Cuando la podredumbre cerca a la “famiglia” (esposa y hermano) de Pedro Sánchez, al partido que capitanea y al Gobierno que rige con los indicios policiales y con autos judiciales que se amontonan en una miríada de escándalos, ninguna otra democracia europea consentiría que su primer ministro se mantuviera un minuto más al mando del país. Ahora bien, dado que “No verdad, Sánchez” no está dispuesto a afrontar sus responsabilidades políticas, sino a aferrarse al cargo incluso si fuera imputado como anticipa que hará su fiscal general del Estado en caso de serlo por revelación de secretos, ¿el Parlamento se plantará y desalojará de La Moncloa a quien llegó agitando la bandera de la regeneración para arriarla al instante y degenerar las instancias de poder bajo su égida? O, por contra, ¿coadyuvará a su impunidad para desdoro de las instituciones?
Porque, en esta encrucijada, todos esos diputados serán cómplices de la corrupción de Sánchez y su cohorte. Si la Cámara deja pasar como si tal cosa este reguero delictivo, llegará el día en que se avergonzará de no haber estado a la altura de las exigencias de la nación con sus instituciones minadas en este ominoso sexenio negro. Contra quien lo suyo es resistir como sea, los representantes de la soberanía nacional, por higiene democrática y por la imagen de España, deben restituir el decoro.
Sin necesidad de ser el personaje borgiano de Funes el memorioso, este introito evocará a algún perspicaz lector una catilinaria lanzada en mayo de 2018 desde el ambón del Salón de Plenos del Palacio de la Carrera de San Jerónimo. En efecto, desprovisto de comillas e intercambiado el sujeto, la diatriba se corresponde casi punto por punto con la arenga de la que se sirvió el lugarteniente de Sánchez, José Luis Ábalos, secretario de Organización del PSOE y albacea de sus secretos, para auspiciar la “moción de censura Frankenstein” en la que, tras cuestionar la legitimidad de la victoria del PP, emplazó a la oposición a derribar a quien el PNV acababa de votarle a favor los Presupuestos del Estado. Con solo 84 diputados propios en un hemiciclo de 350, Sánchez alcanzó La Moncloa, no para finiquitar la corrupción, sino para quedarse con el negocio. Es más, aprovechó la emergencia del Covid para alterar las reglas del juego y hacer literalmente de oro (con lingotes venezolanos) a su círculo más próximo como el zapaterismo con el embajador Morodo.
Nadie puede ser cirujano de sí mismo y, por eso, en vez pedir perdón, saca pecho, y se da golpes como Tarzán ante un enardecido coro de turiferarios de un PSOE que ya solo es Sánchez
“Dará idea de lo que quieren a España si creen que es de recibo extender la mancha de la corrupción por todo el país”, sentenció en plan patriótico el hijo del diestro 'Carbonerito' haciendo de peón de brega de un Sánchez al que hoy anega una corrupción desbordada tras ser presidente con la argucia de la morcilla que introdujo un juez amigo en una sentencia del “caso Gürtel”, luego enmendada por la instancia superior, pero que bastó para que las televisiones amigas con el concurso del exjuez Garzón crearan el clima adecuado. Si Cesare Lombroso, el criminalista italiano del XIX, pensaba que la cara es el espejo del alma, no cabe duda de que Sánchez, pese a ser un autómata con gran dominio de la mentira, no pudo disimular el viernes, a la salida de su audiencia papal, que llevaba la procesión por dentro. Bastaba escrutar su faz y escuchar su larga cambiada a la única pregunta comprometida que se le toleró a los periodistas que le acompañaron al Vaticano.
Cuando Sánchez promete “tolerancia cero” tras “confesarse” con el Pontífice, ¿se refiere a que no la tendrá con su mujer, con su hermano o con él? Nadie puede ser cirujano de sí mismo y, por eso, en vez pedir perdón, saca pecho, y se da golpes como Tarzán ante un enardecido coro de turiferarios de un PSOE que ya solo es Sánchez. Blandiendo su honor herido, revive a Groucho Marx y su “sólo hay una forma de saber si un hombre es honesto: preguntárselo. Y si responde ‘sí’, sabes que está corrupto”
No en vano, en una “septimana horribilis”, la Audiencia de Madrid ha frenado en seco por segunda vez su tentativa de descabalar al juez Peinado tras imputar por corrupción y tráfico de influencias a su “consuerte” por sus enjuagues particulares desde La Moncloa y los informes de la Guardia Civil lo sitúan como el 'Jefe 1' de la banda que conforma la trama a la que, al inicio, dio denominación de origen aquel Koldo García que custodió sus avales para ser secretario general del PSOE y al que catalogó de ser “el último aizcolari socialista”, amén de “un referente político” tras ser matón de prostíbulo. Como en Lo que la verdad esconde, de Robert Zemeckis, todo le ha explotado en el momento más inadecuado como al feliz matrimonio de la cinta.
