Durante la mayor parte de 2024 apenas se han cumplido algunas de las previsiones económicas. Ni bajaban los tipos de interés, ni Estados Unidos entraba en recesión, ni la renta fija resultaba mejor inversión que la variable. Como ejemplo de estos continuos errores de las expectativas del mercado, basta citar que en enero se esperaban siete bajadas de tipos de interés de la Fed, en abril tan sólo una y acaba el año en tres (una menos que BCE). En la economía también se ha advertido cierto despiste. En España, por ejemplo, ni la debilidad de la coalición de gobierno ni la caída de la inversión extranjera impidieron un crecimiento del PIB, animado por el turismo, la emigración y los fondos europeos, mucho mejor del esperado por todos, incluso por el propio Ministerio de Economía. Es el segundo año consecutivo que tal fenómenos se produce, y con los mismos Presupuestos, ya que se prorrogaron. Tampoco era la previsión general que la bolsa española tuviera un comportamiento tan aceptable, en especial cuando alguna otra bien próxima, como la francesa, está cerca de acabar el año en negativo. En suma, durante muchos meses casi todos se equivocaron aunque finalmente, siempre caben matizaciones, elst 2014 que se agota no ha roto ninguna de las previsiones de hace doce meses.
La inflación, probablemente el mayor riesgo de los últimos años, se ha moderado con un crecimiento anual de los IPC que ronda el 2%. Esto es muy positivo aunque no obsta para que subidas del 20% en los precios desde la pandemia estén dañando claramente las economías de las familias por todo el mundo, y el riesgo de un repunte no ha desaparecido.
El crecimiento ha sido bueno, mejor de lo esperado, no sólo en España, también en Estados Unidos, la principal economía del planeta. China, que es la segunda, decepciona y en Europa tanto Francia como Alemania rozan la recesión.
El desempleo sigue marcando mínimos históricos en muchos países. En España, aunque seguimos con unos niveles “africanos”, también se ha reducido la tasa de paro. El problema español, y en general de todo Occidente, es el envejecimiento que eleva notablemente la población pasiva por lo que la activa tiene más presión sobre sus salarios. De poco sirve que se reduzca el número de parados si los ingresos de las familias trabajadoras cada vez dan para menos.
Ha sido el año de la Inteligencia Artificial, ejemplificada en el magnífico comportamiento de Nvidia (principal fabricante de los chips sobre la que se sostiene) que ha conducido a un enorme optimismo sobre la influencia positiva que puede tener tanto en los beneficios empresariales
La deuda pública sigue disparada, aunque en muchos países crezca menos que el PIB y lo que consigue que se reduzca la ratio deuda/PIB. Los intereses de esa deuda son un lastre que se suaviza por la bajada de los tipos de interés, pero no lo suficiente como para no acabar afectando al PIB potencial futuro. Es muy fácil que problemas políticos internos -así en Francia- disparen los costes de colocación de los bonos. La única forma de solucionar el problema de la deuda es con superávit pero la mayoría de economías siguen instaladas en el déficit presupuestario.
En cuando a los mercados financieros, ha sido el año de la Inteligencia Artificial, ejemplificada en el magnífico comportamiento de Nvidia (principal fabricante de los chips sobre la que se sostiene) que ha conducido a un enorme optimismo sobre la influencia positiva que puede tener tanto en los beneficios empresariales como en la economía en general. Es pronto para saber si se está exagerando, pero es indudable que ha colaborado en un magnífico año para muchos índices bursátiles, entre los que destacan Wall Street, el Dax alemán (todos en máximos históricos) y el Ibex (también en máximos si tenemos en cuenta dividendos abonados), con Inditex, su valor de mayor capitalización, marcando el camino alcista.
Petróleo y criptomonedas
También fue un buen año para la renta fija, con mucha volatilidad y un final de año malo para la denominada en dólares. El oro marcó máximos históricos, algo aparentemente contradictorio con el auge de los activos de riesgo, dado su carácter de activo refugio. El crudo ha sido especialmente volátil, con sobresaltos por noticias geopolíticas adversas. La debilidad de la economía china y una producción suficiente lo han llevado a que termine el año más barato que en enero. Las criptomonedas recordarán 2024 como su gran año, aunque estuvieron muchos meses bajando tras los máximos de marzo. La victoria de Trump las ha llevado a ser el activo más rentable en este final de ejercicio rompiendo el bitcoin la gran resistencia de los 100,000 dólares por unidad.
En resumen, un buen año para la economía y los mercados, pese a que la mayor parte de la sociedad, la gente corriente, apenas ha notado mejoría. En España, los usuarios de hipotecas a tipo variable sí han advertido un alivio, gracias la caída del Euribor. Sin embargo, la subida del coste de la vida, el drama del acceso a la vivienda y una cuestionable gestión pública que dispara la presión fiscal, han continuado en 2024. La mayoría de los gobernantes que en el mundo occidental estaban en sus puestos lo han perdido o están muy demediados. Tanto en EE.UU, en vísperas del gran cambio, como en Alemania (a la puerta de elecciones), en Reino Unido (fin del ciclo conservador), en Francia (Macron, touché), en Portugal, por supuesto Argentina, y veremos en nuestro país, desbordado de convulsiones.