¿Es el Brexit liberal? ¿Tiene el Gobierno de Theresa May una agenda liberal en algún sentido? ¿O es, como sugieren los potentes titulares que llegaban esta semana del congreso de los conservadores en el Reino Unido, un nuevo populismo proteccionista cuyo fin verdadero es señalar y echar a los inmigrantes, recordando así una época negra de la historia europea? Aviso de antemano que antes de la votación en junio no era contrario a la idea del Brexit, por razones históricas y sistémicas, si bien no se me permitía votar por llevar demasiados años fuera del reino.
La deriva populista que ha tomado tras la victoria del 'out' es tremendamente preocupante y el aspecto racista da vergüenza directamente
Sigo pensando, ya que lo han hecho, que no tiene por qué acabar mal a largo plazo pero la deriva populista que ha tomado tras la victoria del 'out' es tremendamente preocupante y el aspecto racista da vergüenza directamente, un aspecto que debe ser condenado e incluso perseguido penalmente. Gran Bretaña y todos los demás países europeos y occidentales han luchado mucho por aceptar al otro e intentar acabar con el odio, la xenofobia y el racismo. Y me viene a la mente no sólo la Segunda Guerra Mundial y los juicios de Nuremberg, obviamente, sino la tradición liberal británica que dio lugar, entre otras muchas cosas, a la figura de William Wilberforce, un diputado independiente quien, ya en el siglo XVIII pasó veinte años luchando como abolicionista para que el parlamento aprobara la Ley de Comercio de Esclavos de 1807, que prohibió dicho comercio en todo el imperio británico, en ese momento en franco auge. De esa época y lucha, por cierto, sale el famoso himno Amazing Grace. Y no digamos nada de Adam Smith y lo que hizo para la ciencia económica mundial y la economía del imperio. Smith (1723-1790) y Wilberforce (1759-1807) eran contemporáneos.
El liberalismo gira entorno a la libertad y la igualdad, luego la propiedad privada a nivel económico—la versión clásica—y, más tarde, la vertiente socio-liberal habla de libertades socio-políticas y de la justicia (y de ahí "liberals" en la política estadounidense o los "Liberal Democrats" en el Reino Unido). Para los primeros, en la propiedad privada subyace todo, para los segundos es más discutible, contrapuesta a la necesidad de garantizar las libertades políticas y sociales. En todo caso, lejos estamos en nuestras sociedades occidentales hoy en día, tras cuatro décadas de neoliberalismo (a su vez una reacción a las políticas económicas que se implementaron después de la Segunda Guerra Mundial), del socialismo verdadero—véase la crisis de las izquierdas—del nacional socialismo o del comunismo.
Entrando en el siglo XXI, habíamos alcanzado cierto grado de entendimiento entre las exigencias económicas del liberalismo y las exigencias de justicia y bienestar social. Luego llegó la crisis financiera
Entrando en el siglo XXI, habíamos alcanzado cierto grado de entendimiento entre las exigencias económicas del término y las exigencias de justicia y bienestar social del mismo. Luego llegó la crisis financiera, que entre otras cosas demostró que lo que se había construido a nivel europeo no funcionaba del todo bien, que se alejaban esos Estados Unidos de Europa que antes estaban a la vuelta de la esquina. Dieron lugar a Grecia con Varoufakis y su moto, España con Pablo Iglesias y su coleta, y ahora el Brexit con Boris y las risas.
Esta semana el Gobierno británico ha intentado por fin describir su visión del Brexit
Entierren ya el sueño del ciudadano europeo o mundial promovido en las últimas cuatro décadas con la Unión Europea o la globalización: «Si cree que es ciudadano del mundo, es ciudadano de ninguna parte», ha dicho Theresa May en el congreso Tory: «no entiende lo que quiere decir la palabra ciudadanía». La nueva Primera Ministra quiere un país con sus propias leyes y que decida por sí mismo, nuevamente independiente, luego interdependiente con otros países, incluidos los 27 si quieren, pero no como parte del bloque europeo: «ya no seremos parte de una unión política con instituciones supranacionales».
Contrapuesto así con la burocracia creciente de un ogro supra-estatal plenipotenciario, que restringe la libertad de acción, de legislación y de comercio del país, el Brexit parece Braveheart. Pero, ¿tan mal se había hecho Europa?
