Las archipublicitadas “predicciones” climáticas catastrofistas del IPCC (Grupo de Expertos sobre el Cambio Climático) se basan en los resultados obtenidos por complejos modelos numéricos computacionales que reproducen de forma simplificada (susceptible de tratamiento informático) las irresolubles ecuaciones diferenciales que rigen a los sistemas físicos atmosférico y oceánico y, así, pretenden “calcular” de forma aproximada la evolución de las variables atmosféricas (temperaturas, presiones, vientos, etc.) desde unas condiciones iniciales procedentes de la observación meteorológica hasta un horizonte temporal a muy largo plazo (décadas o siglos), confiando en que, al ajustar dichos modelos numéricos a las trayectorias de las series históricas de valores de dichas variables atmosféricas medidas (con mayor o
menor fortuna) en los últimos 150 años, sean capaces de reproducir la supuesta “tendencia” que ha venido siguiendo el clima en ese pasado y extrapolarla hacia aquel lejano futuro en diversos escenarios de emisiones de CO2 para obtener “predicciones” de la temperatura media del planeta con supuesta precisión de décimas de grado.
Un sistema caótico determinista
Sin embargo, esa metodología (y no existe otra) de las “predicciones” climáticas adolece de una formidable e irremediable tara que las invalida de raíz, pues hace 60 años Lorenz demostró que minúsculas variaciones (del orden de diezmilésimas o menos) en las condiciones iniciales cargadas en el modelo numérico atmosférico conducen a grandes y erráticas variaciones en las condiciones finales del mismo, esto es, en la predicción; inclusive, la repetición del cálculo con las mismas condiciones iniciales da diferentes condiciones finales. Así se descubrió que la atmósfera (también el océano) es un sistema
caótico determinista (“Flujo no-periódico determinista”, Lorenz, 1963) y ello fue el inicio de la moderna Teoría del Caos.
Un sistema físico-matemático caótico-determinista se caracteriza porque, como se ha dicho, minúsculas variaciones en las condiciones iniciales (los datos de partida del cálculo) originan grandes y erráticas variaciones en las condiciones finales (los resultados del cálculo predictivo) que se agrupan en una extraña curva enrollada, con forma de mariposa (de ahí el nombre de “efecto mariposa”) y de longitud infinita llamada Atractor de Lorenz, y, además e importante, porque, de todas las infinitas condiciones finales que pertenecen al Atractor de Lorenz, sólo hay una solución posible, aunque es desconocida; es decir, que no se trata de un fenómeno aleatorio, no existe una distribución probabilística de posibles soluciones (unas más probables que otras), sino que se trata de un fenómeno determinista (aunque caótico) y sólo hay una solución posible pero que no conocemos, ni conoceremos, porque no podemos resolver de forma exacta las antes mencionadas ecuaciones diferenciales.
Es evidente que en cada uno de esos miles de saltostemporales se van acumulando cada vez mayores y más dispares errores hasta alcanzar rápidamente niveles de error inasumibles
Esta naturaleza caótico-determinista de los sistemas físicos atmosférico y oceánico conduce a que los inevitables errores que se producen en la medición de las variables meteorológicas presentes y pasadas, y que se cargan como condiciones iniciales del modelo numérico, más las inexactitudes producidas por
las mencionadas simplificaciones realizadas en las complejas ecuaciones diferenciales que rigen dichos sistemas físicos, causan mayores y dispares errores en las condiciones finales resultantes de cada cálculo que realiza el superordenador. Como el avance temporal del cálculo predictivo del superordenador se realiza mediante saltos temporales discretos, es decir, las condiciones finales obtenidas tras el primer salto temporal (por ejemplo, de 12 horas virtuales que el superordenador resuelve en 30 segundos reales, para una “predicción” climática a 100 años) serán las condiciones iniciales para el siguiente salto temporal y así sucesivamente hasta llegar al horizonte temporal de la predicción deseada, es evidente que en cada uno de esos miles de saltos temporales se van acumulando cada vez mayores y más dispares errores hasta alcanzar rápidamente niveles de error inasumibles, aunque desconocidos porque obviamente no podemos comprobar con la observación meteorológica la fiabilidad de la predicción a 100 años. En este sentido, ya Lorenz (y otros) demostró que no se pueden hacer predicciones meteorológicas fiables con anticipaciones superiores a 15 días en condiciones anticiclónicas muy estables, pero que bajan a menos de 24 horas en condiciones de borrascas pequeñas de rápido desplazamiento; por ello no se publican predicciones meteorológicas con anticipaciones mayores.
A la anterior e invalidante objeción metodológica de las predicciones climáticas hay que añadir otras dos más. La primera es que evidentemente la serie histórica de mediciones meteorológicas es también caótica, no obedece a patrones estocásticos, y consecuentemente no se pueden deducir tendencias de la misma mediante improcedentes herramientas estadísticas de “ajuste” para “deducir” una supuesta (e inexistente) curva de evolución pasada que permita “calibrar” el modelo numérico climático y “apuntarlo” tangencialmente hacia el futuro remoto. Y, segunda objeción, tampoco es admisible el Sistema de Predicción por Conjuntos que sigue el IPCC y que consiste en tomar como valores predictivos más “probables” a muy largo plazo la “media” estadística de los valores obtenidos por un conjunto de diferentes modelos climáticos a cada uno de los cuales se les ha asignado subjetivamente una probabilidad de acierto, una fiabilidad ponderada, pues eso es un disparate metodológico que olvida nuevamente que el sistema caótico-determinista no admite distribución probabilística de “predicciones” porque precisamente es determinista.
Nuestro desconocimiento del futuroclimático lejano es absoluto e irremediable; por eso esta crítica científica no es “negacionista”
Así, la naturaleza caótico-determinista del sistema climático planetario impide radicalmente la predicción climática. Nuestro desconocimiento del futuro climático lejano es absoluto e irremediable; por eso esta crítica científica no es “negacionista” (calificativo irrespetuoso), pues su inevitable conclusión es que no podemos afirmar ni negar que el planeta se vaya a calentar (o a enfriar) a largo plazo, sino que es una crítica subversiva porque tritura el paradigma institucional, al poner de manifiesto su insubsanable carencia de evidencia científica, para así afirmar que en materia de predicción climática no hay paradigma alguno ni puede haberlo, que el único paradigma es que no hay paradigma posible, por lo que las profecías catastrofistas del IPCC carecen de todo fundamento científico solvente. Y así lo reconoció el mismo IPCC: “En la investigación y la creación de modelos climáticos debemos reconocer que nos enfrentamos con un sistema caótico no lineal, y por tanto las predicciones a largo plazo de los estados
climáticos futuros no son posibles” (IPCC, 2001, 774).
Apoya TU periodismo independiente y crítico
Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación