Opinión

Caniches fachas en Chamberí

El estalinismo de la crítica que va buscando fachas por Madrid es como de husmeador profesional de culos de caniches

Hay un ojo anglosajonijodido para España y sur de Europa en general; se empeña en hacer un periodismo de clichés que a veces encaja bien con la visión que los posmodernos tienen de su cultura. Eso de ir de ciudadano del mundo y criticar la bandera española, como hace Raphael Minder esta semana en una entrevista de El País, es otro episodio de la caza de los iberismos. En este caso, este reportero de The New York Times hace un localismo de la almendra central de Madrid, los perros fachas de Chamberí. España va mal, dice, porque cuando él llegó no había banderas y ahora las llevan hasta los perros de Chamberí.

Es gracioso y comprensible, ellos quieren una España desespañolizada, internacionalista. Quieren que seamos ciudadanos del mundo, y nosotros a lo nuestro. Seguimos con nuestra dieta mediterránea, nuestra siesta, paseando caniches de raza tranquilamente. El ciudadano de Madrid es un cosmopolita que tiene otra forma de estar en el mundo, se permite ser ciudadano de su país. No está tan mal, el cielo es abierto y azul, hace sol y la gente sonríe por la calle, no como en Suiza. Es un disparate hacer localismo de Madrid, cuando Madrid es, hoy por hoy, de las ciudades más abiertas de Europa.

Madrid es plural y admite todos los géneros literarios, todas las miradas, pero además es una ciudad que se presta fácil al cliché, por su excentricismo castrense

A mi me interesa la cultura más que la guerra cultural, aunque a veces ambas se enredan. El madrileñismo, como todo costumbrismo es una degeneración exaltatoria de la ciudad; ese Madrid que huele a salida de los toros y a fumador se mezcla, ha de hacerlo, con otros madriles para ser verídico. Madrid es plural y admite todos los géneros literarios, todas las miradas, pero además es una ciudad que se presta fácil al cliché, por su excentricismo castrense. Ese es el cliché que soba el anglosajonijodido, los nacionalistas periféricos y el posmoderno. Madrid siempre ha tenido un carácter seco, castizo, y su sencillez es su esencia. Pero también es villa y corte porque así lo quiso Felipe II. Decía Umbral que Madrid la construyeron entre Carlos III y un albañil de Jaén. Hay muchos madriles, y todos van del uno al otro en una inmensa gama, esta variedad es la que hay que contar para ser fieles a nuestros lectores.

Es también una ciudad tomada por la literatura, el cine, por el ocio, por vocaciones obstinadas. Sin embargo, el odio a Madrid está siempre teñido por la política, hasta en el fútbol. El estalinismo de la critica que va buscando fachas por Madrid es como de husmeador profesional de culos de caniches. No es tan difícil ver la diversidad, solo hay que cambiar de barrio. El que pasea puede ver una estampa distinta en cada rincón. Todos los rincones de Madrid tienen su mito, por ejemplo del callejón del Gato no nace el esperpento, por mucho que lo dijera Max Estrella, y en Chamberí los caniches no tienen ideología política. Hay mitos que llevan ahí instalados muchos siglos, sirviendo de inspiración, porque más que una ciudad, Madrid es un género literario. Ahora hay que ir destruyendo tópicos para que esta crema de la intelectualidad no acabe con la cultura. También hay palacios y teatros que han ido destruyendo los alcaldes, hay que defenderse tanto de los alcaldes como de los topicazos y la mejor forma de hacerlo es conquistar a los lectores de periódicos y a los lectores, a los visitantes de museos, a los paseantes.

Lo que vemos en ese otro periodismo es la caza de la palpitación universal de nuestra vida cotidiana, un reduccionismo sin matices. Quedamos entonces invadidos por una pintoresca caricatura de lo español. Y el posmoderno consume esta demolición de su cultura porque ha dejado de amarla. Minder ofrece una imagen de los españoles más cercana al hiperrerealismo metafísico de Dalí, pero le sale una cosa un poco tonta. Lo contaba Dalí: “Si Velázquez copia una fotografía lo mejor que puede le sale un Velázquez. Si un tonto copia exactamente una fotografía le sale una tontería, y si Dalí copia una fotografía le sale un Dalí, o sea que no hay que preocuparse”.

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