A la mayoría de los españoles les de igual nuestro déficit estructural, los continuos máximos históricos del volumen de la deuda pública y hasta el movimiento del PIB. Una y otra vez votan al que hace las mejores promesas o dejan de votar al que les ha decepcionado, pero nunca exigen que nuestro país tenga unas cuentas públicas saneadas. Cuando el no tenerlas provoca crisis como la de 2012, se les echa la culpa a los especuladores, a “los mercados” o a la banca, da igual. Si, además, el problema lo resuelve BCE sin condiciones, pocos se acuerdan ya de arreglar los desequilibrios que han causado los problemas. Encuentro una gran similitud entre esto y lo que piensan la mayoría de aficionados culés de la gravísima situación económica de su club.
El Fútbol Club Barcelona tiene en su haber 26 ligas y 31 copas del Rey; es, incluso más que el Real Madrid, el que ostenta más títulos nacionales en España, y el segundo en Europa. También ostenta cinco copas de Europa, lo que le sitúa quinto en ese aspecto. Sus mejores números vienen de rachas muy concretas, pues destaca la vivida a comienzos de este siglo cuando, según las estadísticas que realiza el IFFHS, el mejor equipo de fútbol europeo y mundial de la primera década del siglo XXI. Antes fue muy irregular: de 1961 a 1984 sólo ganó una Liga, la del primer año como jugador de Cruyff; en cuanto a Europa, hasta 1992 no ganó su primera Copa de Europa y las cuatro siguientes fueron obtenidas de 2006 a 2015, destacando el “sextete” de 2009 cuando, con Pep Guardiola de entrenador, el club ganó todas las competiciones que disputó. En 2015 consiguió su segundo triplete, algo que no ha conseguido nadie más en Europa. Sin embargo, de eso hace siete años y aunque ha ganado desde entonces dos ligas y tres copas del rey, 2022 es su segundo año, de los últimos tres, en los que no obtiene ningún título, sólo lleva una copa del rey en tres años.
Tiene millones de seguidores por todo el mundo y estoy seguro de que los seguirá teniendo, aunque su mala racha de resultados se prolongue unos años
Al igual que le pasó a España en los primeros años de este siglo cuando su economía crecía muy por encima de la media europea con una ratio de deuda pública bajísima y un rating AAA, el Barça ha desaprovechado su mejor época. No obstante, el club no ha perdido popularidad y tiene millones de seguidores por todo el mundo (y estoy seguro de que los seguirá teniendo, aunque su mala racha de resultados se prolongue unos años) y, a pesar de todos los problemas que se le acumularon el curso pasado, consiguió el subcampeonato de Liga.
De todos es conocido el problema financiero del Barcelona pero muchos sólo se dieron cuenta cuando, a pesar de las promesas en campaña de Joan Laporta, su actual presidente, tuvo que dejar marchar a Messi por no poderle pagar su salario. Entonces empezó una campaña en la que se criticó con dureza al anterior máximo dirigente, Josep M. Bartomeu, al que se le acusó de una gestión económica irresponsable. Como ocurre en la política española, el que llega echa las culpas al anterior y sus medios afines le ayudan en esa campaña, tenga o no tenga razón. Cabe señalar que, en este caso, parece que las críticas a Bartomeu son justas.
El problema es que es difícil, como nos ha pasado a muchos con PP y PSOE cuando han gobernado, ver un cambio real con el nuevo equipo gestor. Laporta, ante la grave situación financiera del club, podía haber optado por una gestión sensata: reducir gastos en otras secciones (ha hecho lo contrario, especialmente en baloncesto, donde ha disparado los fichajes millonarios), y asumir que con la plantilla que tenía el año pasado, más el gran recurso de la Masía, podía asegurar al menos la cuarta plaza en la Liga (y por tanto tener acceso a la Champions), y con una política austera intentar sanear. Incluso podía haber renunciado al proyecto de mejora del estadio (que le obligará a jugar en otro más pequeño con menos plazas). Pero optó por más inversión, en la esperanza de conseguir más triunfos que le reportaran más ingresos, confiando, por ejemplo, llegar más lejos que el año pasado en “la Champions”. Las previsiones irreales también son comunes en nuestros ministros de Hacienda cuando elaboran los Presupuestos Generales del Estado.
El mejor ejemplo lo tenemos en Lewandosky, un gran fichaje que en principio parece estar cumpliendo con la expectativa, pero al que se le ha hecho un contrato millonario por cuatro temporadas pese que cuenta con 34 años
Nunca, que yo recuerde, había usado nadie el término 'palancas' en este contexto, pero hay que reconocerle a Laporta que es un gran invento de márquetin puesto que queda mucho mejor que “voy a perder ingresos futuros durante décadas para hacer fichajes que me van a durar unos pocos años”. Si el Gobierno español tira de deudas, el FCB lo que hace es asegurar que en el futuro va a tener más dificultades para pagarlas al perder ingresos fijos. En cualquier caso, no es posible aún, a pesar del evidente fracaso en Champions, saber si es mejor la actual política o la “austera”, lo que sí parece evidente es que, como pasa muchas veces en política, los mismos que criticaron la gestión de Bartomeu ahora aplauden los riesgos financieros evidentes tomados por su sucesor, cuando básicamente ambos han hecho lo mismo: realizar apuestas arriesgadas primando el corto plazo sobre el largo. Quizás el mejor ejemplo lo tengamos en Lewandosky, un gran fichaje que en principio parece estar cumpliendo de sobra con la expectativa que despertó, pero al que se le ha hecho un contrato millonario por cuatro temporadas teniendo 34 años, algo que recuerda muchos a los de otros jugadores que ya no están en su mejor forma pero siguen teniendo un sueldo altísimo como Piqué o Alba.
Durante años, la deuda del FCB no ha dejado se subir, la masa salarial, tras el bajón momentáneo por la marcha de Messi, ha vuelto a elevarse, y, por culpa de “las palancas”, los ingresos se verán reducidos los próximos años. Pero los medios afines subrayan lo altísimo que es el actual presupuesto como algo positivo (¡!), lo que me recuerda lo que hace la gente cuando les gobierna su partido, con lo que demuestran no sólo su servilismo, también su falta de cultura económica. Tal y como les ocurre a los ciudadanos con el déficit, la deuda o el PIB, a la mayoría de culés les dará igual la mala situación financiera del club o la muy discutible gestión económica de la actual directiva, si consigue ganar títulos. Y si no los gana, como hacen nuestros gestores políticos cuando sus previsiones no se cumplen, echarán la culpa a factores externos, y volverán a hacer promesas aumentando el gasto para despertar el ánimo cara al curso siguiente. Muy razonables los parecidos, sí.