Como esos paquidermos que hemos visto recientemente en las noticias, muertos sin que se conozca la causa, así yace la otrora poderosa Convergencia, tremendo animal político de tonelaje importante. Está muerta, aunque en su caso se sabe la causa del óbito sin precisar los servicios de ningún Horatio del CSI. Sus cuidadores la dejaron morir de hambre y de sed. Temían, no sin razón, que acabarían por salir a la luz las tropelías que en su época de pujanza habían cometido con el proboscídeo como escudo. Se desentendieron de ella y del, país, y la dejaron atada al palo de la justicia marchándose en busca de nuevas siglas y de nuevos animales políticos irracionales.
Eso sí, a su alrededor han quedado los que todavía piensan obtener algún rédito de sus colmillos de marfil, precioso material con el que se confeccionaban los rosarios de la Madre Superiora Ferrusola, que ordenaba a Andorra la ida y venida de misales. Esos depredadores a los que aludimos intentan reivindicarse como herederos de aquel elefante que entraba en el parlamento español como si se tratase de una cacharrería. con Duran i Lleida ejerciendo de Mowgli, el amigo del hombre y más si este venía a proponer alguna gestión, con turbante de faquir y flauta encantadora de enmiendas y transaccionales.
Puigdemont y su nuevo-viejo partido les dirá que el auténtico descendiente del elefante muerto es él, menos en lo que se refiere a pagar las deudas. Todos los que pretenden esa corona son, de hecho, criaturas formadas en el pujolismo y sus mitografías creativas. No hay ni uno que no haya bebido de tal fuente y tampoco existe nadie que no reconozca la grandeza histórica del defraudador confeso. Pero, como dijo el filósofo, no es esto, no es esto. Lo de Puigdemont no es más que el intento de no perder la patente de la marca que quiere arrebatarle Esquerra. Un intento desesperado, porque su cobardía, su mendacidad, su incapacidad para gobernar y su enorme arrogancia les ha costado a los separatistas la independencia y al conjunto de los catalanes ser la región de Europa con peor gestión de la pandemia y una mayor ruina económica. Poco han de decir, pues, que no sea lo de siempre, y muchos alucinados lo comprarán. Este país no precisa políticos, jueces ni economistas, sino psiquiatras, y he ahí el meollo del asunto.
Cadáveres de elefantes que se creyeron en su día los reyes de la selva. Será difícil que vuelvan. Este es el momento de los chacales
Otros pretenden también apropiarse del legado de Pujol pero con un comportamiento “moderado”, como si se pudiera decir que el hombre andaluz es alguien desestructurado, como escribió Pujol, con moderación. Personas como Marta Pascal, que goza de las simpatías de los sectores importantes catalanes y eso equivale a decir los de la lana, los que pagan, los que contratan a los titiriteros para que luego les bailen el agua. Como el experimento de Artur Mas y sucesores no les salió bien – porque tener dinero no es sinónimo de inteligencia – ahora quisieran ver qué tal les va con la señora Pascal, el señor Campuzano y esos que hace cuatro días eran separatistas y ahora lo son, pero menos, lo que venimos a denominar nueva normalidad.
Es evidente que este grupito, que hará más ruido que otra cosa aunque tendrá las nueces que pida por esas boquitas de piñón, no puede asociarse con parte alguna del elefante caído salvo el rabo, que sabida es su eficacia para ahuyentar moscas, misión que les han encargado los sectores financieros. Con esa colita inane, si me perdonan, tendrán moscas cojoneras para rato. Siguen siendo millonarios y burros. En fin, que todo lo que se acerca al pujolismo está más o menos condenado. No se han dado cuenta que el enorme animal yace junto a otros en un fabuloso cementerio de elefantes: aquí, el elefante de Botsuana, destructor de monarquías cazadoras; allá, el elefante blanco del 23-F, al que no conseguimos ver la cara por tenerla tapada por mucha hojarasca; allí, el elefante que empleaba hace años en sus campañas Joan Hortalá por entonces líder de Esquerra. Todos con los huesos al cruel e inmisericorde sol de la historia.
Cadáveres de elefantes que se creyeron en su día los reyes de la selva. Será difícil que vuelvan. Este es el momento de los chacales.
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