Dijo Simon Kuznets, premio Nobel de Economía del año 1971, en una frase que se volvió viral antes de que tal concepto se fraguara, que “ hay cuatro clases de países: desarrollados, en vía de desarrollo, Japón y Argentina”. Es decir, países ricos, países pobres, un país pobre que es rico, Japón, y un país rico que es pobre, Argentina. Más de cincuenta años después de haber sido formulado la vigencia del aserto se hace cada vez más inamovible. Mientras Japón bandea sus crisis económicas, sus terremotos y sus problemas sin despeñarse jamás, Argentina, la querida y tan familiar Argentina, no pierde ocasión de ir suicidándose lentamente, o como dirían ellos, 'de a poquito'. Ayer tuvieron los argentinos una oportunidad única de salir del marasmo peronista y sentenciar las elecciones en primera vuelta. Como no podía ser de otra forma, la desperdiciaron. Y es que, como acaba de sucedernos a nosotros en la última convocatoria electoral, las fuerzas aspirantes a suceder en el gobierno a los herederos de Cristina Kirchner perdieron de vista la portería rival y se emborracharon con la pelota. En vez de darse cuenta de que lo importante no era tanto ganar como desalojar del poder al contrario, pagaron la desunión y las rivalidades mutuas con una victoria del candidato peronista, Sergio Massa, que se veía venir para cualquiera que presenciara la situación con los ojos abiertos.
La consecuencia es que un cuarenta por ciento de la población vive ya por debajo del umbral de la pobreza y sometidos a la tiranía suave de la paguita
No puede entenderse que el ministro de Economía de un gobierno con un sector público hiperdimensionado que ha llevado la inflación a un 148 por ciento haya conseguido ganar esta primera vuelta. Nosotros, que estamos ahogados con el euribor al 4.5, no podemos ni imaginar lo que supone vivir en el día a día en ese vértigo del derrumbe acelerado. La consecuencia es que un cuarenta por ciento de la población vive ya por debajo del umbral de la pobreza y sometidos a la tiranía suave de la paguita. El paguitismo, las subvenciones, el 'plan platita', las limosnas para acallar al pueblo mientras los políticos en el poder esquilman al país han corrompido tanto la psicología de la población que han destruido su ADN diseñado por emigrantes. Por definición, el que emigra es siempre el mejor de su pueblo, el más valiente, el más emprendedor, el más ambicioso.
Los ochenta años de peronismo ha acabado con ese carácter colectivo que hizo de Argentina uno de los países más ricos del mundo a finales del siglo XIX y principios del XX. Hoy, como se ve por ese 36 por ciento de votantes que prefieren el desastre conocido a lo bueno por venir, hay miedo a la necesaria cirugía económica que requiere la supervivencia del país y prefieren seguir tirando a base de mi paguita en mano hoy que ya veremos como pagamos, o no, mañana. Es realmente una situación endiablada y profundamente frustrante que tiene a los argentinos emprendedores, que los hay y muchos, desesperados y agotados. Tanto, que en un cierre del círculo particularmente triste, los mejores entre ellos vuelven a emigrar retornando a los países de los que una vez salieron sus abuelos para poder salir adelante y prosperar con el fruto de su trabajo sin el peso insoportable de un estado en modo vampírico permanente pesando sobre sus espaldas.
Trenes cargados de psiquiatras
El nombre Argentina proviene del latín argentum, que significa plata. Es un territorio de bellezas casi infinitas y de riquezas naturales colosales. Tantos dones han significado más una maldición que un beneficio. Quizás si hubieran sido más pobres, si las tierras fueran menos fértiles, si no pudieran arruinarse cada cuatro años para volver a ser ricos de nuevo casi sin saber por qué, si hubieran sido como Japón o como la propia España, les hubiera ido mejor. En cualquiera caso, es una cuestión que, como la Cataluña del procés, requeriría para su estudio y solución de trenes cargados de psiquiatras. O de aviones, porque casi todos los psiquiatras argentinos, hartos ya de estar hartos, están ya viviendo aquí.
Apoya TU periodismo independiente y crítico
Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación