Mañana, el PP arriesga en las urnas de Castilla y León mucho más que la presidencia de Alfonso Fernández Mañueco. Las elecciones que se adelantaron como una ‘jugada maestra’ para ser el trampolín hacia La Moncloa de Pablo Casado –que debería ser impulsado después por un triunfo de Juanma Moreno en las andaluzas- pueden acabar siendo, como ya algunos dicen por los rincones de Génova y otros despachos del PP, "nuestra Murcia", en referencia al fiasco socialista que hace un año acabó provocando a la postre la mayoría aplastante en Madrid de Isabel Díaz Ayuso.
Y si eso sucede, la exigencia de que rueden cabezas en el PP no acabarán en el líder castellano y leonés, cuyo futuro político terminaría la misma noche del domingo. Estaría en juego el propio cuello del secretario general, Teo García Egea, artífice principal de un plan que, si fracasa este domingo y se desploma como un castillo de naipes, comprometerá seriamente un triunfo de Moreno en Andalucía y dejaría tocado y casi hundido el proyecto de que sea Casado quien desaloje a Sánchez de Moncloa. Lo que garantizaría cuatro años más de su sanchidad al frente del país. Todo, por un mal calculado golpe de 'audacia'.
La actual dirección del PP se propuso "hacer un Ayuso" en Castilla y León sin tener en cuenta que ni esa región es Madrid y, sobre todo, que Mañueco no es ni de lejos la presidenta madrileña. Pero los estrategas de Génova –con García Egea a la cabeza y el hoy tristemente famoso diputado Casero como mano ejecutora en las listas, pasando por encima de las ejecutivas provinciales como un martillo pilón- decidieron asumir los riesgos.
El plan de Génova
El plan de Génova era adelantar las elecciones, eliminar de un plumazo a Ciudadanos de la ecuación, aprovechar el viento de cola que aún soplaba por el triunfo popular en las elecciones de Madrid –pese al empeño en dilapidarlo en una guerra larvada contra Sol-, limitar el papel de Vox al de una mera muleta para la investidura y, sobre todo, visibilizar un nuevo fracaso en las urnas del PSOE y de Sánchez.
Los errores y torpezas de sus rivales en la izquierda que, para más inri, en ningún caso son pesos pesados –Alberto Gazón y sus macrogranjas- han sido prácticamente los únicos aciertos del PP hasta el punto que, hace un mes, las encuestas acercaban a Mañueco a los 40 diputados, a solo uno de la mayoría absoluta. Parecía imposible perder la ventaja: lo único que debía hacer el PP era no equivocarse.
Hoy –tras una campaña en la que los populares se sumaron al ‘cordón sanitario’ contra Vox pregonando que solo querían su apoyo gratis y que ‘nunca’ entraría en el Gobierno; con un presidente nacional del partido que ha visitado más Europa que la España vaciada minusvalorando su efecto demoscópico en las provincias más despobladas ("es un bluff", decían desde Génova) y, sobre todo, tras el esperpento dado en la votación de la reforma laboral en el Congreso (otra vez el ínclito Casero y su error con los botones que salvó a Sánchez y Díaz)- la posibilidad de perder el Gobierno de Castilla y León ya no solo es una fantasía del CIS de Tezanos.
Narciso Michavila, presidente de GAD3 y el demóscopo que más trabaja últimamente para el PP y que sigue haciendo trackings diarios, avisaba este jueves: "Se va a jugar todo a la movilización: si a las 14 horas del domingo no se ha superado el 33% de participación, en Ferraz pueden preparar la fiesta de celebración". Todas las alarmas están encendidas en el Partido Popular.
A la cúpula de Génova no le ha quedado más remedio que movilizar de urgencia a su ‘enemiga’ Ayuso, que ha multiplicado su presencia en mítines, se ha dado un auténtico baño de masas y ha verbalizado lo que los estrategas populares habían vetado: retener Castilla y León pasa por pactar sin complejos con Vox. ¿Será ya tarde?
Si se pierde Castilla y León, a Casado le van a pasar muchas facturas a las puertas de un congreso nacional del PP en julio que será decisivo para su liderazgo. Y poner sobre la mesa la cabeza de Mañueco en el Comité Nacional no será suficiente
Moreno Bonilla, otra de las cabezas que penden del 13-F, se tienta la ropa –de momento, se borró del mitin final de campaña de este viernes donde sí estuvieron junto a Casado, Díaz Ayuso, Núñez Feijóo y López Miras- porque intenta convencer al PP de que no meta a Vox en el Gobierno regional hasta después de sus elecciones porque, entiende, movilizaría al hoy apático electorado socialista. Aunque haya que repetir los comicios, una posibilidad de la que ya habla el propio Mañueco.
En definitiva, Génova, que planificó este domingo como el inicio del camino de Casado a La Moncloa, aspira ahora en el mejor de los casos a reducir daños: a sumar y gobernar con Vox –tragándose Casado los sapos de más de un año sin hablar con Santiago Abascal-, a reconocer el papel y la implicación de Ayuso a unos meses del polémico congreso de Madrid y a afrontar una difícil negociación para formar gobierno que no interfiera en la decisiva precampaña andaluza.
Pero si se confirman los peores presagios y se produce el escenario que más temen en los despachos de la séptima de Génova, el de la pérdida de Castilla y León, a Casado le van a pasar muchas facturas internas a las puertas de un congreso nacional del PP en julio que será decisivo para su liderazgo. Y poner sobre la mesa la cabeza de Mañueco para detener a los críticos en el Comité Nacional no será suficiente. Por mucho que el candidato intente proteger a Casado y repita que "solo me la juego yo".
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