Con un déficit estructural endémico y voluminoso, así como con una pila de deuda pública que no anda lejos del 120% del PIB, en España deberíamos aplicar una política fiscal seria y rigurosa, que huya de las veleidades populistas de la bajada de impuestos indiscriminada. Y que sirva para ir ganando la confianza de los mercados y bajar la prima de riesgo exigida para colocar nuevas emisiones de deuda. Sin embargo, nuestros políticos muestran estar absolutamente de espaldas a la realidad y utilizan los temas fiscales para su conveniencia.
Para Sánchez este asunto es puramente instrumental, solo quiere hacer marketing electoral y la seguridad jurídica le importa poco. Así, no le importa aprobar hoy propuestas absurdas de sus populistas socios de gobierno que ayer descalificaba como carentes de sentido. Es el caso del impuesto a los bancos o del llamado a las grandes fortunas. En La Moncloa deben haber calculado que presentar a esos dos colectivos como los villanos de la trama les da rédito y han impartido instrucciones a los componentes del gobierno para repetir a todas horas el latiguillo de que gravan a los poderosos y ellos están con la clase media trabajadora (por cierto, nada más inexacto).
Aunque se trate de dos impuestos injustificados: uno porque se “vende” como un gravamen sobre beneficios extraordinarios, que son inexistentes, y recae sobre ingresos ordinarios, lo que tendrá consecuencias negativas para la economía española; y el otro porque solo busca castigar a los madrileños (y ahora a los andaluces) por no
votar al PSOE, sin que afecte al resto de españoles. Que sean ilegales y que los tribunales de justicia los puedan acabar tumbando tampoco le importa mucho.
Porque, probablemente, cuando ocurra eso habrá pasado bastante tiempo y él busca el impacto a corto plazo. Aparte de que el marrón de anular todo será para quien le sustituya. Tanto el gobierno como algunos economistas u opinadores cercanos al mismo nos dicen que la presión fiscal en España es menor que en algunos países europeos y que lo único que hay que hacer es subir impuestos. Olvidan varias cosas. Por ejemplo, que el carácter progresivo de los mismos hace que en los países de menor renta la presión fiscal tiene que salir menor. O que en España el peso de la economía sumergida es alto. Y, en definitiva, obvian que el esfuerzo fiscal, índice que tiene en cuenta la renta per cápita, es ciertamente elevado en nuestro país, en términos comparativos.
Es realmente asombroso que, en los varios años que llevamos ya de gobierno Frankenstein, a ningún miembro de los 22 ministerios de esa coalición le hayamos oído nunca hablar de reducción del gasto
Es realmente asombroso que, en los varios años que llevamos ya de gobierno Frankenstein, a ningún miembro de los 22 ministerios de esa coalición le hayamos oído nunca hablar de reducción del gasto. Y eso que su eficiencia para la consolidación fiscal es claramente mayor que la obtenida mediante las subidas impositivas. Les basta el mantra, repetido hasta aburrir, de que cualquier merma de ingresos daña la educación y la sanidad. Y punto. Sin embargo, luego leemos, por ejemplo, que a las ministras les gusta ir a Nueva York o que el propio presidente lo hace ¡con 31 acompañantes!
Sin embargo, la progresiva eliminación del déficit estructural exige actuar sobre el gasto. Por supuesto, con el redundante e improductivo, pero me temo que también con algún otro componente cuya limitación puede ser más dolorosa. Sin duda, habrá que actuar también sobre los ingresos, pero sin que ésta sea la vía exclusiva. Aparte de
que debería primarse el ensanchamiento de las bases de tributación más que la elevación de los tipos. De este gobierno, desgraciadamente, poco podemos esperar en materia de racionalización del gasto. Pero me temo que será un asunto de la máxima importancia para la administración que le sustituya dentro de un año, cuando acabe la
pesadilla gubernamental actual.
El coste de colocar deuda está subiendo rápido por el cambio de política monetaria del BCE, pero lo hará más en el futuro por la exigencia de mayores primas de riesgo si no moderamos los desequilibrios
Esta mención me lleva a referirme a las propuestas de la oposición. Que también utiliza políticamente la fiscalidad para intentar una mejora en las encuestas. Algunas propuestas son acertadas, como por ejemplo la de deflactar la tarifa para evitar que su carácter progresivo haga saltar la carga fiscal por motivos meramente inflacionistas.
Pero, abundar en la propuesta de reducir casi todos los impuestos, haciéndolo siempre y en todo lugar, con independencia de la coyuntura económica, no parece tampoco lo más adecuado. Y seguir a estas alturas insistiendo con la servilleta de Laffer, tampoco.
Aparte de que, en una situación de emergencia del déficit estructural, nunca deberían ofertarse bajadas de impuestos sin identificar previamente, y acompañándolo en la propuesta, la reducción de gastos correspondiente para compensar. Y más que compensar.
En fin, como decía el otro día el presidente del fondo BlackRock (el mayor del mundo), la cuestión de los déficits, así como la deuda que estamos dejando a generaciones futuras, va a ser cada vez más importante para los inversores y en los mercados. El coste de colocar deuda está subiendo rápido por el cambio de política monetaria del BCE, pero lo hará más en el futuro por la exigencia de mayores primas de riesgo si no moderamos los desequilibrios. Nuestros políticos todavía no se han enterado. Veremos el tiempo que tardan en entrar en razón y empiezan la consolidación fiscal.
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