Así, Sánchez se ha caído con todo el equipo al sumar al familismo amoral el de partido y de Gobierno, sin que quepa hacer distingos, en una madeja tan enredada que pareciera haber jugado el gato con ella. No obstante, los investigadores policiales y los instructores judiciales comienzan a atar cabos despejándose la “x” en contraste con aquella otra de los crímenes de Estado de los GAL. Entonces el otrora juez Garzón no osó identificar aquella x que era 'vox pópuli' para no obstruir su ambición política, luego malograda en parte. Su colega Marlaska sí que consiguió con Sánchez, después de cabildearlo con Rajoy, el Ministerio del Interior que aquel apetecía con tal desmesura que derrapó y perdió la toga al contravenir el derecho de defensa. Como hogaño su discípulo Álvaro García Ortiz, Fiscal General del Estado, con la pareja de la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso.
Marlaska permite como ministro chivatazos como el del Faisán de Rubalcaba para que el antaño juez no desarticulara la red del “impuesto revolucionario” de sus hoy socios de ETA con los que andaba en tratos Zapatero
A este respecto, Sánchez es en sí mismo todo un caso. No hay casualidades sino causalidades con el comisionista Aldama, hoy en prisión por el asunto colateral del IVA de los hidrocarburos con licencia de estraperlista, apareciendo en todos los lugares del planeta donde se paraba la rueda de la fortuna sanchista. Todo ello con la connivencia de manzanas podridas de la Guardia Civil. Mientras la UCO se atiene a la divisa de la Benemérita, su director general, Leonardo Marco, avisaba a los delincuentes y era quitado de en medio deprisa y corriendo trasladándolo a la embajada en Washington como antes a la de Caracas con el comandante-topo de la trama sanchista. Mientras purga al coronel Pérez de los Cobos por preservar el secreto judicial sobre las primeras indagaciones sobre la pandemia, Marlaska permite como ministro chivatazos como el del Faisán de Rubalcaba para que el antaño juez no desarticulara la red del “impuesto revolucionario” de sus hoy socios de ETA con los que andaba en tratos Zapatero.
Si el “Begoñagate” no podía ser cosa exclusiva de su esposa como evidencia la instrucción judicial que ha motivado su imputación y la de sus cooperantes -el empresario Barrabés y el rector Goyache-, tampoco lo es la larga ristra, con el “Delcygate” como gran sumidero, que involucra a quienes auparon a Sánchez a la secretaría general del PSOE y al Gobierno. Uniendo los puntos de la corrupción de bajos fondos y altos vueltos (llámense Plus Ultra o Air Europa), sale retratado Sánchez. Si era de ley el rescate de Air Europa, como se arguye, a cuento de qué venían los trasteos de Javier Hidalgo con Begoña Gómez, a la que patrocinaba sus másteres de catedrática que no era, mientras su marido ratificaba sus apaños en otras citas y lo sancionaba en Consejo de ministros. Asimismo, a poco que los jueces aprieten las clavijas, la exvicepresidenta Calviño lleva como presidenta del BEI la senda de Magdalena Álvarez, quien hubo de largarse de la vicepresidencia del banco imputada por los ERE. Tampoco hay que echar en saco roto los gatuperios de la SEPI con María Jesús Montero y sus más de 10.000 millones para salvar las empresas con el comisionista Aldama moviéndose como Pedro por su casa.
Los chacales y las hienas
Si en el fraude mayúsculo de los ERE se patentizó judicialmente que no fue un latrocinio de “cuatro golfos” como manifestaba Chaves para ocultar su directa incumbencia como presidente de la Junta y justificaba un neófito Sánchez enviado a las televisiones a curtirse en temas con los que los primeros espadas del PSOE no querían enfangarse, otro tanto con el “caso Koldo” primero, luego “caso Ábalos” como 'Jefe' y ahora, ya directamente, 'caso Sánchez' como 'Jefe 1', según las intervenciones telefónicas de la Guardia Civil. A este fin, el sanchismo replica la disposición de la mafia italiana inspirada en los ejércitos de César. Cada banda era comandada por un “capo” con un “sottocapo” y con “caporegime” o lugartenientes a las órdenes del “capo di tutti capi”, un jefe de los jefes que sería Sánchez. Así han ido perpetrando sus abusos sin reparar cuando cruzaban la frontera del delito y, si lo advertían, se creían impunes con su mayoría parlamentaria. Con ese escudo, como en El Gatopardo, los chacales y las hienas han reemplazado a gatopardos y leones.
