Opinión

Aplaudir a Franco, pitar al Rey

No tengo más remedio que pensar que a los seguidores catalanes del Barça les caía mejor Franco que don Felipe

Sería sospechoso que un partido constitucionalista apostara por romper el aislamiento al que está sometida la extrema derecha en España. Y habría que exigirle explicaciones sobre la manera en la que piensan mantener el cordón de seguridad respecto a esa derecha ultra.

No estaría mal que quienes hablan de la gente fueran capaces de explicar qué entienden por gente. Supongo que la gente es el lugar común en el que se sitúa a todo aquel que no es como el que habla. Y si eso fuera así, ¿por qué defender aquello que no tienen nada que ver con el defensor de la gente?

Últimamente, los telediarios son una fuente de información sobre las desgracias que asola a la gente. Se entiende que se quiere transmitir inseguridad en la gente. Nadie piensa que, tal vez, la inseguridad de la gente no viene dada tanto por crímenes, peleas, incendios, robos, como por el hecho de no poder llegar a fin de mes con facturas imposibles de pagar a los bancos, a las compañías energéticas, al casero, al supermercado, a la farmacia, o por  la pareja que maltrata.

Si no hay que pedir perdón por lo que hicieron nuestros antepasados, ¿por qué hay que cobrar derechos de autor por lo que hicieron otros antepasados?

Soy aficionado al futbol y me gusta ver jugar al Barça. Nunca se conoce con exactitud las razones que te llevan a ser forofo de un equipo y enemigo de aquel otro que le planta cara al equipo de tus amores.

Cuando tuve edad para saber, supe lo que acaban de conocer muchos españoles: el Barça nunca fue el símbolo del antifranquismo. La directiva del club aprobó en febrero de 2019 la nulidad de las dos medallas que el club -que es Més que un club- concedió a S.E. el Generalísimo Franco. Ahora pretenden hacernos entender que estuvieron obligados a hacerlo, pero nadie se va a creer que en 1971 y en 1974, es decir, en los estertores del franquismo, el Barça estuviera obligado a concederle una medalla de oro en 1971 y nombrar a Franco presidente de honor del Palau Blaugrana y del Palacio de Hielo, a la vez que concederle la Medalla de oro del club en 1974 con motivo del 75 aniversario de su fundación.

A mí no me escandaliza porque yo soy del Barça por razones puramente deportivas. Lo que si me llama la atención es el diferente trato que por la Junta Directiva de ahora y por la afición barcelonista actual se dispensa al rey Felipe VI, al que se recibe con pitadas e insultos, y el que se dispensaba al anterior Jefe del Estado, el dictador Franco. Sabiendo lo de las medallas y viendo las finales de la Copa del Rey, cuando la disputa el Barça, no tengo más remedio que pensar que a los seguidores catalanes del Barça les caía mejor Franco que D. Felipe. Que se sepa, nadie pitó al primero cuando le entregaron las medallas.

Cada vez que la cámara de televisión enfoca a cualquiera de ellos, su mirada no está dirigida a la tribuna de oradores sino a la pantalla lateral. No les importa lo que dice el orador

Los diputados y miembros del gobierno no miran a los oradores ni atienden sus argumentaciones cuando suben a la tribuna del Congreso de los Diputados a defender sus posiciones políticas. Se miran a sí mismos a través de las dos amplias pantallas que tiene instaladas el Congreso de los Diputados a la derecha y a la izquierda de la Mesa presidencial. Cada vez que la cámara de televisión enfoca a cualquiera de ellos, su mirada no está dirigida a la tribuna de oradores sino a la pantalla lateral. No les importa lo que dice el orador sino comprobar si su cara es recogida por la tele.

Hace años, se aplaudían las grandes intervenciones y se levantaban de sus escaños para aplaudir de pie las actuaciones excepcionales. Ahora, poniéndose de pie ante lecturas soporíferas pobrísimas, todos los grupos se levantan y vitorean a quienes se muestran incapaces de improvisar una respuesta sin la ayuda del papel.

En España, atacar la Constitución solo es delito de rebelión si se hace con violencia. Tal vez esa sea la razón por la que han procesado por ese delito a Pedro Castillo, presidente del Perú, que atacó a la Constitución peruana con un folio tembloroso que simulaba las ráfagas de una metralleta.

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