó un poco por detrás (un 39,5% de los votos y 47 escaños), pero gobernó en coalición con la Izquierda Unida de Diego Valderas. Aquello ocurrió en marzo de 2012, muy pocos meses después de la mayoría absoluta del PP de Mariano Rajoy, en noviembre de 2011.
En porcentaje impresiona más: un 44,1% de votos para la izquierda frente a un 52,6% para la no-izquierda
Después de la excepción, el PSOE volvió a ser el partido más votado, pero con menos sufragios, porcentaje y escaños en cada ocasión. En 2015 entraron Podemos y Ciudadanos como nuevos partidos. En 2018, Vox se unió a la lista de novedades. Y, como mayor innovación, la suma del PP, Ciudadanos y Vox superó ampliamente a la del PSOE y Podemos: 59 escaños frente a 50. En porcentaje impresiona más: un 44,1% de votos para la izquierda frente a un 52,6% para la no-izquierda.
Este reparto puede dejar aún más dañada a la izquierda el próximo 19 de junio. La cita con las urnas les pilla en medio de una doble crisis. La más grave es la que afecta a todas las variantes de Podemos y sus disputadas confluencias. Pero no es menor la que tiene larvada el PSOE.
El espacio a la izquierda del PSOE (que capitaneó Adelante Andalucía con Teresa Rodríguez) ya se rompió con la deflagración de su grupo parlamentario para expulsar a quien había sido su cabeza de lista. Ahora, todos los que no son Teresa Rodríguez, y con una nueva amalgama de siglas, parece que se presentarán juntos (que no unidos) y, quizá, patrocinados por Yolanda Díaz. Luego habrá otra lista para Rodríguez. Es difícil que entre ambas lleguen a vislumbrar, ni de lejos, los 17 escaños que logró Adelante Andalucía en 2018. Según el promedio de encuestas, que elabora Europa Press, una de las dos marcas quedaría fuera del Parlamento andaluz y la otra no llegaría ni al 10% de los votos.
Se habla poco de la crisis socialista en las elecciones de Castilla y León, pero allí acaban de perder el 25% de los votos y el 20% de los escaños que tenían en 2019.
La crisis del PSOE tuvo una dramática exhibición hace un año, en las elecciones del 4 de mayo en Madrid. Ahí quedaron como tercer partido, y perdieron más de un tercio de sus votos y escaños. Se habla poco de la crisis socialista en las elecciones de Castilla y León, pero allí acaban de perder el 25% de los votos y el 20% de los escaños que tenían en 2019.
La siguiente parada será el 19 de junio en Andalucía. Arrancan con un candidato menos conocido que la defenestrada Susana Díaz, y que se ha mostrado como un voluntarioso epítome del sanchismo. Quizá Juan Espadas buscaba el aplauso de Pedro Sánchez cuando prometió hacer en Andalucía lo que su líder en el conjunto de España. Lo que es dudoso es que tamaña promesa pueda ayudarle a incrementar su caudal de votos.
El promedio de encuestas no prevé, en todo caso, un enorme hundimiento del PSOE. Sí una pérdida adicional de sufragios y escaños respecto a 2018: del 28% al entorno del 25%, pero no una hecatombe. Es decir, seguirían su declinación sin beneficiarse en lo más mínimo ni de la crisis de todo lo que tienen a su izquierda ni de la previsible dilución de la marca electoral de Ciudadanos, cuyos votos se trasladarían mayoritariamente al PP de Juanma Moreno, que lograría más del 35% de los sufragios… sin olvidar a Vox, con o sin Macarena Olona.
Lo más relevante de ese promedio de sondeos es que -mes y medio antes de la cita electoral y de forma sostenida desde hace meses- prevé que la no-izquierda (PP, C´s y Vox) sumaría alrededor del 58% de los votos. Es decir, como en Madrid… o más.
Cuando el PSOE fue más que hegemónico, allá por 1982, llegó a sumar el 52% de los votos andaluces. Que ahora se quede en menos de la mitad y que, enfrente, la suma de la no-izquierda se acerque al 60% de los sufragios inaugura otra dimensión política radicalmente distinta. Una rotunda transformación que, en Andalucía, se apoya en la mejora tangible de los indicadores económicos clave en esta primera legislatura de Moreno: más empleo y menos paro, más empresas y más autónomos, más inversión con mayor apertura a la internacionalización; mejores servicios públicos con menos burocracia. Y todo eso sin corrupción. No parece poco.
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