Cabeza de turco: dícese del inocente al que se le cargan las culpas por la falta cometida por otros, liberando a estos de responder por dicha falta. Sin ser para nada inocente sino responsable de una mala actuación –inadmisible- con una periodista, eso es lo que podría estar pasando con el diputado de Junts Francesc de Dalmases, mano derecha de la líder Laura Borràs, apartada del cargo como presidenta del Parlament porque se le va a abrir juicio oral. Se ha puesto el foco en Dalmases cuando Junts se parte en dos, quizás para desviar la atención del enfrentamiento entre dos familias en el partido que dio vida Jordi Pujol, una más cercana a este y otra que es la que ha decidido abandonar el gobierno de coalición con ERC.
Eso les está pasando una factura interna desmedida cuando la fragmentación del partido, que lideró Cataluña durante casi un cuarto de siglo, empezó desde el mismo momento en que la formación decidió cambiar de nombre, abandonar el CiU que tanto poder y relevancia política les había otorgado. Independientemente de la notoria crisis de liderazgo y estrategia política que vive Junts, tenemos aquí un error de base que se podía haber resuelto en el mismo momento en el que sucedió, hace tres meses.
Se levanta el teléfono cuando al político de turno no le gusta un titular y envía al responsable de prensa o a alguien de su equipo a reclamar por lo que considera que es una información desviada
No es de ahora que los periodistas y los políticos tengan sus rifirrafes, sus más y sus menos. En el Parlament existe una normativa en la que se establece las buenas relaciones que deben existir entre diputados y periodistas a efectos de facilitar información. Siempre hay broncas, unas más notorias que otras, se levanta el teléfono cuando al político de turno no le gusta un titular y envía al responsable de prensa o a alguien de su equipo a reclamar por lo que considera que es una información desviada. Hasta aquí todo correcto. El político en cuestión es libre de reclamar, de exigir que se plasme exactamente lo que ha dicho, y se supone que el periodista es libre para disponer si modifica o no la información.
Las buenas relaciones son básicas y suelen funcionar. Por eso, Dalmases debería haber efectuado una disculpa pública en su momento –no vía TW- en la que reconociera que nadie merece una vejación o maltrato por no hacer lo que él considera la forma de efectuar una entrevista. Que es, en efecto, lo que ocurrió. Una cosa es defender a Laura Borràs y otra parecer el matón que la protege, según se desprende de cuanto ahora lo que se ha publicado. Sólo los presentes, y había unos cuantos, saben exactamente lo que pasó en el extinguido programa de FAQS de TV3 el pasado verano. Con solo una disculpa pública el tema no habría llegado a este mes de noviembre, cuando en el Parlament se va a abrir por primera vez la Comisión del Estatuto de los diputados para esclarecer los hechos y decidir si el protagonista del incidente debe ser reprobado o apartado del cargo público.
Este asunto sigue removiendo las aguas dentro de Junts, puesto que ha aparecido un informe interno, de la abogada Magda Oranich, también con repulsa a los hechos y, al tiempo, surgen voces en el seno de la formación nacionalista de un grupo de mujeres que afirman haber recibido trato no adecuado por parte de Dalmases. En los buenos momentos de CiU, este asunto se habría zanjado internamente –desde la unidad de un partido- y probablemente no habría llegado a mayores. En el supuesto de haber tratado mal a una periodista, se habría despachado la disculpa correspondiente, tanto en el plano personal como en el público. Los periodistas aceptamos broncas siempre que estén justificadas, pero lo que no debe aceptarse es la falta de respeto hacia la libertad de expresión. No siempre la política tiene ese extremo en cuenta. En cualquier caso a Junts le interesa poner el foco en otro lugar que no sea su crisis interna.
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