-Buenos días. Vengo por lo de la herencia.
- ¿A un reparto?
Levanto la mirada del móvil y veo a un chico joven, de actitud corporal apocada y mirada tristona, hablando con la recepcionista de la notaría.
El chico responde atorado:
-No, no. A hacer testamento. Tengo hora. Iván Espérmez.
-Perdona? - (Recepcionista gira la cabeza y me mira con malvada complicidad).
-Es-per-mez.
Uñas rojas ultrapulidas agarran arácnidamente el auricular.
-Agustín; ha llegado Iván Espérmez. - (silencio. La veo contenerse de manera encomiable)-. Que sí. En serio - (silencio). - Pues lo tendrás mal anotado. Vale. Le digo.
-Que ya viene el oficial. Espera sentado si quieres. - Le señala sofá bajo foto del Rey.
Aparece oficial anodino, y tras breve conversación se lo lleva a despacho contiguo.
Recepcionista y yo cogemos confianza rápidamente porque es algo que les pasa a las mujeres, nos carcajeamos un buen rato por lo del apellido, y le pregunto alucinada si viene mucha gente joven a esto y me dice que sí, que últimamente bastante; que muchos lo están pasando fatal desde la pandemia y que en general anda la gente desquiciada. Tras el común desahogo, suelto un suspiro con un “ay” que ella, sabiamente, interpreta como un “vuelvo a lo mío”, que en ese momento no es otra cosa que seguir llenando las arcas de ese capitalista despiadado que responde al nombre de Juan Roig.
Cierro la app, vuelvo al momento notaría y pienso: “pues lo entiendo divinamente”.
Porque ha hecho justo esta semana tres felices añitos desde que un turista alemán en Canarias dio positivo en el bicho inmundo y la vida se nos fue de madre. Todo empezó con un “quédate en casa” y nos convertimos en acatadores de unas normas, que, como nos dijo un cariacontecido presidente, eran por nuestro bien. Y aunque fuimos buenísimos y obedientes, mucha gente murió. Y dejó de abrazarse.
Fatal todo.
Y de pronto, como si nada, aparece de nuevo hace unos dias nuestro muso del terror vírico, buceador televisivo en ratos libres, anunciando el fin de las mascarillas en el bus. Echo de menos que hubiera dicho: “a partir de ahora, serán como mucho una o dos desgracias apocalípticas”.
Porque tras este espanto, llegaron volcán y guerra.
Y, sin maleta, nos hemos subido al tren de las penurias, del cual los medios no nos quieren dejar apearnos.
(Aquí, un salteado de titulares random, de un año a esta parte, para ilustrar la afirmación anterior):
- ¿Es posible un gran apagón en España?. (Diario AS)
- ¿Cómo serían las consecuencias de un ataque nuclear? Te lo contamos con un “timeline” de los primeros momentos tras el estallido. (20Minutos)
- El contagio en visones complica la peor temporada de gripe aviar en España: “es una bomba de relojería”. (El Mundo)
- Tiña de las peluquerías: los dermatólogos alertan de un brote. (Expansión)
- El gusano pulmonar de la rata, detectado en España. (ABC)
- Roubini, el Doctor Catástrofe, más apocalíptico que nunca. (El País)
- El vidente que predijo el coronavirus tiene malas noticias para el mundo: se avecina lo peor. (OK Diario)
Quiero pensar que tanto alarmismo es en parte porque el corrector de texto se les ha quedado trabado a los informadores en expresiones como “los expertos avisan”, “una enfermedad desconocida”, “una nueva amenaza”, etc. No porque esos “poderes poderosísimos” que citan continuamente el goaverno y sus socios, nos quieran dominar vilmente. O quizás sean ellos mismos, con sus pines de colorines, esos oscuros y temibles poderes. (Uy).
Digo esto porque de todos es sabido que infundir paraliza voluntades y convierte a la gente en obedientes seres corderiles. “No hay nada más despreciable que el respeto basado en el miedo”. (Albert Camus).
