Opinión

¿Los focos al Emérito?

¿Es tan sencillo como suena, como se escribe? ¿Servirá para todos los cánceres?

Yo no soy médico, ni científica. No entiendo de tratamientos ni de curas. No alcanzo a comprender lo que supone una investigación, ni toda la letra pequeña que conlleva. Pero, sí soy periodista y sé distinguir una noticia alentadora, un titular gratificante. Últimamente son pocos los que hacen que me detenga, que vaya más allá de las mayúsculas en grande y en negrita, que siga con los ojos todas y cada una de las líneas del texto -de izquierda a derecha, de izquierda a derecha- hasta el punto y final. Sin embargo, hay uno que estos días sí ha conseguido acaparar mi tiempo y, aunque pueda resultar extraño por el enunciado de esta columna, nada tiene que ver con la segunda visita del Emérito a España donde ya sólo le queda el mar como refugio.

“En 2030 habrá vacunas contra el cáncer”. Leo esto en el trabajo una mañana cualquiera de este mes de abril quebrado y seco -como el libro de Ismaíl Kadaré- y, acto seguido, pego un respingo en mitad de la redacción y lo repito en voz alta. “Lo he visto”, responde una compañera mientras yo continúo con la lectura, tratando de tropezar -temerosa- con la trampa, el engaño, con ese “pero” que siempre te devuelve a tu lugar.

Dicen sus creadores que los resultados de los ensayos son “tremendamente prometedores”. “Se abre una ventana esperanzadora”, asegura el presidente de la Asociación Española de Vacunología

¿Está tan cerca el ansiado milagro? ¿Es tan sencillo como suena, como se escribe? ¿Servirá para todos los cánceres? Avanzo con la noticia, entre preguntas, y rápido compruebo que se trata de un anuncio de Moderna -célebre laboratorio estadounidense conocido ahora por todos gracias a sus pinchazos contra el coronavirus- que habla de un tratamiento, personalizado, para atacar y combatir los melanomas más agresivos. Dicen sus creadores que los resultados de los ensayos son “tremendamente prometedores”. “Se abre una ventana esperanzadora”, asegura también el presidente de la Asociación Española de Vacunología. Hasta la Agencia Europea del Medicamento lo ha calificado como terapia prioritaria acelerando así su aprobación y la posibilidad de que sea una realidad más pronto que tarde.

Busco y rebusco el alcance de este anuncio, las reacciones de expertos, para tratar de comprender su impacto real. Y aunque es verdad que no entiendo de esa tecnología de la que empecé a escuchar hablar durante la pandemia y que se empleó con éxito para luchar contra el coronavirus, la del ARN mensajero; que no comprendo muchos de los tecnicismos que acompañan los textos; que se me escapa todo lo relacionado con células o tumores. Aunque todo esto es verdad y pese a todos mis vacíos, valoro enormemente la importancia de esta noticia. Porque yo no soy médico, ni científica, lo que soy es periodista y, por encima de todo, una persona, como tantas, que conoce la palabra cáncer y el temblor que este término puede provocar en los cimientos de cualquier hogar. Soy consciente, aún sin haber estado en el epicentro del seísmo que genera esta enfermedad, de todo lo que es capaz de destruir a su paso, porque he permanecido en su radio de acción y he sido víctima de sus daños colaterales, del socavón que se abre en el alma de quienes la sufren y de los que acompañan.

Una cura tan anhelada podría estar cada vez más cerca, que ya ha comenzado la carrera por conseguirla y que depende ahora de los expertos que se alcance la meta lo antes posible

Por eso, mientras estos días todos los focos apuntan en otra dirección, más al norte, hacia un monarca que, de tanta luz, acabó quemándose… yo dirijo mi mirada hacia este otro lado, el de la esperanza. Dice en una entrevista el director de Moderna en España, Juan Carlos Gil Rubio, que este mismo año se llevará a cabo una nueva fase de ensayos, la tres, de esta vacuna que incluirá a un importante número de pacientes. Y esto me lleva a pensar que una cura tan anhelada podría estar cada vez más cerca, que ya ha comenzado la carrera por conseguirla y que depende ahora de los expertos que se alcance la meta lo antes posible. ¿Será para 2030? Quizá llegue antes, quién sabe, ojalá. Sólo espero entonces que, cuando eso ocurra, el titular me grite sin tener que buscarlo entre una maleza de noticias innecesarias.

Yo no sé de medicina, ni de ciencia, tampoco de investigación. Pero es en aquello que no sabemos, en aquello que desconocemos, en aquello que está aún por descubrir y que puede salvar miles y miles de vidas, en lo que tenemos que poner el foco, el interrogante. Porque jamás se encuentran respuestas cuando ya no quedan preguntas.

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