El pasado viernes se conocieron los datos de afiliación y desempleo para el mes de junio publicados por los Ministerios de Trabajo y Economía Social y de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones. Las cifras confirmaron lo que todos empezábamos a avanzar prácticamente a inicios de abril y que no es más que, en este segundo trimestre de 2021, asistiríamos a una vuelta a un crecimiento impulsado por la vacunación y por el fin del estado de alarma. Este trimestre, decíamos, dibujaría una clara diferencia con el accidentado primero de este mismo año.
Las cifras son positivas, y sin paliativo alguno. La afiliación creció en 202.857 respecto a mayo en términos desestacionalizados (un 1,06 % más). Este aumento es considerable, ya que nunca en la serie histórica de afiliación se había conocido tal crecimiento. Incluso dando por buena la desestacionalización, sobre la que tengo razonadas dudas de que no absorbe más de lo que le corresponde, es este sexto mes del año el del claro repunte del empleo. El desempleo cayó por segundo mes consecutivo también con cifras récord. En este mes en 166.911 personas.
Aunque el crecimiento de la afiliación está muy repartido en términos sectoriales, del mismo modo que lo está una pedrea navideña, dos sectores se apropian de casi un tercio de este: servicios de alojamiento y servicios de comidas y bebidas. Son, como todos sabemos, dos de los sectores a los que les quedan aún una brecha de actividad amplia que reducir para lograr normalizar su situación. Como era de esperar, ambos sectores han saludado la nueva estación con un aumento importante de la contratación. También las actividades deportivas, recreativas y de entretenimiento, aunque ya más lejos, junto con la educación se sumaron a este impulso. Por el contrario, actividades sanitarias redujeron de forma sensible su número de afiliados.
Carrera hacia la normalización
Por otro lado, tampoco debemos olvidarnos de la evolución de los trabajadores en ERTE. El 30 de junio había 447.820 trabajadores notificados en esa situación por 743.628 a 31 de marzo. Más de la mitad de estos trabajadores, que aún están en esta situación, corresponden a solo tres sectores de los casi noventa en los que se distribuye la actividad productiva: hostelería, comercio y servicio de comidas. Así pues, en estos últimos noventa días, la afiliación ajustada de ERTE (eliminando en la primera los trabajadores en esta situación) aumentó en un 3,5 %, una cifra para nada despreciable. Debemos también congratularnos de que, respecto al máximo de trabajadores que llegó a estar en ERTE (más de 3,5 millones a finales de abril de 2020) hoy apenas queda un 12 % de aquella cifra.
Obviamente estamos asistiendo en este mes a una carrera hacia la normalización laboral después de un año y medio muy duro. De hecho, muchos dirán que son cifras irrelevantes por la situación, que solo refleja una vuelta a la normalidad. Nada excepcional. Sin embargo, esta reflexión es errónea, y esto por varios motivos. En primer lugar, los primeros meses de este año nos han enseñado que en esto de la recuperación no hay nada asegurado. Para lograr normalizar la situación han sido necesarios muchos esfuerzos y empujes por parte de todos. Y la vacunación es la principal razón, aunque no la única. En segundo lugar, cada una de estas cifras hace referencia a personas. Que no nos alegremos o demos por sentado que esto no es relevante, cuando los números nos hablan de una importante vuelta al empleo de muchos españoles, implica poca empatía, para empezar, y un error de análisis para continuar.
A partir del 9 de mayo la serie vuelve a coger impulso, lo que podría demostrar que es la eliminación de las restricciones lo que en buena medida explica el gran ritmo de este final de trimestre
Pero ¿qué nos cuenta además estas cifras sobre el momento económico actual, además de lo ya hablado? Para responder a esta pregunta hago uso de nuevo de los datos de afiliación diarios y de la movilidad publicados por Google y que vuelven a servir como indicadores de la evolución de la actividad económica en España a muy alta frecuencia. La figura incluida más abajo, donde se representan estos dos indicadores, muestra que el bache de la tercera ola se superó ya a finales de febrero en términos de actividad. Desde entonces, la suma de vacunaciones y, ya en mayo, el decaimiento del estado de alarma impulsaron la serie a ritmos de evolución de finales de verano de 2020. De hecho, se puede observar cómo, después de un par de semanas de estabilización, a partir del 9 de mayo la serie vuelve a coger impulso, lo que podría demostrar que es la eliminación de las restricciones lo que en buena medida explica el gran ritmo de este final de trimestre. Otras cifras como el gasto en tarjetas que publica el BBVA Research con datos sobre consumo e inversión así lo confirman.
La afiliación corregida de trabajadores en ERTE tarda algo más en recuperarse, ya que no lo hace definitivamente hasta la primera semana de abril, alcanzando velocidad de crucero ya en mayo, coincidiendo de nuevo con la finalización del estado de alarma. Desde entonces su ritmo ha sido elevado, con tasas “intertrimestralizadas” superiores al 4 %. Esto sumado a lo anterior perfilan un final de trimestre muy positivo.
La incertidumbre sobre la movilidad de turistas extranjeros y el nuevo aumento de la incidencia, aunque en colectivos con menor riesgo hospitalario, pueden estar frenando en cierto modo esta mejoría
Sin embargo, parece que esta evolución, muy positiva, ha alcanzado un cierto máximo en su aceleración. A la espera de qué traerá consigo el actual cambio de mes, la mejoría en la actividad y en la afiliación parece estancarse. Ojo, hablamos de tasas de crecimiento, lo que supone que cada vez estamos mejor. Pero ese impulso, muy positivo, parece haber llegado a un máximo. Muy posiblemente, y a pesar de las menores restricciones a la actividad, sectores como la hostelería y la restauración, y para los cuáles tenemos cifras adelantadas muy positivas para este verano comparado con los meses desde iniciada la pandemia, están encontrando un techo superior. La incertidumbre sobre la movilidad de turistas extranjeros y el nuevo aumento de la incidencia, aunque en colectivos con menor riesgo hospitalario, pueden estar frenando en cierto modo esta mejoría. A esto podemos sumar, aunque ya en un ámbito más limitado, algunas restricciones de oferta que están limitando el consumo de ciertos bienes, como es por ejemplo la adquisición de vehículos. Pero para confirmar todo esto deberemos esperar a tener más información.
Dudas sobre el otoño
¿Qué podemos esperar para el resto del verano? Mi intuición es que, sin duda, en lo que resta del mismo seguiremos viendo datos bastante positivos, al menos en julio y, algo menos en agosto. Los avances de reservas auguran una temporada relativamente buena para lo que hemos vivido. Es muy posible que, si dichas reservas se concretan, consolidaremos una cierta normalización de la actividad hasta un porcentaje mejor al observado a primavera. Sin embargo, si no se terminan de despejar las dudas sobre la situación pandémica en las próximas semanas, podemos encarar el otoño con bastantes incertidumbres. En esos meses el turismo no vendrá a rescatarnos con el brío de los meses estivales, aunque eso sí, y como ya he comentado, la estacionalidad en estos momentos es secundaria, por lo que debemos estar preparados para cualquier sorpresa en positivo.
En definitiva, encaramos un verano, después de un fin de primavera excepcional, con garantías de seguir recuperando lo perdido. No obstante, la incertidumbre no ha desaparecido del todo, lo que puede debilitar el impulso en las próximas semanas. Debemos aún mantener ciertas precauciones de cara a evitar brotes masivos que, aun no afectando a la presión hospitalaria sí generan reacciones negativas por parte de una población muy sensible a las noticias. Estas, al final, se traducen en menor actividad, en menor crecimiento y en menor empleo.