Opinión

Barcelona nunca será Saigón

Cualquier observador medio de la realidad se da cuenta de que Barcelona nunca será Saigón, ya saben, la ciudad survietnamita que pasaría a la historia del siglo XX por aquella

  • El presidente de Òmnium Cultural, Jordi Cuixart, junto a Miquel Iceta. -

Cualquier observador medio de la realidad se da cuenta de que Barcelona nunca será Saigón, ya saben, la ciudad survietnamita que pasaría a la historia del siglo XX por aquella huidiza imagen del helicóptero de la Fuerza Aérea estadounidense posándose sobre el tejado de su embajada en abril de 1975 para evacuar los últimos efectivos de una guerra que los norteamericanos, creyéndose invencibles tras su triunfo en la Segunda Guerra Mundial, perdieron estrepitosamente .

Y no lo es por una cuestión previa a cualquier otra consideración: el destino del ocupante, entonces en el país asiático y ahora en Afganistán, sólo podía ser uno: irse tarde o temprano; con triunfo final de Ho Chi Minh y su guerrilla comunista o no. Mientras que el destino de España sólo puede ser otro: quedarse en una Cataluña donde han convivido durante milenios habitantes de uno y otro lado del Río Ebro, se han casado, han reído, llorado y hasta han hecho la guerra (civil) juntos; una tierra donde los apellidos más comunes son los muy españoles García, Martínez y López y en la cual el independentismo nunca ha pasado del 40% de apoyo sobre censo real, digan lo que digan los líderes del movimiento secesionista.

Bueno, pues si esto es tan obvio, o a mi me lo parece, ¿Qué lleva a una persona a la que tengo por inteligente, Miquel Iceta, a comparar ambas situaciones históricas, siquiera para rechazar el debate sobre si la mesa de diálogo Gobierno-Generalitat debería ser “cuadrada, redonda u octogonal” como ocurrió hace casi medio siglo en el sudeste asiático… ¿No se da cuenta, señor ministro, de que con ello está aceptando, de entrada, el marco del “conflicto” que le interesa a su adversario independentista?

Sin quererlo, Iceta ha venido a corroborar lo que dicen en voz baja muchos dirigentes territoriales del PSOE desde hace años: “El PSC, con su complejo frente al independentismo, es parte del problema catalán”

Si. Lo más increíble de todo es lo no verbal, el deseo de agradar al interlocutor independentista que subyacen en las palabras del todavía primer secretario de los socialistas catalanes, con permiso de Salvador Illa. Mucho más hondo en términos políticos de lo que puede parecer, porque viene a corroborar algo que éste que esto escribe ha escuchado en infinidad de ocasiones a dirigentes socialistas de otras federaciones: “El PSC con su complejo frente al independentismo es parte del problema” catalán.

Se refieren estos dirigentes al sinfín de ocasiones en que, pudiéndo representar un constitucionalismo light -si se quiere definir así para no verse contaminado con el españolismo de Vox, Ciudadanos o el PP-, el socialismo catalán optó por avalar el derecho a decidir en tiempos de Pere Navarro, allá por 2012. Luego Iceta y los suyos abjuraron de aquello, sí, pero el daño político ya estaba hecho; aunque sólo fuera porque, a diferencia de lo que ocurría por esas mismas fechas con el PSE de Patxi López en el País Vasco y su rotundo rechazo al Plan Ibarretxe, la postura del PSC permitió que el independentismo catalán pudiera esgrimir posteriormente sin rubor que “el 80% de los catalanes está a favor del derecho a decidir”.

En el ABC de cualquier manual de negociación entre iguales, en el supuesto de que esta que va a tener lugar esta semana entre Pedro Sánchez y Pere Aragonés lo fuera -que no lo es, porque nunca una parte puede negociar con el todo, como han recordado al presidente del Gobierno los mandatarios socialistas Emiliano García Page y Javier Lambán- figura abstenerse de dar por bueno el marco mental de tu interlocutor. Y nada puede agradar más a Aragonés que verse reconocido de antemano como el Ho Chi Minh catalán. No se ha visto en otra igual el sustituto al frente de las instituciones del excarcelado líder de ERC Oriol Junqueras.

Quiero creer a Sánchez cuando dice que el Estado no va a renunciar a su soberanía territorial y que, de las decisiones que atañen al conjunto de los españoles, habla el conjunto de los españoles; en referéndum, si. Sin componendas.

Quiero creer a Pedro Sánchez cuando dice que el Estado no va a renunciar a su soberanía territorial y que, de las decisiones que atañen al conjunto de los españoles, habla el conjunto de los españoles. en referéndum, si. No caben componendas. Si de algo podrá pronunciarse en consulta el pueblo de Cataluña es sobre una reforma del Estatuto de 2006, y no parecen ERC, mucho menos su socio, Junts pel Cat, nada proclives a semejante solución descafeinada.

Bueno, es lo que tiene haber engañado a los tuyos con una quimera independentista que nunca vas a poder lograr: luego tienes que desandar el camino andado. Pero eso y el debate sobre la mesa debe ser redonda, cuadrada u octogonal, es -o debería ser- un problema solamente suyo; de los Carles Puigdemont y demás líderes que han alimentado el monstruo, nunca puede ser el problema de un ministro del Gobierno de España que se va a sentar en esa mesa enfrente del independentismo… no al lado.

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