Lo que ha anunciado Amber Rudd, la nueva Ministra del Interior británica, sobre los inmigrantes, es una abominación
Sea como fuere, lo que ha anunciado Amber Rudd, la nueva Ministra del Interior británica, sobre los inmigrantes, es una abominación. Después de adjudicar a la presión del flujo de inmigrantes en las últimas dos décadas los fallos del sistema de viviendas y de los servicios públicos, ahora propone no sólo intentar reducir la inmigración "a niveles sostenibles", sino obligar a las empresas a fichar a todos sus trabajadores extranjeros, y ordenar a los caseros, bancos y…¡escuelas de formación de taxistas!…que verifiquen los permisos de residencia o la nacionalidad de sus clientes. "Los caseros que a sabiendas alquilen una casa a gente que no tiene derecho a estar aquí estarán cometiendo un delito. Podrían ir a la cárcel", dijo. En cuanto a lo que atañe a los bancos, suena a la lucha contra el terrorismo: «el dinero motiva el comportamiento, y cortar el suministro tendrá un impacto». También ha precisado que, por primera vez, "deportaremos a los nacionales de la Unión Europea que de manera repetida cometan delitos menores en este país». Hasta la fecha, la normativa europea ha requerido una "grave amenaza a la nación" para llevar a cabo dicha medida.
En sus discursos, May y Rudd han compartido el mismo hilo sobre la lucha contra la desigualdad, proponiendo medidas igualitarias para solucionarlo, como Gobierno y como sociedad. Y a ratos su discurso ha sonado más laborista que conservador. El Gobierno, ha dicho May, «será dirigido no por los intereses de unos cuantos privilegiados sino por los intereses de familias trabajadoras normales», y ha llegado a afirmar que «el Partido Conservador es el verdadero partido de los trabajadores». La sensación de que hoy en día el mundo funciona para unos pocos privilegiados era «profunda y, seamos claros, a menudo justificada». Por su parte, Rudd ha afirmado que la ejecutiva «se propone construir una sociedad que funcione para todos» y que quería «hablar de la gente vulnerable y de cómo nosotros, como sociedad, podemos cuidar de ellos».
El que más ha hablado del comercio y la economía ha sido Liam Fox, Secretario de Estado para el Comercio Internacional. Siguiendo el hilo de May, ha propuesto una [Gran] Bretaña Global como "nuestra visión ambiciosa para el RU tras el Brexit", resaltando las renovadas conversaciones comerciales con países anglófonos como Australia o Nueva Zelanda. Fox ha hecho un largo repaso a la historia económica del reino y a los momentos de aportación, innovación y crecimiento nacionales de antaño, concluyendo que «es increíble que durante los últimos 43 años, el comercio no ha sido una responsabilidad primaria del Reino Unido sino una subcontrata al mercado común que luego se convertiría en la Unión Europea. Todo eso va a cambiar». También ha hablado de la evolución del mundo desde la caída del muro de Berlín, la llegada de Internet y el crecimiento de China, postulando una Gran Bretaña fuerte e interdependiente como una mejor opción, frente a tamaños retos, que la Unión Europea: «no podemos aislarnos de las partes más remotas de la economía mundial». Arremetió específicamente contra el proteccionismo: «las voces del proteccionismo están ahí fuera y tenemos que ahogarlas con una clara y apasionada defensa del libre comercio. Hemos aprendido de la historia que el aislamiento y el proteccionismo nunca terminan bien». ¿No contradice eso el planteamiento fundamental del Brexit? «Mientras permanecemos dentro de la Unión Europea estamos limitados por sus normas y [no podemos] negociar nuevos acuerdos comerciales», dijo Fox.
The Economist ha titulado, con una viñeta de Teresa May vestida de soldado patriótico, que esto es "conservadurismo revolucionario"
Todo esto, recuerde, es el plan después del resultado de la votación del referéndum, la visión de un posible futuro británico trazado por un gobierno conservador; en definitiva, cómo deberá ser a partir de ahora la relación del Reino Unido con el resto del mundo. Su definición ha requerido tres meses de preparación porque al día siguiente de la victoria del Brexit no había ningún plan. Y ahora ha sido anunciado ante las cámaras de medio mundo para que se sepa cuál es el punto de partida en las negociaciones con la UE.
Los cuatro hilos argumentales arriba descritos, contienen aspectos preocupantes que han llegado a las portadas de los diarios, pero también múltiples referencias a hechos reales de la historia nacional —incluida la tradición liberal, en ambas acepciones— que no son menos certeros o positivos por ser incluidos en la retórica partidista post-Brexit. Si pudieran eliminar los aspectos xenófobos y las medidas populistas contra los inmigrantes, no sería una mala visión, pero es de temer que eso va a ser complicado porque más allá de la desconexión del “ogro burocrático de Bruselas”, lo que más motivó a una parte importante del electorado británico fue el rechazo a los inmigrantes. The Economist ha titulado, con una viñeta de Teresa May vestida de soldado patriótico, que esto es "conservadurismo revolucionario". Yo propongo "nacional social democracia", con todo lo que eso sugiere.
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