Opinión

El antiabortismo popular que viene

El debate sobre la interrupción del embarazo puede dar un vuelco en 2023

La semana pasada muchas voces progresistas exhibieron en los medios su rechazo a las medidas provida defendidas por Juan García-Gallardo, vicepresidente de la Junta de Castilla y León. Se trata de proteger la objeción de conciencia y ofrecer a las embarazadas una ecografía 4D y escuchar el latido del corazón del feto antes de tomar una decisión. ¿Se puede considerar que una sugerencia médica coarta la libertad de las mujeres? “Si salvamos una sola vida, habrá merecido la pena”, declaró Gallardo, defendiendo los principios con los que se presentó a las elecciones. Se puede estar a favor o en contra de las medidas, también se puede disentir de la forma en que han sido presentadas, pero la realidad es que un debate cerrado hoy vuelve a estar abierto.

No me interesan tanto los detalles de esta polémica como preguntar por el escenario que viene. Por ejemplo: ¿cuántos antiabortistas hay en España? Mi impresión es que más de los que parece. Y no todos visten hábito y sotana, ni mucho menos. Mientras arreciaban las opiniones contrarias a Gallardo, en el Wizink Center madrileño actuaban los superventas Camela, autores de una canción escasamente radiada que se titula “Déjale nacer”. Se publicó en 1996 y la letra dice así: “Deja que nazca, mujer/ el hijo que llevas dentro,/ deja que vea la luna/
y que oiga soplar el viento./ Tiene derecho a la vida,/ la que no está gozando,/tiene derecho a ser hombre y tú se lo estás quitando”, canta Ángeles Muñoz con su voz cálida y cariñosa. El grupo de San Cristobal de Los Ángeles, el barrio más pobre de Madrid, es una prueba de ese antiabortismo popular que apenas tiene voz en el debate público.

Un poeta comunista

La segunda o tercera vez que entrevisté a Camela les pregunté por su posición política y respondieron que no les interesaban las letras comprometidas ni militantes. Destacaron que su única canción de ese registro era “Ya sé acabó tener dueño”, un himno contra la violencia doméstica que sufren las mujeres. No consideraban que su canción contra el aborto fuese política y diría que tienen razón, ya que se trata de un asunto prepolítico, tal y como explicó Pier Paolo Pasolini en un controvertido artículo de 1975 en Il Corriere de la Sera: “Que la vida es sagrada es obvio: es un principio más fuerte todavía que cualquier principio democrático”, recordó. También confesaba estar “traumatizado por la legalización del aborto, que considero una legalización del homicidio”. Y aún más: “En los sueños y en el comportamiento cotidiano vivo mi vida prenatal, mi feliz inmersión en las aguas maternas: sé que allí yo ya existía”. Un poeta popular contra el aborto.

Pierde terreno el abortismo que se impuso en los ochenta, la época de nuestra historia más centrada en el dinero

Nuestra izquierda es abortista, pero nuestro “abajo” es antiabortista porque defiende los vínculos humanos frente a los cálculos económicos. Cuando digo “abortista” me refiero sobre todo a un sentimiento y una posición personal, no al hecho de que sean partidarios de abolir el derecho al aborto tal y como está legislado. El CIS no pregunta sobre aborto desde 2011, cuando encontraron que un 26% de los españoles era contrario a su práctica. Mi impresión es que cuando vuelvan a preguntar esa cifra habrá subido de manera significativa.

¿En qué me apoyo para afirmar esto? El sentimiento antiabortista y profamilia del que hablo se puede encontrar en las columnas de Ana Iris Simón, pero también en las canciones de Rigoberta Bandini y en la última campaña de Scalpers, que invitaba a procrear en Nochebuena. También está presente, de manera muy clara, en el cine de Carla Simón y en la oleada de influencers de Instagram que ya no enseñan solo sus cuerpos y sus coches, sino también sus vidas familiares con tres hijos o más. Mi impresión es que, a lo largo de 2023, este cambio cultural crecerá y ganará terreno al abortismo que se impuso en España en los años ochenta, la época de nuestra historia más centrada en el dinero y el éxito profesional a cualquier precio. Es hora de debatir sin miedos ni prejuicios.

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