El último informe de Banco de España adolece de tres problemas. El primero, en materia económica, es el baluarte patrio del neoliberalismo -¡ojalá aprendiera algo del Banco de Inglaterra!-, y sus previsiones, basadas en los modelos DSGE, son en el mejor de los casos ridículas, con un acierto digno de ser usados como escopetas de ferias. Mi recomendación al gobernador de turno: utilice exclusivamente las previsiones de los modelos Ñ-STING. Del resto, olvídese.
El segundo: es un informe lleno de contradicciones. No es partidario de subir el salario mínimo -de nuevo quien hace y prepara las previsiones para el discursito del gobernador de turno volvió a demostrar su inutilidad-, pero no le gusta que las familias más pobres se endeuden, y encima afirma que no hay burbuja en los precios de alquiler. Si enlazan estas tres ideas, ¿qué conclusiones sacan? Pues sí, pura esquizofrenia.
Tercera, siguen con la cantinela de que el déficit público es horrible. ¿Saben acaso cuáles son las fuentes del crecimiento económico actual? Me temo que no. Ah, por cierto, ¿conocen el análisis de balances sectoriales de Wynne Godley? Me temo, de nuevo, que no. Si lo conocieran no harían las propuestas de política económica que aparecen en el informe, porque simplemente representan el caldo de cultivo para la siguiente recesión. Como corolario, nos vuelven a asustar de nuevo con las pensiones, usando argumentos teóricos falsos.
Inmediatamente me surgen varias preguntas, ¿es Banco de España un Banco Central independiente? En materia de política económica, evidentemente, ¡no! Pero es que además, en aquello donde el regulador sí que debería ser independiente, que es la supervisión y control del sistema bancario patrio, no lo es, porque, por obra y gracia de Aznar, mediados los 90, se quitó al cuerpo de inspección el status que en su momento les hacían ser los “enfant terrible” de los banqueros. Y a partir de ahí las conexiones entre banqueros, Gobierno, y gobernador de turno viciaron y pervirtieron todo. El ejemplo palmario, bajo Miguel Ángel Fernández Ordoñez, en el Gobierno de Zapatero, fue el análisis del sistema bancario por instituciones privadas que asesoraban a Cajas y Bancos, y la presión de ciertos banqueros que llamaban día sí y día también a la Oficina Económica del Gobierno para que no hubiera banco malo “a la sueca”. Y no contentos con ello, el gobernador y subgobernador, no hicieron nada ante unas cajas que no se podían recapitalizar en el mercado como los bancos, es decir, no las nacionalizaron. Era un botín muy goloso para otras instituciones que a duras penas se recapitalizaron.
Los que critican la subida del salario mínimo simplemente defienden los intereses de clase, concretamente de la ‘superclase’
Las recetas que propone el Banco de España son un ejemplo más de esas políticas económicas basadas en los cuentos infantiles de la ortodoxia neoclásica, y que suelen acabar en pesadilla. Por eso, si continúan recomendando y aplicando recetas fracasadas, ya no es solo un problema de incompetencia estructural, es algo más. Si fuera solo un tema de incompetencia estructural harían lo que está haciendo el premio Nobel de economía 2018, Paul Romer, vean “The Trouble with Macroeconomics”, es decir, denunciar el vacio intelectual y la crisis profunda por la que atraviesa el pensamiento económico moderno. Aquellos que critican la subida del salario mínimo, por ejemplo, simplemente defienden los intereses de clase, concretamente de la superclase. Y miren que ya les están avisando por activa y por pasiva hacia donde desembocará el capitalismo si no se toman las medidas oportunas. Recuerden a quién suena para ser gobernador de Bank of England, Raghuram Rajan. ¡Qué envidia!
Pero es que además ni siquiera entienden por qué está creciendo España, mientras nuestro entorno se desacelera. Las razones no tienen nada que ver con burdas explicaciones que leemos en cierta prensa loando aquello que denominan “reformas estructurales”, incluida esa reforma laboral cuya “virtud” ha sido empobrecer a los trabajadores españoles en una fase de expansión económica. Las claves han sido otras, la relajación presupuestaria y el papel del Banco Central Europeo, en lo que supone la aplicación de algunos de los principios de la Teoría Monetaria Moderna. Desde finales de 2013, con el consentimiento de Bruselas, la austeridad se relajó. El déficit estructural ha crecido desde entonces. La nueva política monetaria y la expansión fiscal permitieron la recuperación de la economía española que se vio además favorecida por la depreciación del euro y la evolución del precio de las materias primas. A lo que hay que añadir la subida programada de salarios en los presupuestos de 2018.
La propuesta insistente de Banco de España de alcanzar el equilibrio presupuestario provocará inestabilidad financiera y desempleo
España es uno de los países desarrollados con mayor dependencia de la financiación internacional. Nuestra deuda externa supera el billón de euros, correspondiendo la mitad al Estado. Pero a pesar del volumen de nuestra deuda, la actuación del Banco Central, especialmente tras la expansión cuantitativa, tanto en la compra de deuda soberana como privada, ha hecho que nuestro país no tenga problemas a la hora de refinanciarla, y que los sectores público y privado tengan acceso fácil a la financiación. La mayoría de los economistas aprendieron algo que ya era trivial para los economistas defensores de la Teoría Monetaria Moderna. El Banco Central puede financiar sin problemas a un Estado y favorecer el canal de transmisión de la política monetaria al sector privado. Ello no es imprimir dinero, como ha demostrado el BCE o la Reserva Federal, o el Banco de Inglaterra. Y la inflación sin aparecer.
Una apreciación final: la propuesta insistente de Banco de España de alcanzar el equilibrio presupuestario provocará inestabilidad financiera y desempleo. Obvian algo tan básico como la identidad de balances sectoriales, un hallazgo del economista británico Wynne Godley. Banco de España, como Nadia Calviño, parece no entender que el déficit del Estado es necesariamente igual al ahorro del sector no público. Si ignoramos el sector exterior entonces el desahorro del Estado es idéntico -hasta el céntimo- al ahorro de hogares y empresas. Si añadimos que nuestra balanza comercial es deficitaria, entonces el efecto de un equilibrio presupuestario del Gobierno sería endeudar aún más a unos hogares y empresas cuyas tasa de ahorro están en mínimos históricos. Esto solo puede llevar a una nueva crisis financiera como la que experimentamos en 2008.
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