Opinión

A Biden le estalla Ucrania en la cara

La semana pasada, varios ministerios ucranianos sufrieron un ciberataque bien planificado. No se trataba un hacker con mucho tiempo libre que había encontrado un agujero de seguridad y se coló

La semana pasada, varios ministerios ucranianos sufrieron un ciberataque bien planificado. No se trataba un hacker con mucho tiempo libre que había encontrado un agujero de seguridad y se coló por él. Detrás había profesionales que actuaban de forma organizada y que tenían un objetivo claro. Esto es lo que cree el Gobierno ucraniano y el de Estados Unidos, que ha ofrecido especialistas en la materia para que analicen lo sucedido. También se ha involucrado la OTAN. En un comunicado, el secretario general, Jens Stoltenberg, anticipó que la OTAN y Ucrania firmarán un acuerdo que dará a Ucrania acceso a la plataforma de intercambio de información de malware de la alianza, lo que podría ayudar a los especialistas en seguridad informática a descubrir más fácilmente a futuros intrusos. Stoltenberg, eso sí, fue prudente y no llegó en momento alguno a nombrar a Rusia como el instigador o causante del estropicio provocado por estos piratas.

La decisión de la OTAN llega justo cuando la administración estadounidense se encuentra ultimando un paquete de sanciones multilaterales contra Moscú si continúa con sus planes de intervención en Ucrania. En declaraciones a la prensa, la embajadora de Estados Unidos ante la OTAN, Julianne Smith, dijo que los ciberataques rusos podrían "ciertamente" desencadenar más sanciones. Una de esas sanciones podría ser desconectar al Kremlin del sistema de comunicaciones bancarias globales SWIFT, lo que les impediría valerse de su red para enviar y recibir transferencias bancarias. Vladimir Putin no se ha arrugado, el otro día advirtió a Biden que rompería relaciones diplomáticas con EEUU si imponían nuevas sanciones.

Es muy posible que haya más sanciones. El Gobierno ucraniano teme una invasión y ha pedido a Estados Unidos y a sus aliados de la OTAN que ofrezcan un apoyo más visible para disuadir a Rusia de una invasión. Esto incluye sanciones más duras, pero también incrementar la ayuda y el entrenamiento militar. El presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, respalda abiertamente un proyecto de ley de sanciones contra Rusia que ha puesto en marcha el senador Ted Cruz a cuenta del NordStream 2, el gasoducto que une bajo las aguas del Báltico la costa rusa con la alemana. El proyecto no ha conseguido ser aprobado por ahora porque los demócratas se han plantado.

Lo cierto es que, al menos hasta el momento, las sanciones por sí mismas no han servido para evitar la escalada bélica y, de camino, han enfadado mucho a los rusos. Quizá haga falta algo más contundente. Esta semana se celebró una reunión en Ginebra entre EEUU, la Unión Europea y Rusia en Ginebra para abordar el asunto, pero acabó en un callejón sin salida. Ninguna de las dos partes quiere ceder ni un palmo. Rusia pidió a Estados Unidos que no ampliase más la OTAN insistiendo en que si Ucrania ingresa habrá consecuencias porque esa es una línea roja. Estados Unidos y sus aliados quieren que la OTAN se amplíe si hay más Estados dispuestos a integrarse en ella y ya han dejado claro que no tolerarán que Rusia les ponga un veto, entre otras cosas porque no está en condiciones de poner vetos. Por ahora Ucrania no va a entrar en la OTAN, pero la puerta está abierta.

Estados Unidos pueda hacer en la ONU para obligar a Rusia, que cuenta con derecho de veto en el Consejo de Seguridad, a retirarse de la frontera ucraniana

La crisis podría ir a más y terminar a tiros en Ucrania. Una crisis que empezó el año pasado y que le ha terminado estallando a Biden en la cara. Puede llevárselo al Consejo de Seguridad de la ONU, pero lo cierto es que hay poco que Estados Unidos pueda hacer en la ONU para obligar a Rusia, que cuenta con derecho de veto en el Consejo de Seguridad, a retirarse de la frontera ucraniana. De cualquier modo, que el asunto acabe en la icónica mesa en forma de herradura del Consejo de Seguridad, es un escenario histórico y visualmente muy poderoso. Todos los grandes enfrentamientos geopolíticos de los últimos setenta años han pasado por ahí: desde el bloqueo de Berlín del 48 hasta la guerra de Irak de 2003 pasando por la crisis de los misiles en Cuba en 1962. Si algo se discute ahí es que es algo realmente grave.

