Nunca sabremos qué habría ocurrido si Pedro Sánchez hubiera aceptado la rebaja de impuestos que le propuso Alberto Núñez Feijóo el 7 de abril. Ya es imposible medir cómo le habría sentado a la economía española, con sus hogares y sus empresas, las recetas que el líder popular le expuso al presidente del Gobierno en su primera cita.
Han pasado 175 días desde que Feijóo entró por primera vez al Palacio de La Moncloa como presidente del PP. Cruzó el umbral con una carpeta en la mano y salió con las manos vacías. La carpeta guardaba las principales propuestas que los populares desgranarían pocos días después, "todas ellas" -se apresuró a advertir Génova entonces- "realistas" y con posibilidad de "acometerse de forma inmediata".
La más precisa, y la que más molestó en Ferraz, fue una batería de bajadas de impuestos. El PP proponía, entre otras cosas, deflactar la tarifa del IRPF para lograr "un impacto directo en la reducción de la tarifa en las rentas del trabajo. Y "estudiar una nueva tarifa, incluso deflactando tan solo los primeros tramos", para concentrar los mayores beneficios en "las personas con menor renta".
El equipo económico de Génova, capitaneado por Juan Bravo, también planteaba un "impuesto negativo, articulado como pago anticipado", para apoyar a las "personas especialmente desprotegidas por el incremento del IPC". Las propuestas están por escrito y se pueden rescatar en la hemeroteca. También se puede buscar la respuesta que redactó Moncloa el 7 de abril, tras la visita de tres horas de Feijóo. La nota de prensa oficial no puede ser más explícita. Se titula: "El Gobierno valora la "buena disposición" de Feijóo y apunta la "poca concreción y ninguna documentación" aportadas por el líder popular".
Sánchez ninguneó al líder del PP no porque sus planteamientos fiscales fueran totalmente insensatos, sino porque discrepan con la férrea línea ideológica que trazó el presidente al sellar el pacto de coalición con un abrazo a Pablo Iglesias. La debilidad del Gobierno, la dependencia de los socios poco fiables que lo mantienen vivo en el Parlamento, evitaron que Sánchez escuchara, de verdad, a Feijóo. O hiciera suyas en ese momento algunas de las medidas que tanto impulso habrían dado a la economía.
En lugar de tocar el IRPF, el Gobierno apostó por combatir la inflación con bonificaciones generalistas como la de los carburantes, una medida cara y bastante ineficaz, al beneficiar por igual a todos los bolsillos y no fomentar la reducción del consumo.
Sánchez ninguneó en su día a Feijóo no porque sus planteamientos fiscales fueran totalmente insensatos, sino porque discrepan con la férrea línea ideológica que trazó el presidente al sellar el pacto de coalición
En vista de lo ocurrido, algunos barones socialistas promueven ahora recetas fiscales similares a las que recomendaba Feijóo: deflactación del IRPF, revisión de los tramos del impuesto para socorrer con más puntería a los colectivos que más están sufriendo la crisis de precios.
El propio Gobierno ha anunciado hoy, por fin, que retocará el IRPF. Hacienda beneficiará fiscalmente a las rentas inferiores a 21.000 euros, elevando el listón desde los 18.000 actuales. Lo llamativo, o lo reprochable, es que el PSOE mueva pieza seis meses después de el PP abogara por esa vía.
El líder socialista pudo tender puentes entonces pero optó por mantener la tierra quemada, rentable para su estrategia electoral, pero nociva para el conjunto de la economía. El discurso que ahora propagará Moncloa es el del 'hachazo' impositivo a las empresas y a los grandes patrimonios. Es el plato principal de un nuevo menú fiscal en el que las rebajas fiscales deberían pasar más o menos desapercibidas. Todo con el fin de remarcar que el principal partido de la oposición nunca tiene razón.
Sánchez puede mantenerse parapetado tras la coraza ideológica otros 175 días, a la espera de remontar en las encuestas, aún a riesgo de conducir de nuevo a los españoles a la recesión
La ministra de Hacienda, María Jesús Montero, volvió ayer a calificar de "populismo fiscal" la estrategia de Génova y de los Gobiernos autonómicos que abogan por combatir la crisis inflacionaria con una rebaja generalizada de impuestos. Madrid, Andalucía, Murcia o Galicia están entre ellos. También rema en la misma dirección el PNV en el País Vasco y -para rizar el rizo- el PSOE valenciano de Ximo Puig y el aragonés de Javier Lambán.
Retocando, aunque sea poco, el IRPF -además de las menores rentas se beneficiarán de la rebaja pymes y autónomos)- Sánchez pasa de puntillas por el aro. Rechaza, por ahora, deflactar el IRPF, pero todo se andará, en función de cómo evolucione el consumo en el tramo final del año.
La vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, también admitió ayer que la rebaja del IVA de los alimentos básicos puede ser la solución más efectiva para dar un respiro a los hogares. Queda enterrado, por tanto, su intento de impulsar un acuerdo entre las grandes cadenas de supermercados, que hubiera resultado ineficaz y, por encima de todo, ilegal.
En manos del presidente del Gobierno vuelve a estar la posibilidad de escuchar a quienes no piensan igual. Los "chamanes fiscales" los ha llamado Montero este jueves. Sánchez también puede mantenerse parapetado tras la coraza ideológica otros 175 días, a la espera de remontar en las encuestas, aún a riesgo de conducir de nuevo a los españoles a la recesión.
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