De Caracas a Ginebra. Ese es el periplo que la dirigente de las CUP Anna Gabriel ha realizado. Lo que sea con tal de evitar comparecer el ante el Tribunal Supremo. Esta gente decía que no tenían miedo.
Un abogado de etarras la defenderá. Normal
La CUP reconoce que Gabriel se encuentra en Ginebra. La presencia de la señora en cuestión en la tierra de Heidi obedece a que prepara, citamos textualmente, “Una campaña anti represiva, así como su estrategia de defensa ante la causa general que se instruye desde el Tribunal Supremo”. El soviet supremo cupaire añade que consideran “Absolutamente central dimensionar internacionalmente el tema, contactando con entidades, instituciones o abogados vinculados con la defensa de los derechos civiles y políticos para acudir ante el Tribunal europeo de los Derechos Humanos”. El mundo nos mira y tal.
Como sea que estos chicos son amantes de la paz, las sonrisas y las flores, Gabriel ha elegido como abogado a Oliver Peter. El tal Peter es fundador del bufete Interdroit, experto en extradiciones. Su nombre brilló al ser uno de los que se ocupó respecto a los recursos de veinte presos de ETA a los que se aplicó la doctrina Parot. Como detalle, también es responsable de que España tenga que indemnizar con cincuenta mil euros a dos etarras que declararon haber sufrido un trato “degradante e inhumano” por parte de la Benemérita. El abogado de Gabriel es todo un Perry Mason al servicio de la harka etarra.
Así que ya tenemos a la terrible Gabriel, la que decía que no tenía miedo, la que acusó a todo quisqui de ser un fascista, la amiga de Daniel Fernández, el abraza Presidents, la ultra feminista, la radical entre las radicales, bien escondidita en Ginebra, cenando fondue, departiendo con su letrado y, en suma, haciéndose un Puigdemont. Porque tiene miedo, un miedo terrible. Miedo a tener que dar la cara ante la justicia, miedo a declarar, miedo, sobre todo, a ir a la cárcel por todas las barbaridades dichas y hechas.
Curiosos revolucionarios estos, que a la que tienen que presentarse ante un juez se rilan, poniendo pies en polvorosa. Y eso que no es la única requerida ante la justicia para aclarar cuál fue su actuación respecto al butifarréndum. La lista de convocados va desde la inefable Marta Rovira – cuéntele al magistrado eso de que el Estado había amenazado con muertos en las calles, a ver qué le dice – a Marta Pascal, coordinadora general del PDeCAT, es un decir, pasando por el ex President Artur Mas o la ex presidenta de la AMI, asociación de municipios para la independencia, Neus Lloveras. Digamos que, en el caso de Gabriel, la Guardia Civil la considera una pieza clave en el diseño de todo lo que pasó y de sus consecuencias. Pero esta arrojada heroína del proceso, guerrillera del escaño a cinco mil al mes, ha optado por no presentarse, dicen, refugiándose en las amables montañas del país de Guillermo Tell, el que combatió al tirano Gessler a riesgo de su vida y de su hijo, si hemos de hacerle caso a Schiller. Ignoro si la señora ha leído la obra o conoce la ópera que Rossini compuso con el mismo título. Me temo que, a estas gentes, las sacas de las copas vaginales y se pierden.
¿Por qué los fugados eligen siempre abogados que han defendido a etarras?
Es curioso. Puigdemont, el independentista errante, también eligió rápidamente a un letrado muy conocido por ser especialista en extradiciones a etarras, Paul Bekaert. Decimos que es curioso porque, aparte de la coincidencia ideológica de sus patrocinados, no son precisamente baratos. Bekaert cobra entre quinientos y mil euros por hora. Si tenemos en cuenta que en Bélgica un letrado suele cobrar doscientos, y que Bekaert puede aumentar sus honorarios si la causa es penal, calculen ustedes. Ignoro que cobrará Peter, pero no creo que trabaje gratis, como no lo hace el abogado de Puigdemont. Entonces, ¿quienes pagan el gasto? Casas en Waterloo, mantenencias, viajes, en el caso del fugadísimo; lo mismo en el de Gabriel.
