Opinión

Argentina ciega y 'memoriosa'

Argentina, terriblemente, consumado el acto electoral y el relevo en la Casa Rosada, ha vuelto a amanecer ciega y 'memoriosa'

La anécdota vale oro. Llegué a ella gracias a un muy destacable texto de Francisco Rosell, publicado este verano. El director del diario El Mundo arrancó en su pieza titulada Cuando los pueblos aman a sus propios ladrones, con una estupenda historia en la que Jorge Luis Borges –pletórico y certero– le daba una sutil bofetada al peronismo. Contaba que en una ocasión, aquejado por una irreversible ceguera, el erudito se encontraba ante la imposibilidad de cruzar una transitada avenida. De pronto, un “gentil paseante” se ofreció a ayudarle, no sin antes comentarle lo siguiente: “Disculpe maestro, pero le tengo que advertir que soy peronista”. A lo que Borges –impecable– reviró: “’¡No se preocupe, joven! Yo también soy ciego”.  

El peronismo ha vuelto a la Casa Rosada. Alberto Fernández derrotó al agónico macrismo, y Cristina Fernández de Kirchner vuelve. Atinado, el candidato triunfante, espetó: “Vienen tiempos difíciles”. En eso, sinceramente, no se equivoca.

Argentina amanece hoy, en vísperas de 2020, agotada por la podredumbre institucional y con un futuro económico a la deriva

De vuelta al genio, a Borges. Funes, el memorioso, es una de sus obras imprescindible (incluida en Ficciones), en la que, entre otras tantas interpretaciones, se expone la vulnerabilidad del hombre ante a su obsesión/ansiedad por controlarlo todo. Ireneo Funes (el personaje principal) es alguien que, tras un accidente, adquiere una memoria prodigiosa y de pronto es capaz de recordarlo todo, absolutamente todo, hasta el más ínfimo detalle de todo. Sin embargo, hacia el final se sugiere que la memoria (por buena que ésta sea) no es un sinónimo estricto de pensamiento. Y deja ver que cada uno de los inútiles y minúsculos detalles que Funes es capaz de recordar no son más que verborrea o demagogia de la memoria (siendo ésta maleable en todo momento). Objetos inconexos, palabras sin sentido.

Y es que la Argentina ha vuelto a amanecer igual que Funes: obsesionada con su memoria, anclada a los fantasmas de su pasado glorioso. Argentina amanece recordando su pasado peronista y viviendo su presente populista, pero olvidando que 35% de los suyos ya viven en el umbral de la pobreza. Dejando de lado que las reservas (desde agosto) han sido drenadas. Con Alberto Fernández diciendo que “desde su salida, ningún juez lo citó para pedirle explicaciones”, pero asociado con Cristina Fernández de Kirchner, imputada por múltiples casos de corrupción (caso ‘cuadernos de la corrupción’, caso ‘los Sauces’, lavado de dinero…). Argentina amanece hoy, en vísperas de 2020, agotada por la podredumbre institucional y con un futuro económico a la deriva. Inexplicablemente, frente a su pasado reciente.  

“Que la historia hubiera copiado a la historia ya era suficientemente pasmoso; que la historia copie a la literatura es inconcebible”, escribió también Borges. Frase conocida de Tema del traidor y el héroe (perteneciente a Ficciones). Publicada en 1944. Por otra parte, estimado lector, resulta que mientras el último domingo de octubre los argentinos vivían su intensa jornada electoral, quien escribe estas líneas, hacía la fila para entrar a la concurrida churrería San Ginés en compañía de una amiga argentina, muy desencantada con su origen albiceleste, y que recién había regresado a Madrid tras un viaje de urgencia a su tierra natal.

‘Marina’, llamémosle así, cometió un error: entró a la Argentina con el carnet de identidad local (pues nació, creció y vivió allí hasta los veintitantos), pero quiso salir (volver a España) con el pasaporte italiano. A las autoridades no les constaba la fecha de su entrada al país (como italiana), y no había podido utilizar su pasaporte argentino, pues no estaba vigente. ¿El resultado? Una multa de 30.000 pesos argentinos, el equivalente a 1.000 euros en esa fecha (recordemos que hablar sobre el cambio de divisas en Argentina puede llevar a tres conversaciones en un solo día). Ella intentó justificar su entrada, ya que ésta figuraba en el sistema, pero el guardia se apegó estrictamente a la ley. Sin embargo, esta peculiar autoridad aeroportuaria más tarde le ofreció la opción de “echar unos billetes” en una carpeta (de 50 euros para arriba, rezaba su invitación) para librarse de la elevada multa e irse pronto junto a su hermana y sobrinos –que le esperaban con miedo a perder el vuelo tras el incidente–. Ergo, corrupción en su grado máximo.

El desenlace de la anécdota es merecedor de un texto aparte, sólo diré que ‘Marina’, furiosa por la situación, me comentó, “¿y así quieren cambiar las cosas? Eso en Europa es impensable. La corrupción en Argentina no tiene límites”. Y es que ese mismo domingo ella fue, ya en Madrid, a votar por Mauricio Macri. Y a la organización electoral para que los argentinos pudiesen votar a distancia la calificó como “típicamente argentina… porque todo estaba hecho mal. Desorganizado, burocrático, lento, improvisado y tedioso”. Otra decepción argenta para ‘Marina’. Si algo no se le puede cuestionar a Alberto Fernández es que sabe que “vienen tiempos difíciles”. Todo lo demás está por verse. Incluso, su promesa de no “volver” a pelearse con Cristina.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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