El intento de salida de Leo Messi del Barça ha sido traumático. Los seguidores culés que vieron nacer y crecer al astro del balón nunca se imaginaron que su retirada supondría un golpe a la autoestima del club y sus miembros. Al revés, se deseaba que Messi fuera parte del equipo blaugrana tras su retirada, quien sabe si como miembro de la directiva o del equipo técnico. Durante más de una década Messi era Barça y Barça era Messi y esta identificación será muy difícil de superar para aquellos que idolatraron a una persona y que la identificaron con el todo, haciendo de Messi la metonimia del club.
Muchos sabrán, y si no, se lo digo yo, que la que escribe sabe bastante poco de muchas cosas, pero si de algo me considero una auténtica ignorante es en las cuestión futbolera. Me aventuro a escribir sobre esta cuestión porque estas lineas no van de futbol, van de liderazgo y, desde que Leo Messi se convirtió en el gigante del fútbol, nunca fue un jugador más. Era el referente, un auténtico símbolo de una forma de entender el fútbol, los colores, un producto 100% Barça de la cantera. Por eso es, su intento frustrado de marcha no es una retirada más, es la amputacion de un símbolo, de un miembro vital del espíritu del Camp Nou, dejando una orfandad de liderazgo en un club, que siempre presumió de ser más que un club.
Organizaciones a la deriva
No me negarán que existe cierto el paralelismo en lo que supuso el intento de marcha de Messi del Barça, con el sonoro portazo de Puigdemont del PDeCAT; y es por ello, que admitiendo que existen muchas diferencias entre ambos personajes y que sus trayectorias y hazañas son muy diversas en cuanto a su dimensión y valencia, existen ciertas similitudes en lo que suponen para sus organizaciones y cómo éstas quedan huérfanas y a la deriva. Veamos porqué.
En primer lugar, tanto Puigdemont como Messi eran dos símbolos o referentes para un grupo de gente. El primero de la familia de los ex convergentes, el segundo de los culés. Ambos, lejos de ser un miembro más, se habían cosificado y santificado como metáforas de sus organizaciones, como los estandartes de una manera de hacer y entender, uno el fútbol, otro la política.
Talismanes de sus equipos
En segundo lugar, Messi y Puigdemont eran los talismanes de sus equipos. Tanto uno como otro se habían convertido en los armaguedones para ganar sus respectivas contiendas, uno partidos de fútbol, ligas y torneos; el segundo, las sucesivas campañas electorales en las que la marca del partido ya era una cuestión menor para acompañar a un candidato que nunca podrá ser investido president.
Además de ser dos símbolos y armas infalibles para ganar, tanto Messi como Puigdemont son dos piezas extemporáneas que permanecen como restos de una época de esplendor. Tanto el club blaugrana, como el espacio político de los convergentes habían disfrutado de una hegemonía propia de aquellos que contaban con grandes equipos, donde Puigdemont y Messi eran primus interpares, pero no solistas de organizaciones de poca monta. Y ahora, el PDeCAT y el Barça son solo un reflejo de aquello que fueron, dos organizaciones mal gestionadas, de la que ningún miembro se puede sentir orgulloso.
Si bien el Barça es un club de fútbol, que aunque con dificultades, saldrá de la crisis en la que se haya inmersa; dudo mucho que el PDCat corra la misma suerte
La comparación entre el intento de salida de Messi, que finalmente se quedará para no pagar, y el portazo de Puidemont no es ampliable a las organizaciones. Si bien el Barça es un club de fútbol, que aunque con dificultades, saldrá de la crisis en la que se haya inmersa; dudo mucho que el PDeCAT corra la misma suerte. Los de Bonbehí están sin líder, estafados por Puigdemont, con un drenaje continuo de militantes y cargos hacia otras fuerzas políticas, desahuciados del gobierno de la Generalitat y sin un relato coherente y creíble que vender en las próximas elecciones. El Barça sobrevivirá a esta marcha en diferido de Messi, pero no le auguro el mismo destino al PDeCAT.
La marcha de un liderazgo mesiánico nunca es asunto sencillo, pero es absolutamente traumático cuando esa marcha es una traición, una acción que daña a la autoestima de la organización, un acto de negación de lo que hasta el momento era tu familia. Messi y Puigdemont responden a un mismo patrón y no deja de ser una coincidencia histórica que ambos hayan elegido la misma semana para hacerlo, aunque el argentino haya frenado su marcha para no tener que pagar la multa. Los culés y los del PDeCAT hoy no tienen referentes, nadie a quien seguir, veremos como sobreviven las organizaciones a estos portazos.
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