Aragonés ha conseguido que Joan Tardá parezca un tío simpático aunque brutote. Aragonés tiene aspecto de compañero de pupitre de los no te chivaban ni una pregunta, pero copiaban tu examen, te birlaban el sacapuntas o se chivaban al profesor porque te habían visto con un tebeo en el aula. Es carne de primero de la clase sin méritos, redicho, de familia bien, franquista y con dinero, que sueña con ser un pirata heroico, un caballero audaz, un intrépido explorador y ha de conformarse, ¡ay!, con una teneduría de cuentas.
Con Aragonés, eso sí, Esquerra ocupa algo parecido a la presidencia de la Generalitat, cosa que no se había visto desde Companys. A sus herederos les queda el discurso inflamado de sábado por la noche en una taberna de pueblo, cuando los vapores etílicos se mezclan con los oscuros e inconfesables deseos. ¡Por fin!, piensan en Esquerra, hemos conseguido echar a los amigos de Puigdemont y volvemos a recuperar lo que es nuestro. Igual que Pujol y la Ferrusola creyeron que Cataluña era suya, estos piensan que la Generalitat les pertenece históricamente.
Sin embargo, Aragonés no será president. Ocupará un limbo raro, no podrá convocar elecciones ni cambiar a ningún miembro del gobierno catalán. En cambio, deberá acudir al Parlament a rendir cuentas. De ser Aragonés, servidor tendría más miedo a los de Junts per Cat que a la oposición, porque están los herederos de Pujol que trinan. Lo de Torra ha sido un gatillazo. Su mandato ha sido un bamboleo errático, estéril, infantil. Solo ha hecho de activista y ya ven como ha terminado, teniendo que ver como Esquerra se queda al mando de ese barco escorado y casi hundido que es la Generalitat. Y eso duele en Waterloo.
Torra ha terminado como un mártir, que es lo quería, y, no lo olvidemos, llevándose el ochenta por ciento de su sueldo de 122.000 euros anuales"
Porque, por mucho que vociferen contra España, aunque Elsa Artadi, tan de Farmatint y abrigos de mil euros, diga que piensan llevar la inhabilitación a Europa y que España hará el ridículo más espantoso, aunque Puigdemont haya puesto el grito en el cielo y sus brazos callejeros convoquen manifestaciones, aunque hayan sacado a personas como Elisa Beni a decir que se ha utilizado a la Junta Electoral para cargarse a un político electo – puestos a escoger, a mí, el que me gusta con locura es el Beni de Cádiz – o aunque a Rahola casi le da un chungo, Torra se la ha tenido que envainar. La ley es la ley. Un error estratégico de primer orden, que se resume así: Mas la lió, Convergencia fue perdiendo más y más electores, quiso tapar la sangría pretendiendo engañar a Junqueras, vino Puigdemont y todo el Cristo que organizó, después le sucedió Torra y ahora, cautivo y desarmado el ejército neoconvergente, quien acaba mandando es Esquerra. Us felicito, fills.
Torra ha terminado como un mártir, que es lo quería, y, no lo olvidemos, llevándose el ochenta por ciento de su sueldo de 122.000 euros anuales. Porque, de nuevo la ley, el Estatuto de los expresidentes de la Generalitat establece que todos los que lo han sido percibirán ese ochenta por ciento – para que luego hablen del tres per cent – durante la mitad del tiempo que hayan ostentado el cargo como mínimo durante una legislatura. Y a partir de los 65 años cobrarán un sesenta por ciento del sueldo, además de disponer de oficina propia y tres personas a su servicio. Todo eso, como también es la ley, solo puede ser revocado por un acuerdo de dos tercios en el pleno del Parlament. Aunque te hayan inhabilitado para cargo público.
Aunque Torra haya sido Pipino el Breve, no le ha salido mal la operación. Ahora, Aragonés, a hacer de gerente y a esquivar puñaladas, que le van a caer desde todos los flancos. Cataluña será una especie de Mancomunitat al estilo Prat de la Riba, pactando con Sánchez lo que sea menester y todos abrevando del presupuesto. Para llegar hasta ahí no hacía falta tanta gesticulación. Eso sí, los CDR tirando cabezas de cerdo ante la Delegación del Gobierno para susto de la sublime señora Cunillera, cortando calles y montando el pollo por las calles de una Barcelona que, de tan exhausta, ya no puede ni indignarse.
Por cierto, a final de año, contaremos cuántos catalanes se han quedado sin medios de subsistencia, cuántos autónomos están sin un céntimo y cuántas empresas han tenido que cerrar. Pero ustedes, políticos de la estelada, tranquilos, que ya ven que la ley es como la risa. Va por barrios. Claro que Torra bien podría renunciar a todos sus derechos, esos que la malvada España le garantiza. No lo creemos. La pela es la pela.
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