EEUU quiere aprovechar el escenario para resaltar el aislamiento diplomático de Rusia y, si es posible, meter una cuña entre Rusia y su aliado más poderoso, China, que, por sus propias circunstancias, es desde siempre uno de los defensores más apasionados en la defensa de la soberanía territorial de los estados miembros de la ONU. De llevarse al Consejo de Seguridad el espectáculo estaría garantizado. Podríamos ver a la embajadora EEUU ante la ONU, Linda Thomas-Greenfield, a quien Trump sacó de la secretaría de Estado de muy malas formas, en un cara a cara con el embajador ruso acusándose mutuamente de perturbar la paz mundial. Al parecer Estados Unidos ya ha informado a sus aliados europeos del Consejo de Seguridad (Reino Unido y Francia) de que la cosa podría discutirse allí y que necesita su apoyo como ya hiciera hace seis décadas cuando les reclamó durante la crisis de los misiles. Como en el Consejo de Seguridad solo hay cinco miembros permanentes con derecho de veto (EEUU, Rusia, Reino Unido, Francia y China), tres estarían en contra de Rusia y el otro, China, entre la espada y la pared.

Si Thomas-Greenfield lleva los deberes hechos y pone pruebas concluyentes sobre la mesa puede ser un duelo parecido al que sostuvieron en 1962 el embajador estadounidense en la ONU, Adlai Stevenson, y el ruso, Valerian Zorin. Stevenson acusó a Zorin de estar desplegando misiles en Cuba, Zorin lo negó y Stevenson le sacó entonces fotografías tomadas por los aviones U2 en Cuba. Jaque mate. Zorin quedó en evidencia y Kennedy ganó el primer asalto, el de la opinión pública. A partir de ahí ya todo se decidió fuera del Consejo de Seguridad. El encontronazo entre Stevenson y Zorin poco influyó en la decisión de Nikita Jruschov de retirar los misiles de Cuba. Simplemente Kennedy y Jruschov advirtieron que estaban jugando con fuego, por lo que buscaron una salida negociada a la crisis en sucesivos telegramas y llamadas telefónicas.

Acusó a Irak de ocultar las armas mediante el despliegue de laboratorios móviles. Cuando entraron en Irak no encontraron ni rastro de armas de destrucción masiva

Si nos vamos a 2003 encontramos el ejemplo opuesto. Fue entonces Colin Powell quien acusó a Saddam Hussein de disponer de un nutrido arsenal de armas de destrucción masiva. Todo lo que pudo aportar fue una muestra de polvo de ántrax para que los reunidos la viesen, pero ni siquiera había sido obtenido en Irak. Como es lógico todos dudaron y la opinión pública también lo hizo. Esa batalla la perdió, luego también perdería la batalla de verdad, la de Irak, aunque a cámara lenta. En aquella ocasión Powell se presentó acompañado por el director de la CIA, George Tenet, hizo una presentación basándose en fotografías tomadas por satélite un tanto confusas, llamadas telefónicas interceptadas e información proporcionada por desertores iraquíes. Acusó a Irak de ocultar las armas desplegando laboratorios móviles arguyendo que por esa razón eran tan esquivas las instalaciones. Cuando entraron en Irak no encontraron ni rastro de armas de destrucción masiva. La CIA terminó concluyendo que las habían destruido durante la primera guerra del golfo en 1991.

Si Tomas-Greenfield se presenta sin pruebas como hizo Powell no habrá caso y nadie querrá apoyar a EEUU. Podría ser que EEUU y Rusia lleguen antes a algún tipo de acuerdo, pero según están las cosas a día de hoy es poco probable. Si Rusia termina por intervenir buscando un pretexto, Estados y sus aliados convocarán varias reuniones del Consejo de Seguridad, harán declaraciones subidas de tono y terminarán emitiendo una resolución que Rusia vetará en el acto.

Las continuas fricciones entre Estados Unidos, China y Rusia han paralizado el Consejo. De nada ha servido en Siria, en Libia o en Yemen

En eso mismo está Putin ahora. Ya ha comenzado a adelantarse a los estadounidenses para dar forma al debate sobre Ucrania en la ONU. En diciembre, el embajador ruso en Naciones Unidas organizó una charla para los miembros no permanentes del Consejo sobre el maltrato de las minorías rusas en Ucrania y el Báltico por parte de los ucranianos y los Gobiernos de Estonia, Letonia y Lituania. La ONU, a fin de cuentas, sólo sirve para eso, para ganar algo de espacio en los informativos e ir conformando un relato.

El Consejo de Seguridad de la ONU puede ser una institución muy influyente si los cinco miembros permanentes están alineados, como lo estaban cuando George Bush solicitó que se formase una coalición internacional encabezada por Estados Unidos para sacar a Saddam Hussein de Kuwait. Pero hoy las continuas fricciones entre Estados Unidos, China y Rusia han paralizado el Consejo. De nada ha servido en Siria, en Libia o en Yemen y de nada servirá en Ucrania si esas diferencias persisten.

Por de pronto se estima que Vladimir Putin ha reunido una fuerza de unos 100.000 hombres a lo largo de la frontera de Ucrania lista para emprender la marcha. Esa es la pieza que ha movido sobre el tablero. En principio seguirán ahí hasta que EEUU le de garantías de que la OTAN no se acercará más a Moscú. Habrá que ver lo que hace ahora Biden si es que se decide a hacer algo más allá de emitir condenas retóricas y anunciar abracadabrantes sanciones.

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