Hay que ir a las urnas. Es preciso adelantar las elecciones. En el equipo de Isabel Díaz Ayuso se piensa en convocar junto a las catalanas. El efecto anti-Torra, que en Madrid pesa, actuaría de percutor, de ariete ideológico. La jugada perfecta que las encuestas bendicen. El PP pasaría de 30 a 40 escaños. Victoria inapelable. Apenas lleva un año al frente de la Comunidad de Madrid y en este Gobierno ya se piensa en clave de papeletas. Hay un motivo claro, una amenaza tangible: el zumbido de la moción de censura se ha convertido en estruendo insoportable. Ciudadanos no es de fiar y su líder madrileño, Ignacio Aguado, 'de una insipidez mal azucarada' que diría Galdós, menos.
Este ha sido para la región el verano de todos los demonios. La pandemia amenazante y la zozobra ante vuelta al cole. Ayuso se desayuna cada mañana con una desaforada dosis de ponzoña, una descarga de artillería tóxica que se lanza sin tregua desde los medios vasallos del sanchismo. Algunos voceros socialistas califican de 'neurosis obsesiva', 'victimismo' o 'disparatadas invenciones' las quejas que, de cuando en cuando, se escuchan desde la sede de la Puerta del Sol. "Hay un ensañamiento contra Madrid", es lo más estruendoso que ha salido de los labios de la presidenta. Un dato: quince autonomías superan a Madrid en el terrible apartado de la mortalidad durante los rebrotes. Pero es Ayuso quien contagia, es ella 'la bomba vírica radiactiva' de la que hablaba el taimado Page. Es Madrid quien preocupa, quien inquieta, quien le quita el sueño a Fernando Simón, el surfero portavoz de la pandemia, aprendiz de epidemiólogo convertido en el gran pregonero de la 'madrileñofobia'.
Sánchez ha puesto precio a su cabeza, quiere hacerse con Madrid, a cualquier precio. Está en marcha un 'tamayazo' de color naranja
En apenas unos meses de mandato, la presidenta ha trocado su débil epidermis en férrea coraza antitanques. Se desenvuelve con soltura en la cuerda floja de ese abismo infernal. "La primera condición de un político es saber soportar atrocidades", aconsejaba Azaña. Sánchez ha puesto precio a su cabeza, quiere hacerse con Madrid, cueste lo que cueste. Le ha encargado la operación a José Manuel Franco, líder socialista de la región y delegado del Gobierno en sus horas libres. Un personaje oscuro, de rostro ceñudo y desapacible, que pasó a la historia por ponerle alfombra roja a los miles de contagios del 8-M.
Ceder el sillón de la Puerta del Sol
La moción está en marcha según se escucha en los pasillos de la Comunidad. Tres votos tránsfugas de Ciudadanos bastarían para defenestrar al PP. Aguado se frota las manos, según la generalizada sospecha. Tiene derecho a cumplir su sueño de ocupar la presidencia. Así es nuestra política, una sucesión de intrigas, puñaladas y traiciones. Todo ético y estimulante. El problema es que al PP no le agrada esta idea de cederle amablemente la silla. Incluso su jefa natural, Inés Arrimadas, apenas ha dado muestras de quererlo en la cúspide de la Puerta del Sol merced a semejante artimaña.
Ahora lo urgente para la dirección del PP es esquivar la embestida de la 'Kitchen' sin demasiados costurones. Otra torpeza de Rajoy
El adelanto electoral no encaja en la estrategia de Génova. Lo ven precipitado y suicida. Ayuso no es Almeida, comentan. El alcalde goza ahora de un perfil ganador y arrasaría. Estiman en la cúpula del partido que unir las elecciones madrileñas a las catalanas es un factor interesante pero en absoluto decisivo. Además, nadie sabe cuándo convocará Torra, que está como un changarro. Una derrota en Madrid lastraría la lenta recuperación de Pablo Casado, a quien le sonríe la demoscopia. Ahora, lo urgente para la dirección del PP es esquivar la embestida de la 'Kitchen' sin demasiados costurones. Otra torpeza de Rajoy, que se rodeaba de de tipos intelectualmente raquíticos y políticamente menesterosos. Cuánto necio acaba destrozando su propia biografía.
El ayusimo más activo y beligerante considera que el único antídoto contra la previsible moción es convocar, adelantarse, llevar la iniciativa. La presidenta nada dice en público. Se asoma al balcón de su despacho y contempla el anuncio luminoso de Tío Pepe que, pese cambios de ordenanzas, enojosas campañas y furibundos ataques, ahí sigue. El faro que ilumina la Puerta del Sol.