ESCENA INTERGALÁCTICA 1/2:
Centro de control de la nave que a su vez controla el meteorito que nos va a extinguir fijo; dos diligentes y verdes alienígenas, vigilan cientos de monitores que se chivan de la vida en la Tierra. De pronto, se enciende un piloto rojo en uno de ellos, donde aparece, pequeñito, nuestro humilde país. Vigilante nº 7.169 se acerca mosqueado, y mediante folclóricos movimientos circulares de lo que equivaldría a una mano, provoca una aproximación de imágenes (centro peninsular, Madrid provincia, Plaza de Neptuno, dos leones bajo un tejado sobre columnas, interior del Congreso) al foco provocador de la alarma. Se sosiega la imagen y aparece un ser trajeado en azul, subido a tribuna de madera. Vigilante nº 7.169 activa el sonido del monitor:
“Hemos tenido, señorías (el ser abre las manitas en modo papal), que responder a situaciones y emergencias insólitas, (sube las cejas, mira al tendido, y vuelve a abrir dos veces las manitas)…en estos años, ayer mismo…ermm.. (pausa y grácil barrido del aire con una mano)…en fin…la ciencia nos dijo que (más aspavientos con la mano), el núcleo de la tierra…bueno, en fin…me voy a quedar ahí…(suspira)”.
Vigilante 7.169 flipa, y llama a su compañero de turno. Vigilante 7.175 acude raudo y el primero le dice (traduzco) conteniendo la risa alienígena:
- ¡No te lo vas a creer!; ¿te acuerdas el tío ese que decía en España que iba a apagar un volcán? ¡Ja ja ja!
- ¿El tal Jisperson?
-Si sí. Ese. Pues ahora dice no sé qué del núcleo de la tierra. Creo que pretende reajustarlo.
Agente 7.175 se tira al suelo diciendo “no puedo” y empieza a despiporrarse con espasmos en las piernas.
7.169 piensa “de perdidos al río” y se tira igual, y en diez minutos se llena la sala de vigilantes verdes numerados tirados en el suelo al borde de la histeria colectiva.
Vueltos a la Tierra y a nuestras electorales preocupaciones, cabría reflexionar acerca de lo absurdo que es hacer de la política una especie de cuento de Pedro y el Lobo donde uno se dedica a meter miedo contra la terrible derecha, ultra y no ultra; sus jueces, los pérfidos empresarios y los medios afines a todos, cuando la realidad es que lo que da pavor es quedarte sin curro, abrir el sobre de la factura de la luz, repostar gasofa, o que te suelten en tu barrio un pequeño violador. (Por cierto; el lobo, como todos sabemos, acaba viniendo y esta vez al que se come es a Pedro, pero en las urnas y con cuscús).
Para terminar, un recuerdo y otra escena intergaláctica.
El RECUERDO, para todos aquellos que, antes de tiempo, se nos han ido en estos años tan duros, llevándose algo de nosotros con ellos. Y para los que dieron todo de sí mismos para intentar que aquello no pasara. Quedan todavía demasiadas preguntas por responder.
La ESCENA INTERGALÁCTICA 2/2: (he de aclarar, para nuestro común estupor, que la parte terrícola de ambas escenas es real)
Recuperada la compostura tras el ataque de risa, llega el turno de comida, y nuestros dos vigilantes entran en el comedor. En el medio de una enorme mesa circular, hay una eco-hoguera artificial a modo de parrilla, donde yacen variados roedores tostados que cada uno va sirviéndose en plan bufé. 7.169 y 7.175 se sientan juntos y, comiendo con las manos, comienzan a charlar: (traduzco)
-Te has enterado de lo del reloj, ¿no?
-Qué reloj?
-El del Apocalipsis.
-Ni idea. Cuenta.
-Es un reloj que inventaron en la Tierra unos científicos americanos cuando empezó la amenaza nuclear, para avisar de que la humanidad estaba cada día más cerca de extinguirse, a ver si la gente se cortaba un pelo. Y lo adelantan cada vez que pasa algo gordo.
-Y?
-Nada, pues que acaban de adelantarlo y está ya a 90 segundos de la medianoche.
-¡Ahí va!, ¿y eso?
-Por lo de la guerra de Ucrania y el cambio climático, creo.
-Vaya. Entonces tenemos que ir ya desviando el meteorito para la colisión, ¿no?
-Me temo que sí. Una pena todo.
-Están locos estos humanos…
Apoya TU periodismo independiente y crítico
Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación