Que se abstengan los panolis, los pusilánimes, los retraídos, flojeras y cagones. No es un libro para blandengues, como advirtió su prologuista, Cayetana Álvarez de Toledo, en la presentación de Eros y Política (Ed. Alegoría), lo último de Juan Abreu, colaborador de esta casa. Es una oda a la libertad, un monumento a la verdad, una celebración del placer, un brindis a la inteligencia y una defensa de España. En suma, un Abreu genuino y, por lo tanto, bestial, tierno, implacable y, por supuesto, excepcional.
Abreu es cubano, estuvo con Reinaldo Arenas, huyó de aquel paraíso rumbo a Miami y recaló en España para quedarse. En Cataluña. Nadie es perfecto. Cincela con abrupta sinceridad y amena insolencia un blog, Emanaciones, que ya cuenta con más parroquia que muchas iglesias y más seguidores que alguna musa del tiktok. Se trata de una especie de confesonario, un psicoanálisis sin diván, un descargo de conciencia, un monólogo luminoso, valiente y adictivo en el que se desnuda cada mañana desde hace diez años. Allí sentencia y maldice, excomulga y ensalza, escupe y adora, habla de cocina y de pajaritos, reflexiona en voz alta, aconseja lecturas y, muy especialmente, despliega una interminable cascada de aventuras sexuales, sugerencias eróticas y voluptuosas experiencias muy de agradecer en estos tiempos de inquisiciones y represiones, de despotismos rancios, viejas del visillo, vigilantes con perspectiva de género, cancerberos de lo correcto, cerebros estreñidos y demás chusma militante en la cofradía de las frustraciones del progreso.
Abreu es, fundamentalmente, un vitalista gozón, cachondo, divertido, descree de la angustia ante la página en blanco, bendice "la gloria del escritor al que le gusta escribir", ensaya fórmulas de alquimia con las palabras, las retuerce, las adorna, las mima, persigue el ritmo de la frase, acaricia su cadencia, ecos del son. Preciso en el adjetivo y brillante en las imágenes, tontea con la gramática, cornea a la ortografía. Disfruta con la pluma. Es corrosivo pero no faltón, punzante sin ensañamiento, crítico sin cargar la suerte, vitriólico cuando es menester y divertido hasta el paroxismo.
Es venturoso, optimista, sandungo y milita en la convicción de que todas las mujeres son divinas. Hay en sus páginas referencias impensables sobre este particular. Una gruta sin fondo, el jardín de todas las delicias
En Eros y Política ha hilvanado 140 retratos preñados de ingenio e ironía, que llama 'embelecos', unas piezas de jocosa ficción, 'sátiras juguetonas o ácidas' que quizás ofendan a algún intolerante. Abreu es incisivo, original, lúcido, no se encela en lo hiriente ni se ensaña con quien detesta. Entre bofetón y puñada, desparrama una indisimulable ternura que conjuga, cuando se tercia, con una sincera compasión. Por eso sus piezas, lejos de resultar ácidas, se digieren gratamente, mueven a la sonrisa, a veces la carcajada y siempre a la reflexión. Abreu, en efecto, no es un 'amargao', espécimen que tanto abunda en el gremio de los letraheridos. Es venturoso, optimista, sandungo y milita en la convicción de que todas las mujeres son divinas. Hay en sus páginas referencias impensables sobre este particular. Una gruta sin fondo, el jardín de todas las delicias. Por ejemplo, lo de Pam.
Por su libro desfilan semovientes detestables, politiquillos de aluvión, fatuos tremendos, canallas insufribles y un escueto puñado de gente admirable. He aquí una minúscula muestra de los geniales daguerrotipos que aparecen en su particular bestiario nacional.
Ada Colau: La osadía flatulenta del analfabetismo en el poder.
Irene Montero: Emite incesantemente eructos ideológicos empaquetados al vacío (cerebral).
Pedro Sánchez: El mentón bobalicón pero fotogénico, el morrito cuché. Más un maniquí que un ser humano.
Begoña Gómez: Un lascivo andar equino, un exceso de huesos.
María Jesús Montero: La vulgaridad ceporra, la hembracidad presentida, el afrodisiaco ambulante, la virgen musulmana.
Cuca Gamarra: El masticar pladur, el coño cejijunto, la cara de conserva, la perrita faldera del partido.
Gabriel Rufián: El cabezaepuerco auténtico, los niveles de ruindad, burricie, degradación e indecencia moral de los cubanos, sin serlo.
Félix Bolaños: El glorioso pajero asiduo a los dos dedos, el placer del Jefe antes que el propio. Parece bobito pero creo que es una táctica para encubrir su lado de comisario siniestro.
Mariano Rajoy: La vagancia como señal de identidad moral, el careto a cámara lenta.
Y el favorito del autor. Patxi López: El político lamprea, adherido a la sangre del tesoro de los contribuyentes y de la Sangrientísima Trinidad de la política española.
Abreu es un autor libre, irreverente y salvaje. Un ejemplar único. "Pide a gritos que lo cancelen", resumía CAdT.
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