El pasado miércoles, en el programa Al Rojo Vivo de “La Sexta” se explicaba a la audiencia del programa que los precios en España se habían disparado desde la introducción del euro. Nada menos que un 43% desde 2002 hasta el día de hoy, se dijo en el programa. Tal y como estaba expresado, este titular generaría, como así fue, reacciones nada animosas con lo que el euro significa y sus consecuencias para la economía española. Este titular representaba una muestra más de lo pernicioso de la moneda única y que al parecer solo ha servido para traer miseria y desesperanza a quienes se adhirieron a ella. Pero he aquí que el titular que pretendía trasladar el programa a la audiencia es una muestra más de un absurdo periodístico. Cualquier avezado estudiante de economía identificaría este “análisis” con dos posibles: o bien que tal noticia responde a la ignorancia de la redacción del programa en asuntos como el que se quiere tratar o bien existe un claro interés de generar un estado de desinformación en pos de algún objetivo no declarado. Pensemos en lo primero.
En primer lugar, nos guste o no, la última década y media representa el período de mayor estabilidad de precios conocida en España. Lo dice el INE en su cálculo del IPC, para el cual utiliza una metodología “validada” por Eurostat, transparente y perfectamente comparable, en su versión armonizada, con la del resto de países del euro (y diría yo con otros países no “euro”). Quien quiera conocer cómo se calcula el IPC tiene su metodología disponible, y si no la entiende, pregunte. No hay ningún misterio en su elaboración. Que entre 2002 y 2016 los precios hayan subido un 43% nos puede parecer una barbaridad, pero en realidad no lo es, pues es el efecto acumulado de una serie con tasas de crecimientos positiva, pero para nada excepcionales. Para que se hagan una idea, esta tasa acumulada representa una media anual en inflación para el período de tan solo el 2%. Como pueden ver en el gráfico adjunto a continuación, esta tasa de inflación es excepcional si tratamos de buscarla antes de mediados de los 90. No hay pues una inflación disparada, y mucho menos desde 2002. Antes de decir dichas cosas por televisión se podría haber mirado la serie de tiempo. Solo hay que tener voluntad.
Pero la cuestión no acaba aquí. Inmediatamente, cuando un servidor se hace eco de lo absurdo de la noticia a través de las redes sociales, aparece, como siempre, la cuestión del famoso redondeo en la introducción del euro. Este redondeo, y que yo suelo nombrar como el “sesgo del café”, suele argumentarse de la siguiente manera: si un café valía 100 pesetas en diciembre de 2001 y un euro en enero de 2002, la subida de los precios fue de al menos el 66% en un solo mes, lo que deja en entredicho el cálculo del IPC del INE para 2002 (4% en dato diciembre-diciembre). Esta percepción, como recoge el CIS en una encuesta del año 2002, de que los precios se habían disparado, es sin embargo eso, un sesgo, como muchos otros tantos que disfrutamos cuando tratamos de percibir con los cinco sentidos, pero sin datos, cómo funciona o evoluciona la economía.
Que en 2002-2016 los precios subieran un 43% nos puede parecer una barbaridad, pero no lo es; se trata del período de mayor estabilidad inflacionaria conocida en España
Así, el IPC recoge una infinidad de precios (220.000 cada mes) organizados en rúbricas y grupos que pesan diferente en el cálculo final en función del porcentaje de ingresos que gastamos en cada uno de ellos. De este modo, aunque hubiera precios que fueron redondeados, pues no podemos negarlo, es posible que muchos otros, si no la mayoría, no lo fueron. No recuerdo que el precio de un Seat Ibiza lo fuera, o al menos, no lo creo. Tampoco que la tarifa de móvil de aquellos años se redondeara. ¿Y la luz? ¿Y la factura del agua? Aunque de repente pagáramos un euro donde antes pagábamos 100 pesetas por algunos productos, el efecto sobre el nivel de precios sería muy moderado a menos que este producto o todos los productos “redondeados” representaran una proporción muy elevada de todo nuestro gasto mensual o anual. Pero esto no fue así.
De hecho, el Banco de España realizó un estudio en 2004 para tratar de valorar el efecto de la introducción del euro en 2002. El informe es completo, pasando por el análisis del sesgo y sus razones. Explica además los procesos de cambios de precios y por qué estos son más fáciles en ser cambiados en algunos casos y en otros no. Y termina dando una valoración. Según este informe, los precios crecieron durante 2002 un 0,6% como consecuencia de la introducción del euro. Solo la subida del IVA en 2012 tuvo un efecto casi tres veces superior que la introducción del euro. El informe detalla incluso en qué partidas fue este aumento más importante y relevante. Quizás si queremos exagerar la subida de precios desde 2002 deberíamos mirar el efecto de los impuestos especiales y sobre el consumo. En este caso nos “acercaríamos” algo más a la verdad.
Así pues, 16 años después de la introducción del euro va siendo el momento de desprendernos de ciertos mitos, supersticiones y sesgos que solo hacen entender el mundo bajo un prisma irreal y erróneo. Titulares como en de Al Rojo Vivo solo demuestran ignorancia o intencionalidad en quien lo propone. Pero como leí no hace mucho a mi estimado Enrique Feás parafraseando a Jonathan Foster: “Si unos dicen que llueve y otros que hace sol, tu obligación no es citar a ambos, sino mirar por la maldita ventana y comprobar cuál es la verdad”.
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