Uno de esos independentistas que ha hecho del procés su fuente de ingresos y que, teniendo un pie profesional en Madrid, cambia habitualmente de discurso en la cafetería del AVE a su paso por Zaragoza -si el tren va en dirección Madrid, adquiriendo un más que vago federalismo perfectamente compatible con la unidad de España, si el tren va en dirección Barcelona, un soberanismo sin fisuras que exige la república catalana inmediat- comentó un día en mi presencia, porque la naturaleza humana es así de incauta, su obsesión por Isabel Díaz Ayuso. “Estoy en contra de todo lo que ella defiende, es una facha de libro, pero la encuentro fascinante. Y como política, al margen de sus ideas, la mejor”. Algo sonrojado por mi silencio y por las caras de asombro de sus demás interlocutores, todos de su cuerda menos yo, consideró que ya no tenía nada que perder y siguió atropelladamente hacia lo que de verdad tenía ganas de decir. “Y es atractivísima”.
Ese es el efecto que produce Isabel Díaz Ayuso no solo en mi anónimo interlocutor sino en todos sus adversarios. Una mezcla de frustración, impotencia, asombro, contrariedad y, por detrás de todo ello, grandes dosis de admiración a duras penas contenida. En algunas mujeres de la izquierda, y eso es muy evidente para otra mujer como yo, se añade a todo eso una gran envidia y no pocos celos. Ayuso es una mujer que está donde está por sus propios méritos sin marido o novio que la haya colocado. Una mujer que, además, es muy guapa y que no pide perdón ni por ello ni por nada. No hay sosoridad ninguna por parte de las hermanas de la izquierda, las Belarras, Monteros, Pams y Mónicas Díaz de la vida, para con ella. Muy al contrario, le reservan una rabia y una vileza en sus ataques que no tendrían si quien preside Madrid no fuera mujer sino hombre.
La presidenta de Madrid añade a su carrera de triunfos el no menor de reducirlas a los ojos de todos a su condición natural de hermanastras de la Cenicienta
Por algún motivo, su condición femenina es un insulto más para la izquierda, que no puede soportar que la mujer con más poder político efectivo en España sea alguien que les niega por una vez la superioridad moral. Y cuando todas estas mujeres de la extrema izquierda claman contra ella desde cualquier micrófono, con el gesto descompuesto por la ira, la presidenta de Madrid añade a su carrera de triunfos el no menor de reducirlas a los ojos de todos a su condición natural de hermanastras de la Cenicienta. Imágenes que te definen. De esas que impiden, en palabras de Ione Belarra, que te saquen guapa en las fotos.
Es en esa desesperación contra ella donde debe enmarcarse una campaña llena de bajezas y de acosos personales, con esa gran lona desplegando el rostro de un hombre inocente colgando de un edificio de Madrid. Porque quieren vencerla pero, no se engañen con esto, sobre todo quieren herirla. Su éxito es intragable precisamente porque es una mujer que se escapa del victimismo en el que esta pandilla quiere encerrarnos a todas. Un fenómeno que ni entienden ni pueden controlar.
La lona con el rostro de su hermano está en realidad impresa con la impotencia y la incapacidad de los que la han colgado de la fachada
Ayuso ha llegado hasta aquí venciendo muchas dificultades y aprendiendo de todas ellas. Muchas han sido las traiciones, y la peor vino del propio presidente de su partido, y de todas ha salido fortalecida. La lona con el rostro de su hermano está en realidad impresa con la impotencia y la incapacidad de los que la han colgado de la fachada. De esa energía desperdiciada en odiarla saca Ayuso la fuerza para volver a ganar las elecciones, y tan guapa y tan segura de sus ideas como siempre, seguirá desesperando a los que, además de temerla, la odiarán durante por lo menos cuatro años más.
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