Opinión

Bildu tiene razón

Bildu tiene razón en muchas cosas, y la incomodidad que generan algunos de sus análisis hace que habitualmente nos empeñemos en no reconocer lo evidente. La más incómoda de esas

Bildu tiene razón en muchas cosas, y la incomodidad que generan algunos de sus análisis hace que habitualmente nos empeñemos en no reconocer lo evidente. La más incómoda de esas verdades es su crónica en primera persona sobre los objetivos que se pueden conseguir mediante la tenaz combinación del terror y la política, algo por lo que solemos pasar de puntillas, como si no hablar de ello pudiera deshacer la historia reciente del País Vasco. La semana pasada Bakartxo Ruiz, portavoz del partido en el Parlamento de Navarra, dejaba otra verdad incómoda cuando afirmaba que la crítica a los recibimientos a etarras es injusta porque "no buscan humillar a las víctimas".

Tiene razón en lo segundo. La crítica no es injusta -de hecho suele quedarse muy corta-, pero es verdad que los homenajes a etarras en las calles del País Vasco y Navarra no buscan humillar a las víctimas. Lo que buscan es ensalzar a los compañeros que se integraron en una banda terrorista y agradecerles el sacrificio que asumieron para conseguir una Euskal Herria independiente y socialista. ¿Fue un esfuerzo inútil, como solemos decir hoy desde nuestro bobalicón optimismo pancista? Desde luego que no; su Euskal Herria no es ni independiente ni socialista, pero sí es mucho menos española y mucho más de izquierdas. Y algo igualmente importante por lo que también preferimos pasar de puntillas: no han pagado ningún precio electoral o social por haber apoyado durante décadas el laborioso empeño de ETA.

Los actos que organiza Bildu humillan a las víctimas, sí, pero no es su objetivo principal. Humillación es lo que hace El Jueves, para entendernos. Lo de Bildu es algo más serio y es importante comprender su significado y las razones por las que nos empeñamos en interpretarlo de maneras incorrectas.

Bildu no considera a los miembros de ETA monstruos que cumplieron una tarea desagradable, sino auténticos hijos de la gran patria, modelos de conducta, presos injustamente encarcelados

La inercia de decir que los homenajes buscan la humillación obedece en primer lugar a razones pragmáticas: se cree que así será más fácil que los prohíban. Pero esto no sólo asume una intención falsa, sino que además no funciona como argumento jurídico. El segundo motivo es una idea previa que nos facilita la vida y que es la raíz principal de muchos equívocos: solemos considerar que el mal es siempre un objetivo en sí mismo y nunca consecuencia de un bien buscado; que el mal es agrio y gris, y nunca puede ser colorido y festivo. Esta idea nos resulta muy cómoda (es diabólico que no fueran diabólicos, le respondían a Robert Jay Lifton), pero también es falsa. Cuando la izquierda abertzale recibe a sus compañeros de ETA con bailes, pasacalles y aplausos no lo hace para regodearse en el dolor de las víctimas, sino porque quieren celebrar la vida. La de los suyos, claro, que se ocuparon de dar muerte a otros; pero la vida. Bildu no considera a los miembros de ETA monstruos que cumplieron una tarea desagradable, sino auténticos hijos de la gran patria, modelos de conducta, presos injustamente encarcelados, pregoneros para las fiestas y líderes del partido. Por eso creen sinceramente que los homenajes públicos no sólo son legítimos, sino que deberían ser aceptados por todas las personas progresistas.

Todos aceptan que la izquierda abertzale es de algún modo parte de la familia, y cada vez que vuelven a liarla se dirigen a ellos como si fueran un puñado de críos inconscientes

Los progresistas por su parte dicen que no los aceptan, pero en el fondo lo hacen. Idoia Mendia y la foto con Otegi en Nochebuena; las conversaciones entre el PNV y EH Bildu para determinar qué va a significar ser ciudadano vasco en el nuevo estatuto; las fotos recientes de Yolanda Díaz con Mertxe Aizpurua, en las que presume de compartir con ella agenda progresista; aquel cómic que Eduardo Madina, la gran esperanza del socialismo vasco, compartió entre sonrisas y abrazos con Fermín Muguruza, y después con el jefe Otegi en la presentación. Todos aceptan que la izquierda abertzale es de algún modo parte de la familia, y cada vez que vuelven a liarla se dirigen a ellos como si fueran un puñado de críos inconscientes que no saben lo que hacen. Pero en la izquierda abertzale peinan canas, y los mensajes paternalistas de quienes se esfuerzan en hacer como que no entienden nada producen vergüenza ajena. Sencillamente, sus valores son los que son y nunca lo han ocultado.

Bildu mediante sus homenajes constantes a asesinos no busca humillar a las víctimas, sino mostrar que puede ser el partido más siniestro, indecente y miserable de la política española y seguir siendo votado por miles de vascos. El PSOE, el PNV y Podemos, con sus sentidos lamentos tras los homenajes, tampoco buscan corregir la anomalía vasca, sino exhibir una decencia moral que no poseen. "Son inaceptables", dicen. Pero Bildu sigue siendo aceptable una y otra vez. Sus votos, sus pactos y sus líderes siguen siendo puentes hacia el progreso y la convivencia. 

Decencia moral

Esto es precisamente la clave de todo el asunto. Pueden decir solemnemente que son actos repugnantes, indecentes, inaceptables; pero a la hora de la verdad lo único realmente inaceptable para Podemos, PNV y PSOE es la derecha no nacionalista. Por eso los tres partidos, junto a la mayoría de partidos del Congreso, firmaron hace menos de un año un ‘Manifiesto en favor de la democracia’ y contra los discursos y actitudes de odio; un manifiesto en el que también estaba, cómo no, la inaceptable firma de Bildu. 

Ése es el único consenso básico que existe. Y lo seguirá siendo a pesar de todas las hipócritas condenas de estos días.

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