No nos enredemos con la prosa de la extrema izquierda, la que sabe a ceniza y lija, y ésta que viene con aroma a mermelada y miel. No perdamos el tiempo con toda esa retórica que pretende defender que Sumar no sea otra cosa que amontonar. De momento es lo que parece. La nueva plataforma es una amalgama de siglas, muchas de ellas tan ignotas que no se les conoce una papeleta electoral. Lo único cierto es que hay una cara y tres partidos que van a competir entre sí: Más País, Compromís e Izquierda Unida. ¿A qué mitin asistirá la señora Díaz cuando esos tres partidos anuncien función el mismo día? No seamos ilusos, primarias o no, procesos de escucha o sin ellos, aquí sólo hay una clave que por todos los lados lleva siempre al mismo lugar: el poder, el de Yolanda y el de Sánchez. Se venden juntos e indivisibles, como los paquetes de café en Mercadona.
Iglesias está para mandar, no para sumar
Desde esa realidad, Yolanda Diaz ha ido cosiendo su nueva aventura - ¿la última? - que tiene como objeto el que ella mismo proclamó el domingo en el polideportivo Magariños, ser la primera presidenta del Gobierno de España. El tiempo le dará o no la razón, que uno no se atreve a hacer cábalas en un país que en 2015 le dio a un partido tan errático y antidemocrático como Podemos 69 escaños. Cierto, no eran diputados puros de Pablo Iglesias, porque muchas actas llegaron con el membreto de En Comú Podem, Compromís, Es el Moment y En Marea. De aquella sopa de letras no le queda a Podemos más que la raspa que sostiene con hartazgo y sin oficio una pobre chica con apellido inquietante que dice ser la secretaria de organización de ese partido. Uno ve a Lilith Verstrynge por la tele y no sabe qué pensar, qué creer, aunque sí encuentra enseguida la explicación de cómo, una vez más, el diestro Juan Belmonte tiene razón: ¿Cómo hemos llegado a aquí? Degenerando, maestro, degenerando.
Dos proyectos distintos, pero un solo dios verdadero. No hay que nombrarlo, ¿verdad? Pero atención al consejo de Savater, que una cosa es ser progresista y otra imbécil.
Pero volvamos al nuevo partido, plataforma, operación, asociación o lo que digan que sea. Analistas hay que aseguran que la posibilidad que pretende la política gallega es tan difícil como un triple en el último segundo. Pero esas cosas pasan. Ella se ha vestido de blanco para anunciar algo que todo el mundo sabía. Todo estaba escrito de antemano. Todo no, faltaba que dijera por qué hace falta Sumar y por qué hay que enterrar un partido como Podemos, aunque ese partido sea, es en realidad, el partido más viejo de la política española. Es curioso, pero a estas alturas conocemos cuáles son las diferencias ideológicas entre Yolanda Díaz y quien la entronizara a la vicepresidencia del Gobierno. Sabemos mucho de odios personales, disputas de café y odios no digeridos. Sí, no le dé más vueltas va de eso. El matinal dominical no fue otra cosa que la presentación de una derivada fashion del sanchismo más rocoso.
En la calle Génova Alberto Núñez Feijóo debe estar leyendo los periódicos con delectación. Lo imagino escuchando al mismo tiempo todas las tertulias de la radio para concluir en lo evidente de la situación: cuando el enemigo se está equivocando conviene no entretenerlo. Porque no es fácil de entender que en el gobierno convivan dos personas que ansían lo mismo, la presidencia de España. Eso, como dicen ahora, ¿cómo se sustancia? ¿Cuántos ciudadanos darán el paso de votar a Sumar cuando hubieran votado al PSOE si en el cartel hubieran estado las caras de Belarra, Echenique o Montero? ¿Lo de Yolanda Díaz suma o resta a Pedro Sánchez? Y, créanme como dice Yolanda, la pregunta no es nada retórica, porque no cree uno que haya nadie tan ingenuo que piense que Pablo Iglesias se va a quedar quieto parado ante el órdago de la señora vicepresidenta. Ni tan simple como para creer que el señor que desde los platós y las tertulias manda en Podemos vaya a sumarse a un proyecto -eso es lo que es hoy en día-, en el que tienen dorsal de titulares Alberto Garzón, Joan Baldoví e Íñigo Errejón.
El sueño de Feijóo: tres listas en la izquierda
Una lista del PSOE, otra de Sumar y otra de Podemos. Demasiado bonito para no ser un sueño, ha de pensar Núñez Feijóo. De Tezanos a Michavila la idea es la misma: si la izquierda se presenta en diciembre con tres partidos en toda España, ganar las elecciones sería un milagro.
Fijar la foto de la política de España es muy complicado. Ya está escrito lo incomprensible que sigue siendo que un partido pueda conseguir casi 70 diputados y un lustro después apestar a muerto, lejos siquiera del gran sueño romántico de lucir como un cadáver exquisito. Cuesta imaginar el momento en el que Yolanda Díaz quiera definir su espacio en relación con el PSOE, que es quien en realidad la patrocina y esponsoriza como cartel su marca blanca. ¿Qué dirá Yolanda Díaz en sus mítines de un dirigente como Pedro Sánchez que ha sido su presidente y patrocinador? ¿Habrán olvidado sus votantes las carantoñas y mimos a Sánchez en la bancada del Congreso? Dos proyectos distintos, pero un solo dios verdadero. No hay que nombrarlo, ¿verdad? Pero atención al consejo de Savater, que una cosa es ser progresista y otra imbécil. Eso.
Pasión y muerte política de Pablo Iglesias
Hace tan sólo dos años, marzo de 2021, Iglesias nombró a Yolanda Díaz como su heredera en Podemos y en el Gobierno. Da un no sé qué ver las fotografías del momento de aquel beso traidor, aquellas sonrisas, tan artificial la de Pablo, tan modosita la de Yolanda. En el acto de traspaso Pablo Iglesias dijo que Yolanda Díaz puede ser la próxima presidenta del Gobierno de España. Iglesias confirma que es un buen escritor de guiones, sobre todo cuando son otros los que actúan. Pasión y muerte política de Pablo Iglesias escrita por el propio Pablo Iglesias. Qué poco dura lo nuevo en un país como el nuestro, tan caprichoso y convencional; tan real y sabio.
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