Opinión

Yo, antiespañol

Bruselas, inopinadamente, se ha convertido en la última puerta que el Gobierno de socialistas y comunistas no podrá traspasar. De ahí su reacción. Y sus insultos

Caigo en la cuenta de que, tal y como reparte carnets de buenos y malos españoles la ínclita vicepresidenta del Gobierno, puede que sea eso que ella dice, un antiespañol que duda y se duele por todo aquello que duda. Es el caso que dudo yo, duda mi vecino, duda el que me pone el café, el que me vende el periódico y el médico que me receta pastillas para la tensión. Duda, aunque cada vez menos, el que se pasó más de su media vida electoral votando al PSOE: "Dime amigo ¿en verdad soy un facha, un traidor, dímelo por favor?" Duda incluso ese nutrido grupo de diputados socialistas que habla sin que se les pueda escuchar, que recelan de quien les manda. Pero callan. Y callan. Y vuelven a callar. 

Es gracioso eso que me cuentan de que algunos de ellos se saludan con un “salud camarada y monarquía constitucional”. Penoso, también. Para aquellos que en estos tiempos calientan con su culo el escaño, los libros de Historia preparan un hueco para ellos que sus vástagos no se atreverán a leer. 

Calvo, cocinera que antes fue fraila 

La pandemia nos retrata. El mal gobierno nos califica. El miedo nos define, pero sobre todo a ellos, a los que aplauden a Carmen Calvo cuando llama antiespañoles a aquellos que le recuerdan que ante la tropelía que pretenden con el Poder Judicial siempre quedará Europa, Bruselas, como última puerta en la que el Gobierno de socialistas y comunistas no podrá entrar. Esta cocinera, que lo fue antes de fraila, que así se definió ella misma, lleva mal que la oposición haga su trabajo, y cuando lo hace, entonces se instala en la ocurrencia, en ese juego infantil de nadar en aguas de la exageración para esconder la verdad que le apura y desnuda. Y por eso, cuando puede, mira como una profesional del telediario al objetivo de una cámara para soltar sus lisuras, que dicen los peruanos. Por eso aplaude hasta que las palmas echan humo cuando su jefe, el presidente, llama al PP partido antisistema, para a continuación pedirle colaboración.

Carmen Calvo cree que puede sustituir las leyes a conveniencia de quien gobierna, y si no estás en eso eres un mal español. Es tal la confusión de algunos entre Gobierno y Estado, entre lo que necesita España y lo que urge al PSOE, que viéndola actuar resulta obvio que le resulta más fácil resistir que rehacerse. Y en eso está. Cuentan que no te merezco y que en poco tiempo yo te olvidaré, que dice la canción.  

El fiel retrato que nos hace Europa

La prensa internacional no entiende el discurso de la señora Calvo. Para empezar porque ya no está Franco para calificarla de herramienta natural del contubernio judeo masónico comunista. Y menos mal, porque alguno puede tener la tentación de volver a ese discurso -uff, iba a poner 'relato'-, tras leer lo que dicen de este pobre país prestigiosas cabeceras europeas.  Por de pronto, nunca creí que iba a leer que estamos a las puertas de ser un estado fallido. Nunca que pudiéramos recordar a la Grecia intervenida. Nunca que estuviera tan en duda nuestra fe en la democracia y la división de poderes.  

La segunda ola de la pandemia pone de manifiesto el fracaso de España, escriben desde Alemania. España fracasa por su sistema territorial, proclaman desde el Reino Unido. El modelo descentralizado de salud es un fracaso, nos dicen desde Francia. Y en Italia, que no es que estén para juegos pirotécnicos, hay quien escribe en La Stampa que la gestión de la pandemia es una flecha al corazón de un problema español muy serio: la organización del Estado. El sistema autonómico, la falta de lealtad en la gestión de los datos, la debilidad de un Gobierno que deja hacer a un desajustado y anacrónico Pablo Iglesias, justo el político que no necesitas si fuera verdad esa invocación que hace a la unidad el Gobierno de Sánchez, tan débil y mercurial.   

El lío del PP ante la moción de Vox

Esta es la semana de Vox.  Y no será la semana del PP, que incomprensiblemente aún no ha dicho que va a votar en la moción de censura. Esta es la semana en la que presentará una moción de censura al Gobierno de Pedro Sánchez. La moción puede ser la menos apoyada de todas las que han sido, pero no será estéril. No para Vox que va a encontrar espacios en los medios miércoles y jueves. Un espacio, todo hay que decirlo, que las teles, las radios y periódicos le niegan siendo como son el tercer partido de España. Gustará más o menos lo que dicen, pero son lo que son. Los números no admiten interpretación y menos una opinión.  

No será una mala semana para Pedro Sánchez -así se las ponían a Felipe II-, que va a sacar provecho al evidenciar la fractura y división que vive la derecha. Ignacio Garriga será el diputado que este miércoles defienda la moción, y lo hará durante 40 minutos, largos 40 minutos, en los que Vox parecerá la alternativa al PSOE. Es una ensoñación, desde luego, pero es cada vez más una percepción. El PP, incomprensiblemente renuente, sólo ha dicho que no va a apoyar la moción. O sea, que aún no sabemos si se va abstener o votará no, que es lo que le ha sugerido Aznar

Y esto es lo que no se entiende, que un partido con vocación de Gobierno esté aún dudando lo que va a hacer. Haga lo que haga desconcertará a su electorado, por eso cuanto antes se sepa qué va a hacer mejor. Quizá la única forma de marcar territorio sea explicando un constructivo y didáctico voto negativo. Pero haga lo que haga el PP sabe que, si un día llega al gobierno de España, será con el apoyo del partido de Abascal. Por eso la aprensión del PP con Vox es incomprensible. No la tiene el PSOE con Bildu, ERC ni Podemos pero Casado, entre remilgos, escribe sus diferencias en papel de fumar. Arrumbar a los millones de españoles que se han ido del PP te lleva a la insignificancia, a la nada. Imposible llegar al gobierno. 

Mientras se zumban, un magnificente Sánchez su fuma un puro, y Pablo Manuel Iglesias felicita al partido de Evo Morales, actualiza los fantasmas guerracivilistas de los españoles

Vox va a por todo y con todo. Su ánimo no decae mientras los periódicos despachan encuestas que le favorecen. Ojo, que igual pasó con Podemos y el PSOE. El diputado Garriga que la presenta, candidato a la Generalidad, anuncia discurso de casi una hora bajo la advocación del Espíritu Santo. Que qué manía la de meter a Dios donde no lo llaman.  Muy español esto de cargar a la providencia lo que es sólo obra de los hombres. 

Mala semana para el PP, porque, aunque la moción de Vox va contra el Gobierno de Sánchez en realidad va frontalmente contra el PP.  Mala para un electorado que se lía y pregunta qué están haciendo aquellos que coinciden en señalar a este Gobierno como el peor de la democracia. Mientras se zumban, un magnificente Sánchez su fuma un puro, y Pablo Manuel Iglesias felicita al partido de Evo Morales, actualiza los fantasmas guerracivilistas de los españoles y asegura que la derecha no volverá a gobernar este país. No es verdad, desde luego. Pero un poco miedo sí que da escucharlo. 

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