En contraste con la primavera de 2018, siendo entonces la situación menos grave que la de este otoño de 2024, y eso que sólo han empezado a caer las primeras precipitaciones judiciales y policiales, la banda de Sánchez goza del seguro de indemnidad e inamovilidad de los votos de 'Txapote' (los bilduetarras) y del prófugo Puigdemont que no le dejarán caer hasta exprimirlo como un limón. Ello sitúa a la democracia española en un callejón sin salida. Sentada la premisa churchilliana de que “la democracia es el peor sistema de gobierno diseñado por el hombre, con excepción de todos los demás”, su virtud primordial no estriba en garantizar un buen gobierno, sino en posibilitar la salida de los malos gobiernos si no se averían sus mecanismos por autócratas que, una vez elegidos en las urnas, socavan de forma sutil o descarada su correcto funcionamiento.
Txapote' se cobra su voto de investidura con la estupidez de un PP al que, entre la prudencia y la vagancia, le cuesta asumir la cruda realidad de que quien estuvo resuelto a todo para tomar La Moncloa no desfallecerá para evitar su defenestración cual Maduro de esta 'Españazuela'
Como colige el politólogo británico John Keane en Vida y muerte de la democracia, estos despotismos contemporáneos muestran que los votos pueden usarse para arruinar la democracia con la eficacia de las balas. Si ésta deja de ser monitorizada por Parlamentos que fiscalicen al Ejecutivo, tribunales independientes y prensa libre, la mariposa de la democracia se convierte en oruga con Estados corruptos fiados a sátrapas que combinan la fuerza del puño con la servidumbre voluntaria de súbditos que prestan sus votos a quienes, a cambio de favores, consuman el “democidio” en su nombre.
En la recepción real del Día de la Hispanidad, todas las inquietudes se cifraban en una: ¿Aguantará “éste” (por Sánchez) o no? Ni que decir tiene que el Ufano de La Moncloa aguantará lo que le transijan sus socios de su "non sancta" alianza frankenstein. Pero el quid de la cuestión es averiguar cuánto se sostendrá “esto” (o sea, la democracia y la nación) con quien no rehusará en su caída a arrastrar todo lo que le quede al alcance incluida la Corona. De ahí que, desde medios progubernamentales, se avienten las viejas pendencias que movieron a la forzada abdicación de Juan Carlos I rescatadas con sensacionalismo compulsivo del baúl de los recuerdos y que Sánchez aprovecha para tapar su desnudez. Al revés que Sansón, procurará que las columnas del templo aplasten únicamente a los filisteos. Un ególatra narcisista buscará sobrevivir a costa de lo que sea por horrible que resulte.
Para atrincherarse en La Moncloa, Sánchez demolerá la democracia y entregará la nación a sus enemigos pasando de la fase de “presos por presupuestos” a la de “territorios por presupuestos”. Y luego dirán que ETA ya no existe con socialistas como Patxi López transitando de pasear a hombros el féretro de su compañero Isaías Carrasco y echar casi a patadas de la capilla ardiente al entonces presidente Rajoy a aprobar la “enmienda Txapote” que aminora la condena a su asesino y a cuarenta más. ETA no mata, sin duda, tras el ímprobo esfuerzo policial, judicial y ciudadano, pero corroe a cencerros tapados la democracia y derruye la nación. De hecho, 'Txapote' se cobra su voto de investidura con la estupidez de un PP al que, entre la prudencia y la vagancia, le cuesta asumir la cruda realidad de que quien estuvo resuelto a todo para tomar La Moncloa no desfallecerá para evitar su defenestración cual Maduro de esta 'Españazuela.
La obligación del PP
Si se avisa con reiteración del “pacto de la capucha” por el que Bildu cosecha las nueces del nogal de la investidura de Sánchez, la obligación del PP era estar ojo avizor, aunque sus votos no basten para impedir el desafuero contra la memoria y la dignidad de las víctimas del terrorismo, a cómo un amoral Sánchez disfraza el pago del “impuesto revolucionario” de su investidura. Cuando se incurre en la corrupción máxima de comprar votos para atornillarse en el machito, la falta de escrúpulos puede conducir a ser el “Jefe 1” de una banda no de orquesta como su hermano.
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