Opinión

Las armas que tiene el Gobierno de España para luchar contra la inflación

Nuestro país ha ido retrasando medidas necesarias para su economía durante años. Ahora debemos asumir nuestro rol o pronto volveremos a ser parte del problema (y no de la solución) europeo

Occidente se enfrenta a un territorio desconocido desde finales de la década de los 80. El patrón de crecimiento basado en deuda barata, programas de estímulo y baja productividad ha saltado por los aires con la invasión rusa tras mostrarse como lo que es: Un parche temporal, que a lo sumo debería haber servido para ganar tiempo para hacer las reformas estructurales, y que genera más desequilibrios que beneficio en el largo plazo.

Existen, sin embargo, notables diferencias entre países, como también divergencias entre las causas inflacionistas de naciones que tienen niveles de aumento de precios similares.

Tomemos como ejemplo la Unión Europea para ilustrar la primera casuística: La inflación en febrero (esto es, previo a la invasión de Ucrania) se ha disparado hasta el 5,9% interanual, aunque hay países como Francia que están en un 4,2% y otro, como España, que está en el 7,6%.

Y tomemos para la segunda casuística Estados Unidos, que ha registrado una tasa de inflación del 7,9%, es decir, un nivel muy similar al de España, a pesar de unas diferencias sustanciales entre ambas economías:

⦁ Estados Unidos fue, junto con China, uno de los primeros países avanzados en recuperar los niveles de riqueza previos a la crisis. España es el único país europeo que no lo ha hecho, tanto es así que estamos un 4% por debajo de los niveles de 2019.

⦁ Estados Unidos está prácticamente en pleno empleo (tasa de paro del 4%), mientras que España es el segundo país europeo con mayor tasa de paro (13%); una diferencia que se agranda si tenemos en cuenta que la tasa de paro oficial en España no incluye a las personas en ERTE, mientras que en Norteamérica no ha existido una figura similar en toda la crisis.

⦁ Estados Unidos tiene unos niveles de autosuficiencia notablemente superiores a los de España. De hecho, gracias al 'fracking', que se ha convertido en exportador de petróleo; y eso ahora le puede convertir en el gran ganador de este conflicto bélico.

Podría hacer un listado mucho más extenso, aunque estos tres puntos sirven para ilustrar una idea básica: mientras que la inflación en Estados Unidos viene claramente determinada por un “sobrecalentamiento” de su economía, en España viene explicada el 50% por el incremento de precios energéticos y el otro 50% por efectos de segunda ronda, derivados de que la situación inflacionista lleva varios meses haciéndose sentir en las materias primas y bienes industriales.

Pero estas economías también tienen dos elementos en común que alimentan, aún más, la escalada de precios: el primero son unos 'macroplanes' de estímulo que ha llevado al déficit público a máximos históricos (recuerden el Plan Biden); y el segundo es una política expansiva sin precedentes en la historia, que ha alimentado sus desequilibrios durante años.

Que la inflación es un fenómeno monetario es un hecho reiterado a lo largo de la historia. Ahí está una extensa bibliografía que lo ilustra ampliamente (recomiendo especialmente El misterio de la banca de Murray N. Rothbard) y el dato que mata al relato. Vean la siguiente gráfica.

Por lo tanto, lo primero que debemos acometer para frenar el proceso inflacionista a ambos lados del Atlántico es un cambio de política monetaria radical. Esta semana la Reserva Federal ha hecho la primera subida de tipos (+0,25 puntos básicos) y el Banco de Inglaterra también. El BCE, por su parte, ha preferido optar por la vía de reducir el volumen de compras de deuda pública, e incluso abrir la puerta a la desaparición completa de este instrumento a finales de año. Veremos si es capaz de ejecutar esta hoja de ruta, pero sin subidas de tipos las presiones inflacionistas vía tipo de cambio se harán prácticamente insoportables.

Un dato que ilustra aún más este punto: la última vez que la Reserva Federal estuvo tan lejos de su objetivo de inflación (finales de los 70), el proceso de normalización de la inflación duró nueve años. La realidad es que aplicando la regla de Taylor, que pone en relación los tipos de interés con la evolución de los precios, los tipos de interés de referencia en Estados Unidos deberían estar al 9% y, tras la subida de esta semana, están en el 0,5%.

¿Significa esto que los gobiernos nacionales a escala nacional no pueden hacer nada por la inflación? Ni mucho menos. Si observan la primera gráfica de este artículo, podrán ver que países con alta dependencia energética, como Portugal o Italia, están sufriendo subidas de precios notables, pero lejanas a las de España. La pregunta, ante la evidencia de los datos, es evidente: ¿Cómo podemos cortar esta tendencia suicida que está sufriendo nuestro país? Hay cinco elementos clave al respecto.

El primero son los impuestos. A pesar de que la evolución económica española ha sido la más débil de la OCDE, la colección de subidas de impuestos durante 2020 y 2021 ha sido notable. Los españoles hemos sufrido subidas de IRPF, ahorro, IVA, Patrimonio, Sociedades y cotizaciones sociales, Primas de Seguros, impuesto de matriculación y, además, hemos visto cómo se aprobaban la tasa Google, la tasa Tobin, y el impuesto a los plásticos de un solo uso.

