En este país de nuevos ricos en el que se ha convertido España ya no nos acordamos de que, no hace tantos años, el lujo era poder ir al levante en verano la familia al completo en un coche sin aire acondicionado en el que todos los que en esa época éramos pequeños empezábamos a preguntar a nuestros padres “cuánto falta” a los cinco minutos de salir de nuestra casa. En esa época, Santo Domingo era un sueño que la mayoría consideraba irrealizable: un Caribe de playas blancas, palmeras y mar turquesa igual al que veíamos en las películas americanas, y que a pesar de estar tan cerca culturalmente y de hablar en nuestra propia lengua estaba muy lejos de poder hacerse realidad para la mayoría de nuestras familias.
Años después, la emprendedora industria hotelera nacional empezó a abrir establecimientos en el país caribeño de un lujo asequible para muchos. Pronto fue normal conocer a amigos que habían pasado unas vacaciones en magníficos complejos turísticos entre cocoteros con su pulsera de todo incluido y sus actividades programadas, y Santo Domingo dejó de estar tan lejos. El que quería, esforzándose un poco, podía ir. Se convirtió en un destino popular para viajes de novios, grupos de amigos y clanes familiares, y la República Dominicana salió de las películas para incorporarse a las imágenes que ahora se guardan en los álbumes de fotos colocados en las estanterías del salón de muchos hogares españoles.
También se acercó Santo Domingo a España a través de Juan Luis Guerra, que rompió las listas de éxitos de hace ya unas décadas con una lluvia de café sobre todos los campos, de secano o de regadío, que parecía no amainar nunca. En las verbenas de todos los pueblos, hombres recios que jamás habían bailado otra cosa que no fuera un pasodoble se lanzaron a la pista a bailar bachata para agradar a sus mujeres, siempre más bailonas. Santo Domingo en el corazón.
Lo del Caribe es nuevo en su vida, justo como la nueva carrera profesional de conseguidora de fondos europeos de Begoña. Pero nada que ver con su paso por el poder, por supuesto, no me piensen ustedes mal
Pero nada de todo ello es comparable a los 39 vuelos en Falcon y Airbus oficiales realizados desde marzo de 2021 del presidente del gobierno, ministros, cargos y carguillos de este gobierno de socialistos que Moncloa se niega a justificar. Nada menos que 39 viajes en 36 meses, que se dice pronto. Más de un vuelo mensual. No se comprende muy bien el ansia viva de viajar a Santo Domingo de este gobierno, que parece que tuviera que vigilar alguna obra o controlar algún negocio en dicho país. De momento, viajan más hasta allí que muchos de nosotros a nuestro pueblo, y a falta de darnos razones que lo justifiquen, no pueden extrañarse de que los paganos de tanto puente aéreo.-usted y yo, señora- saquemos nuestras propias conclusiones. Santo Domingo aparece repetidamente en las investigaciones sobre la trama Koldo de este Gobierno corrupto como lugar favorito para blanqueo de dinero, y allí tienen residencia y disfrutan de su doble nacionalidad los Hidalgo, amigos de Begoña Gómez que se beneficiaron del inexplicable rescate gubernamental de su línea aérea Air Europa.
Curiosamente estaba también Luis Rubiales en Santo Domingo mientras discurría la operación policial contra la RFEF, lo que le ha librado momentáneamente de su detención. Parece que la criatura comparte con Sánchez y compañía la pasión por ese país en el que suele pasar temporadas hospedado en la zona donde los Hidalgo Air Europos tienen apartamentos. Para que luego digan que las casualidades no existen.
Lo que está claro es que la devoción caribeña no le venía a Sánchez de antes ni puede justificar por tradición familiar sus viajes a la isla. Cuando el PSOE consiguió repeler su candidatura a la Secretaría General del partido, no fue allí donde se dirigieron los Sánchez Gómez para lamerse las heridas sino a California, donde pasaron un mes a todo plan como cualquier familia socialista de su edad. Lo del Caribe es nuevo en su vida, justo como la nueva carrera profesional de conseguidora de fondos europeos de Begoña. Pero nada que ver con su paso por el poder, por supuesto, no me piensen ustedes mal.
Lo que no sabemos es por qué y para qué tanto viaje a Santo Domingo. Tampoco sabemos con quién y con qué. Muchas preguntas sin respuesta que no pueden crearnos más y mayores sospechas y que los que podrían contestarlas se empeñan en no revelar. Un misterio que, por seguir a Juan Luis Guerra, nos sube la bilirrubina a todos los que nos vemos obligados a financiar al gobierno más corrupto de la democracia.
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