No es ni fácil ni barato costearse viajes a Venezuela, a Suiza, la estancia en el país alpino, comer, vivir, en fin, el día a día. Las CUP tienen poca gente a día de hoy en el Parlament, o sea que el dinero no saldría de los ingresos por este concepto. ¿Tienen una caja de resistencia? De ser así ¿a cuánto asciende y de donde provienen tales fondos? ¿A quién facturará sus emolumentos Peter? ¿A la interesada, a las CUP, a otra persona, a otra entidad?
Otra pregunta que añadir a estas anteriores, ya de por si inquietantes, ¿qué dijo ante el juez la ex diputada de las CUP Mireia Boya el otro día para que la dejasen en libertad? Sabemos que la ex propietaria de una casa rural afirmó que la proclamación de independencia fue real y que la paró “Un golpe de estado con el 155”, con lo que les ha complicado la vida extraordinariamente a los actuales ingresados en la cárcel y se contradice con las declaraciones, por ejemplo, de la ex presidenta del Parlament Carme Forcadell. Boya no perdió el tiempo, eso sí, apresurándose a lanzar basura contra el Estado, insinuando que los criminales atentados yihadistas del pasado agosto en las Ramblas barcelonesas podrían ser guerra sucia por parte del Estado. Casi nada.
Imaginen que la misma situación que vive Anna Gabriel fuese la de uno de los implicados en el caso Blanquerna. Fugados en Suiza por no querer declarar y con abogados vinculados a la extrema derecha europea. Los cupaires dirían que todo sale de los fondos reservados del Estado, que se trata de una conspiración de los servicios de inteligencia, que huele a cloacas del estado, en fin, la de Dios"
Al que gusta leer sobre los servicios de inteligencia y analizar su modus operandi, todo esto puede sonarle a cuento viejo. Se trata de desestabilizar a la sociedad como sea, lanzando mentiras e infamias. Has ahí, nada nuevo bajo el sol. Pero profundicemos, como decía el general Manglano. Que el comportamiento de las CUP ha sido todo menos lo que se espera de una organización de extrema izquierda tradicional, es evidente. No alcanzamos a visualizar a ningún dirigente del Ejército Rojo italiano o de la Baader-Meinhof abrazándose a un líder de derechas conservador, como hizo Fernández con Mas, ni tampoco practicar un seguidismo servil con un corrupto confeso como Jordi Pujol. Los cupaires sí lo han hecho. Que sus seguidores no vean en esto la menor incoherencia dice mucho acerca de grado de ceguera que se vive en Cataluña entre los independentistas, incluso en aquellos que se consideran más puros y revolucionaros.
Imaginen que la misma situación que vive Anna Gabriel fuese, qué sé yo, la de uno de los implicados en el caso Blanquerna. Fugados en Suiza por no querer declarar y con abogados vinculados a la extrema derecha europea. Los cupaires dirían que todo sale de los fondos reservados del Estado, que se trata de una conspiración de los servicios de inteligencia, que huele a cloacas del estado, en fin, la de Dios.
Pero la Generalitat no tiene fondos reservados ni servicios de inteligencia al uso. Y, si los ha tenido, no sirven para una operación de tamaña envergadura. La característica del proceso ha sido la bravata de carajillo de Aromas del Montserrat, la facundia en el café del casino del pueblo, las proclamas de un puñado de acólitos – véanse las últimas de Mark Parés pidiendo gente con cojones -, en fin, peligroso, pero de nivel absolutamente pueblerino. No hay nivel.
Quizás el Estado debiera ponerse las pilas y empezar a buscar el rastro del dinero, siempre tan clarificador. Lo tengo dicho en estas páginas. Quien sabe si la pista nos llevaría a lugares bastante fríos. Y no me refiero a Suiza, ese país en el que Lenin estuvo refugiado hasta que los servicios secretos imperiales alemanes le sufragaron el viaje en tren hasta Rusia para que, llegado allí, organizase la revolución y apartase a ese país de la guerra mundial en la que estaba enfrascado.
Por descontado que Gabriel no es ni de lejos el líder bolchevique, ni el BND alemán tiene el menor interés en ella. Pero la palabra Rusia hace meses que me da vueltas en la cabeza. ¿путин имеет интерес в Испании?
Miquel Giménez
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