Hacía tiempo, quizá demasiado, que las relaciones entre Junts y Esquerra iban bordeando el precipicio. Y, finalmente, se han caído los dos. Más los neoconvergentes que los de Junqueras, si hemos de ser sinceros, porque que Aragonés salga con cara de haber acabado de pagar a Hacienda y diga que ha cesado a su vicepresidente por haber perdido la confianza en él es un hachazo para el partido de Puigdemont. Algo podía intuirse cuando, minutos antes de la comparecencia del presidente, las cámaras nos mostraban las caras larguísimas de los dirigentes de Junts, Turull y Borrás, junto al infrascrito ya ex vicepresidente, caminando como almas en pena por la calle del Bisbe, iluminados por los focos de las cámaras y con el paso lento de quien ha empezado a recorrer el Via Crucis.
Pero lo de Aragonés no tenía vuelta de hoja. Este martes en el parlamento catalán los socios, en teoría, de Esquerra en el gobierno de la generalidad salían con la ocurrencia de decirle que o aceptaba sus postulados radicales acerca de ir a por la independencia ya, o lo someterían a una cuestión de confianza. Aragonés se puso en todos sus estados, como es lógico, máxime cuando se enteró de que su vicepresidente estaba en la pomada y no le había dicho ni mú. Si eso no es deslealtad, que baje Maciá y lo vea. Así las cosas, canceló su agencia presidencial y convocó a su gobierno. Se dice que les preguntó uno por uno a todos los consejeros de junts si sabían lo de la cuestión de confianza. Hubo quien empezó a sudar copiosamente e incluso alguna que hipó ante la mirada de killer del presidentín, que ha demostrado que poca broma con lo suyo.
Una vez con la constancia de que había sido su número dos, el vice, quien había procedido con él como hiciera Bruto con César – salvando las distancias -, llamó a capítulo a Jordi Turull, a la sazón secretario general de Junts. Nos dicen que se oían los gritos desde fuera del despacho, en especial un sonoro “Pero vosotros, ¿de qué cojones vais?”. Una vez le comunicó que se cepillaba a Puigneró, Turull le pidió que acudiera también Laura Borras, a la sazón, presidenta de Junts. Aragonés le dijo que si quería, que viniera, pero que el no tenía nada que hablar con ella. Normal, porque la señora se había despachado a gusto esa misma mañana en la Agencia Catalana de Noticias diciendo que si alguien tenía que abandonar el gobierno eran los de Esquerra y no los de Junts.
El resultado está a la vista. Los neoconvergentes se han ido con el rabo entre las piernas, Aragonés ha dejado clarinete que con él no se juega y ahora queda por ver quién nombra junts para ocupar el importante lugar de número dos en el gobierno catalán. Pero cuidado, porque esta guerra no ha finalizado, solo ha hecho que empezar. Junts tiene pendiente una consulta a su militancia acerca de su permanencia en el gobierno, a Puigneró lo van a pasear como un mártir por Cataluña, ya veremos si lo de la cuestión de confianza se queda en agua de borrajas o no y si Esquerra no tendrá que desprenderse, finalmente, de ese socio tan incómodo y desleal sustituyéndolo por socialistas y comunes.
De momento, el partido está así: Aragonés, 1, puigdemontianos 0.
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