Los salvajes incrementos del salario mínimo, el control de horarios y demás elementos de persecución masiva contra el empresario sólo puede tener una salida: el incremento de precios.

Lo diré de otra manera: el empresario español ha tenido los mismo problemas que los empresarios de todo el mundo (Covid 19, rotura de las cadenas de valor, etc.), pero, además, ha tenido un Gobierno que ha decidido mantener una visión confiscatoria y una persecución sin precedentes que le han obligado a subir precios.

Los salvajes incrementos del salario mínimo, el control de horarios y demás elementos de persecución masiva contra el empresario sólo puede tener una salida: el incremento de precios

El segundo elemento para frenar la inflación es el gasto público desbocado. El nivel del gasto público aún está un 20% por encima de lo que veíamos antes de la crisis y esto es un fenómeno inflacionista de manual. Además, la colección de subvenciones y ayudas a los colectivos suponen un elemento adicional que debemos tener en cuenta.
Ahora se empieza a hablar de “cheques para paliar los efectos de la inflación”. Otro error.

Hay varias diferencias entre un cheque y una reducción de impuestos: I) El cheque no soluciona el problema de fondo, que son los precios altos, tan sólo lo maquilla temporalmente; II) El cheque supone el caldo de cultivo para los tan temidos “efectos de segunda ronda de la inflación”. ¿De verdad alguien cree que subir en exceso los salarios no es positivo para la inflación y, sin embargo, un cheque estatal no?; III) El cheque hace dependiente al ciudadano más vulnerable del Estado, la bajada de impuestos le permite elegir en qué quiere gastarse su dinero; IV) El cheque elimina cualquier incentivo al Gobierno para avanzar hacia la necesaria consolidación fiscal; la bajada de impuestos es un incentivo para avanzar en la necesaria reducción del gasto público vía eficiencias y gasto superfluo.

El nivel del gasto público aún está un 20% por encima de lo que veíamos antes de la crisis y esto es un fenómeno inflacionista de manual


El tercer elemento tiene que ver con el pacto de rentas del que tanto se habla últimamente. Al parecer, el Gobierno pretende sentar en una mesa a los empresarios y a los sindicatos para que todos hagan esfuerzos. Esto es: que los primeros se comprometan a no subir precios y los segundos a no exigir subidas salariales. Algo insostenible a largo plazo, y que empobrece a todos, es decir, ineficaz. Algo, además, injusto. Hay tres agentes sentados en una mesa y tan sólo dos hacen esfuerzos. ¿Qué hay del tercero? Un pacto de rentas sólo puede funcionar si el Gobierno se compromete a apechugar también.

Pongamos el ejemplo de los carburantes. Si los empresarios se comprometen a mantener el precio congelado durante unos meses, los sindicatos a no exigir subidas salariales ni provocar mayores problemas en la cadena de suministros, y el Gobierno reduce un 50% los impuestos, automáticamente el precio de dos euros se reduce a 1,50, que era donde estábamos antes de esta crisis.

El cuarto elemento tiene que ver con la que debería ser la verdadera lucha europea para paliar el shock de oferta: una apertura comercial sin precedentes. Es verdad que el Gobierno de España no tiene competencias en comercio exterior, pero debería estar luchándolo en Europa, en lugar de pedir aún más intervencionismo en los mercados energéticos e intentar escurrir el bulto a nuestros socios.

Hay tres agentes sentados en una mesa y tan sólo dos hacen esfuerzos. ¿Qué hay del tercero? Un pacto de rentas sólo puede funcionar si el Gobierno se compromete a apechugar también


Y, por último, este país necesita mucha más flexibilidad laboral y burocrática. En un mundo en el que las cadenas de valor se están relocalizando y en el que muchos suministros escasean, es necesario que las empresas nacionales puedan modificar su actividad y su estructura organizativa para adaptarse al nuevo contexto. Eso exige una simplificación normativa sin precedentes y una ruptura de todos esos elementos que constriñen nuestras empresas y las hacen muy poco competitivas.

Los anteriores son, a mi juicio, los elementos que necesitamos para poder normalizar la situación de los precios en un período de tiempo relativamente corto. Por supuesto que tenemos pendientes reformas estructurales de calado, como es la del mercado energético, pero ninguna de ellas va a solucionar los problemas de shock de oferta actuales, ni muchos de los asuntos que ponen en riesgo la supervivencia empresarial y la capacidad adquisitiva de las familias españolas.

España ha ido retrasando medidas necesarias para su economía durante años. Ahora debemos asumir nuestro rol o, por el contrario, pronto volveremos a ser parte del problema (y no de la solución) europeo… de nuevo.

La crisis económica ya es evidente para todos, la social comienza a asomar, y la financiera acecha en un horizonte cada vez más cercano.

Daniel Rodríguez Asensio es consultor estratégico y presidente de Acción Liberal Think Tank For Freedom

Apoya TU periodismo independiente y crítico

Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación
Salir de ver en versión AMP