Àngels Barceló sienta sus posaderas sobre la silla del estudio, aparta su melena de las orejas para colocarse los auriculares y se sitúa delante del micrófono con la frente humedecida por el esfuerzo que requiere el vivir y el soportar. “Viene la jornada cargadita”, pensará antes de iniciar el programa, con tono de párroca desolada y desbordada por la abundancia de pecados. Su desazón es comprensible: el mal acecha detrás de cada esquina y hay períodos en los que se necesitarían diques más robustos para contenerlo.
La heroína de la onda media se indignó en estos días pasados tras leer los mensajes de WhatsApp de un grupo de universitarios riojanos que pretendía cortejar a las novatas con la sutileza con la que un cantante de reggaeton trataría de encandilar a Doña Inés. “Es terrible”, transmitió con tono recio tras comprobar que uno de los participantes había apelado a destrozar las bragas de sus nuevas compañeras. “Así se expresan los futuros profesores de primaria”, añadía uno de sus periodistas con tono lacónico, como queriendo transmitir que esos cabestros muy pronto intoxicarán a nuestros hijos con su machismo lacerante.
Toda esta historia comenzó cuando estos estudiantes reunieron a 200 compañeros para preparar las 'novatadas' universitarias. Mientras se ponían de acuerdo, emplearon un vocabulario grosero, sexista y homófobo, lo cual podía ser tomado como una chanza torpe y cavernícola hace unos años, pero no ahora, cuando constituye un triple pecado y una muestra más de que la sociedad patriarcal es constantemente azotada por los vientos huracanados del machismo. “Nuestra labor de denuncia en estos casos es muy importante”, pensará la Barceló, mientras fija sus gafas con el dedo índice a la base de su nariz y vuelve a secar con un pañuelo el sudor que le genera la desazón y la barbarie troglodita masculina. ¿Adolescentes machistas? ¿Qué hemos hecho mal como sociedad?
En momentos como éste, en el que las circunstancias le conducen hacia la desesperación, la periodista trapisonda podría consolarse con una realidad, y es que la inestimable labor de las funcionarias de la Igualdad cada vez es más efectiva en esta España tan dada a dejarse llevar por el fascismo y la superchería. Por eso, después de que la Cadena SER haya aireado los intolerables mensajes de esos adolescentes -”vaya jodida manteca”, "es un puto quesito de cabra", "ésa está como un quesito Babybel" -, las autoridades de esa Universidad han anunciado castigos severos. Pero no de los de toda la vida, sino de los nuevos. De los justos de verdad. Así lo ha avanzado su rector. "Si los comentarios de este chat constituyen un delito, lo que recojamos en ese expediente lo vamos a poner a disposición del Ministerio fiscal para que proceda". No hay nada más efectivo que plantar ante un tribunal a los rebeldes para quitarles las tonterías de la cabeza.
Heroína de las ondas
Es previsible que la patrona de Hoy por hoy soñara una vez con matricularse en Periodismo para tratar de hacer aflorar la verdad y cambiar las cosas a mejor. Ese pensamiento suele ser muy común, aunque fugaz, dado que, al final, la mayoría quedamos para cubrir los actos de la agenda, confrontar declaraciones de indeseables; y para celebrar el haber encontrado un gramo de verdad entre montañas de papeles y filtraciones interesadas. Todo esto puede resultar desalentador, pero lo importante es no desfallecer y no perder el rumbo. A lo mejor hay quien se ve tentado a pensar que la Barceló se ha dejado llevar por una especie de neurosis feminista que le ha alejado de su objetivo, para convertirle en una especie de jueza inquisitorial que busca pecadores en cada parcela de este mundo. Incluso en una tan intrascendente como un grupo de WhatApp.
Quizás haya quien piense que esta periodista -y tantas otras mujeres- se han convertido en una especie de agente de la Gestapillo contemporáneo, de ésas que buscan enemigos de forma incesante y arriman la oreja a la pared para escuchar a los anti-revolucionarios. A lo mejor hay quien no ha entendido nada de lo que es la lucha por la Igualdad y traza paralelismos entre 'las cancelaciones' y las purgas que ejecutaron otros regímenes en tiempos más tenebrosos.
La realidad es otra. La realidad es que España sería actualmente un país peor si las Barceló, las Ineses Hernand y las Cristinas Fallarás de turno no se dedicaran a censurar las berreas de colegio mayor masculino, los grupos de WhatsApp de veteranos -durante las novatadas- o las intolerables formas de flirtear, que, como bien dice el nada cobarde rector de la Universidad de La Rioja, a lo mejor merecen ser puestas en manos de un Fiscal para que tengan las consecuencias legales que se merecen. ¿Que suben la criminalidad en España de forma preocupante y hay zonas cada vez más inseguras? No diga usted tonterías. Ahí no hay ningún delito contra la Igualdad que defender.
No sobran luces en este país carca, tan amenazado siempre por las fuerzas reaccionarias. Sin embargo, por fortuna disponemos de una amplia red de mesas camilla, locutoras, tertulianas, columnistas, ministras, consumidoras concienciadas, juezas por la igualdad, Javieres Pérez Royo y portavoces que trabajan cada día incontables horas para evitar comportamientos sexistas y machistas en el ámbito privado de cada cual. Todo, sin duda, en nombre de la libertad, de la democracia, del respeto y de la convivencia. Y todo, de forma desinteresada, sin llevárselo crudo. Tres hurras por la Barceló y por todas esas censoras de grupos de WhatsApp y acciones ajenas. Sin duda, todas ellas son ejemplares.
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