Digo esto sabiendo los motivos que obligaron al rey a salir de su país y, peor todavía, de su casa, de esa Zarzuela entre cuyas paredes se forjó la historia de nuestra democracia de manera eficaz, discreta y en no pocas ocasiones dramática. Porque el rey no se marchó. Al rey lo echaron Pedro Sánchez y su corte de comunistas resentidos, de separatistas caciques, de opinadores de la nada, una cortesana de lujo, un ex policía corrupto y quizás alguien más cuyo nombre omito.
Lo que se ha hecho con este hombre no tiene perdón de Dios. Sin haber estado procesado y sin mediar acusación judicial se le hizo salir por la puerta de atrás, como a un vulgar delincuente. La infamia todavía dura, porque se le ha prohibido pernoctar en Zarzuela, no sea que a alguien le dé un parraque. ¿Cometió errores en lo personal? Sin duda, y yo fui el primero en decirlo públicamente. Pero una cosa es equivocarse en lo privado, por lo que pidió perdón públicamente, y otra muy distinta achacarle comisiones, trapicheos, uso indebido del CNI y poco ha faltado para decir que ordenó matar a Kennedy. Esto. en boca de los herederos del defraudador Pujol, de los podemitas que tienen un líder que iba a refrescarse al lavabo, de los herederos de ETA o del PSOE de los ERES, es cinismo.
Ha sido tan grotesco, tan kafkiano y tan de mala gente, que si no fuera por el enorme patriotismo y el sentido institucional del Señor habría podido acabar muy mal. Pero Don Juan Carlos se recuerda lo que dijo su augusto padre Don Juan de Borbón cuando hizo renuncia de sus derechos al trono en una ceremonia que hizo llorar a más de uno: “¡Majestad, por España, todo por España, Viva España!”. Y así procedió aquel joven rey hasta la fecha. Todo por España y ni una queja, ni una palabra fuera de sitio, ni un reproche, ni una frase que pudiera ser empleada en contra de la Corona.
Ahora que ha llegado el momento de volver a pisar suelo patrio, y conociendo al rey sabemos la emoción que ha de embargarle, es hora de vindicar a quien nos llevó de un régimen autoritario a la democracia que tenemos hoy. Y hacerlo sin patriotismos de guardarropía, que poco gustan a Don Juan Carlos, pero sí rendirle agradecimiento de manera afectuosa, como los españoles sabemos hacer cuando queremos a una persona. La vuelta del rey de España durante tantos años es motivo para que el pueblo esté, parafraseando el divertido latiguillo, “lleno de orgullo y satisfacción”. Orgullo, pues vuelve a estar entre nosotros un español que supo darlo todo por su patria; satisfacción, porque se deshace, aunque no del todo, la injusticia.
Es hora de vindicar a quien nos llevó de un régimen autoritario a la democracia que tenemos hoy
Sé que Su Majestad no leerá estas palabras, ni están escritas con ese propósito, pero me gustaría hacerle saber que nos alegramos de corazón de que vuelva a estar entre nosotros a impartir su eterno magisterio de simpatía y hombría de bien, a tener presencia en las cosas que tanto le gustan y a estar cerca de todos, como ha estado incluso en la distancia.
Permítanme que me ponga en primera posición de saludo y el turuta haga sonar el toque de oficiales. Porque vuelve Don Juan Carlos de Borbón y Borbón, mi Capitán General, mi Rey. Y griten conmigo ¡Viva el Rey, viva España, viva la Legión! Ah, y como decía el cucales Morata, del Farnesio, ¡y que se mueran los feos, que musotro semo mú guapos!
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