Contados los votos de las municipales, las que permiten lectura nacional, si hace cuatro años, el PSOE ganó al PP por 1,5 millones de votos, en las de este domingo, los populares han superado en casi 1 millón a los socialistas. Sumado el vuelco en grandes ciudades y autonomías, esta es la respuesta al plebiscito sobre su persona en el que Pedro Sánchez decidió convertir estas elecciones. No sorprende, con un presidente capaz de anunciar en mítines medidas de Consejo de Ministros que son descalificadas en otros mítines por sus propios ministros. He esperado al “doctor” en las valoraciones de la noche electoral y, escondido en La Moncloa, no asomó la cara. Se le entiende: “la campaña fue mía, los resultados, vuestros, compañeros”.
En lo más trascendente, los grandes derrotados de la noche electoral han sido los separatistas, no importa cuántos votos recibieran. Los resultados debilitan a quienes les prestan un soporte imprescindibles para sus planes desde el Gobierno nacional. Especialmente, el PSOE, principal avalista de los partidos por la independencia, el que puso a su disposición, incluso, el Servicio de Inteligencia Nacional (CNI). En el cambio político que se inicia, el sanchismo ya no les sirve. Los resultados del 28-M conforman una masa crítica contundente de españoles que exigen que se ponga fin al chantaje secesionista.
Los secesionistas embridaron, ensillaron y espolearon a un PSOE al que los electores, en defensa propia, condenan al desguace
El Partido Socialista se encadenó al independentismo y le ha ocurrido lo que enseña la fábula del caballo que, enemistado con un ciervo, pide ayuda a un cazador para vengarse. Éste se presta a cooperar, pero exige a cambio que le permita embridarle y colocarle montura y espuelas. Firmado el pacto, logran matar al ciervo, pero, cuando el equino exige quedar libre, recibe la lección: encadenado para siempre. Los secesionistas embridaron, ensillaron y espolearon a un PSOE al que los electores, en defensa propia, condenan al desguace.
Estas elecciones siguen la senda abierta por las anteriores autonómicas en Madrid y Andalucía hacia un vuelco político imparable. Los votantes han decidido, además, explotar algunas burbujas fabricadas desde la desesperación del sanchismo mediático. De Yolanda Díaz, ya no se sabe si va o viene. Desde “comunismo como democracia genuina” a “socialdemocracia de largo alcance”, nada de lo que dice puede tomarse en serio. Si esta era la esperanza de la extrema izquierda, pueden ir pensando en el recambio. Veremos más volteretas, pero los resultados en las municipales del conglomerado confluencias dejan la imagen del invento Yolanda para “fundido a negro”. En síntesis, ni Podemos ni Sumamos.
Las urnas de este domingo llevaban la indignación contra el sometimiento al separatismo, y ¡pobre quien intente ignorarlo! El 28-M dibuja un mapa político con territorios en los que el PP no depende de Vox y una mayoría en los que les necesita para lograr el gobierno. Los modelos de Moreno en Andalucía y Ayuso en Madrid, por un lado, y el de Mañueco en Castilla y León, por otro, se ponen en juego con una trascendencia que irá “in crescendo”. Los resultados en Aragón o los de la Comunidad Valenciana anuncian un banco de pruebas decisivo para el nuevo marco político. Habrá que ver cómo lidera esta travesía Alberto Núñez Feijóo, quien ha sido señalado inequívocamente por las urnas para liderar el cambio.
El recurso a la industria del antifranquismo ya no da para más. Sería un error mantener los análisis que utilizan la gramática propia de una realidad que ya no existe
Santiago Abascal deberá extraer lecciones de los mensajes electorales emitidos. Sobre todo, cuando al juguete “que viene Vox” se le agotó la cuerda, más, ante la humillación a la que Otegi sometió a los socialistas con candidatos terroristas. El ecosistema político español ha cambiado y el sanchismo pasa a situación de agonía. El recurso a la industria del antifranquismo ya no da para más. Sería un error mantener los análisis que utilizan la gramática propia de una realidad que ya no existe.
Pronto surgirán voluntarios para liderar una regeneración del PSOE sin sanchismo. Quien conozca la organización sabrá que eso es una quimera. Pedro Sánchez es sólo subproducto en un partido que empezó a degradarse mucho antes de su llegada a la dirección. Él, como antes Zapatero -al que González hasta le puso el jefe de gabinete-, es el resultado del interés de la vieja guardia por controlar la sucesión con liderazgos manejables, y mediocres. Incluso Rubalcaba puso como su segundo a Oscar López -el del pacto con el acosador condenado de Ponferrada-, que ahora es también el dos de Moncloa. Estos son hoy el partido en todo el país; no hay más con qué refundar.
La novedad que aporta el 28-M es que secesionistas y promotores de la plurinacionalidad pierden el control del gobierno. Esa es su derrota, y lo saben
Hace años hubiera sido decisiva la sustitución del PSC por un PSOE catalán libre del virus soberanista. No se hizo, y los políticos socialistas de Cataluña, contaminados de nacionalismo -como demuestran las fugas masivas al independentista ERC-, se hicieron con el control de todo el Partido Socialista en España y le impusieron su orientación soberanista. Los resultados están a la vista.
Cuando Jaume Collboni dice en campaña que será alcalde de Barcelona “sólo con quien sea leal al Estado español”, engaña a los electores. Sabe que se aliará justamente con enemigos declarados de la España constitucional. La novedad que aporta el 28-M es que secesionistas y promotores de la plurinacionalidad pierden el control del gobierno. Esa es su derrota, y lo saben.
¿Pedro Sánchez? El 28-M pone fin a su aventura. Pasará a la Historia por demasiado cesarismo para tan poco César.
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