El pasado mes de abril señalaba en un artículo que la crisis en la que entrabamos tenía un triple componente: sanitario, de demanda y de oferta. Ha pasado un año y la buena noticia es que la crisis sanitaria está pronta a remitir (contagio + vacunas = inmunidad de rebaño) si bien dejando consecuencias devastadoras en forma de peaje mortal. La alegría de los supervivientes no debería empañar la memoria del fracaso. La crisis de demanda también está cercana a remitir y la elasticidad con la que ha funcionado a la baja será casi simétrica al alza. Y digo casi porque el efecto rebote producirá un abrupto incremento de la misma (buenas noticias) salvo cambios, ahora ocultos, en las pautas de demanda más estructurales. Será el sector servicios el más beneficiado, como lo ha sido a corto el más perjudicado, y esto son buenas noticias para España.
¿Qué decir en cuanto a la crisis de oferta? La respuesta me resulta más difícil. ¿Cuánto capital se ha destruido, cuánta capacidad instalada ha desaparecido, cuánta empresa, instalación fabril, en situación zombi queda, cuánta morosidad oculta que podrá aflorar en su totalidad en 2022 o corregirse en el ínterin, según vaya la recuperación, queda pendiente? ¿Cuánto daño hay encapsulado en el sistema financiero, si bien con la experiencia adquirida en la pasada crisis y con el soporte extraordinario, por el cuánto y el cómo, a la liquidez por la política monetaria, y al capital por la regulación y supervisión, soportando la crisis y apoyando mejor la economía? ¿Cómo cambiarán las cadenas de producción, la integración vertical, la internacionalización?
Conviene, por tanto, mirar el futuro inmediato, 2022, con perspectiva positiva: un escenario central de recuperación tal como dicen los números de todo tipo de instituciones públicas y privadas y, además, con cambios positivos, profundos, de aceleración en cuestiones estructurales como medio ambiente y responsabilidad social. Acompañados, eso sí, por otros, muy negativos, que ensombrecen conquistas centenarias de libertades ciudadanas.
En efecto, en este escenario central hay que incorporar tres variables consecuencia directa de la crisis que pueden cambiar nuestro mundo. Están ahí, subyacentes y exigen gestión. La primera de ellas son los cambios estructurales sociales y económicos. Horarios y formas de trabajo, sistema sanitario, pautas de consumo verde, regímenes alimentarios, movilidad física… Hemos acelerado la revolución digital gracias la covid. Parecería que sí y estoy convencido que para bien.
El abrazo de las élites políticas
La segunda de ellas, sutilmente vinculada a la anterior, es el avance extraordinario del Estado, de lo público, en un mundo todavía privado que resiste el poderoso abrazo de las élites políticas y tecnológicas que se apropian del poder y, más temibles que nunca, gracias a las nuevas tecnologías que lo facilitan. Una política monetaria heterodoxa y extra abundante nos ha hecho drogodependientes, una política fiscal desatada en estos meses mediante déficits extraordinarios, muy vulnerables a la necesaria corrección en el futuro, junto con el avance formidable de las redes sociales, sus amos y la conexión con el poder político, nos deja sin huecos para escondernos.
En efecto, la partida sanitaria y su impacto económico dan a China como vencedora, al capitalismo de Estado como nuevo paradigma de eficacia y a populistas de izquierda y derecha en abrazo entusiasta, en el paradigma de la ingeniería social y la venta de “la seguridad” frente al vértigo de la libertad. Cada vez hay más zombis sociales que se apuntan a la seguridad para ser dirigidos con mano de hierro. Estados Unidos resiste, Trump y Biden coinciden en esto, y por tanto dentistas y veterinarios podrán vacunar… Aquí, en Europa, se veta al sector privado por ideología. Pero…el subyacente es el control, férreo.
Política fiscal desatada
Finalmente un nuevo factor en este escenario post-covid que todo lo puede cambiar. Es opinión compartida que la deflación, los intereses bajos y la estabilidad favorece a los acreedores. Sin su contrario, la inflación, los tipos altos favorecen a los deudores. Queda claro que el instinto político, sobre todo el actual cortoplacista, navega mejor, con interés declarado, en inflación que derruye las deudas a costa de los ahorradores, prima cigarras frente a hormigas y engaña con vanas ilusiones de subidas salariales que nunca alcanzan las subidas de precios pero que se venden bien.
Pues bien, la inflación ya ha llegado. La de activos, renta variable (Bolsa), deuda (bonos) e inmuebles es reflejo de subidas de valor exuberantes, no sé si estética y moralmente compatibles con el sufrimiento general de la población colgada de ayudas “estatales” nunca vistas, de empresas también colgadas de líneas de refinanciación públicas nunca vistas, avales, subvenciones etc. El avance del Estado todo lo arregla a corto, pero encapsula una posible gran corrección a largo, tanto económica como social.
En Europa nos queda un año
Además, la política monetaria extrema y la política fiscal desatada acabarán produciendo inflación de bienes de consumo y materias primas. China ya está en situación precrisis 2019 y EEUU con un PIB proyectado a mitad de este año también en zona precrisis; en Europa nos queda un año. Además la radiación de fondo política es proclive a la inflación y las recientes decisiones de la Reserva Federal y BCE le han abierto una rendija en la puerta de entrada. Solo me tranquiliza que amigos más preparados pero también más creyentes en la gestión pública de nuestros asuntos monetarios y fiscales están convencidos de nuestra capacidad para domar al tigre, incluso cabalgarlo, para así entrar en una nueva era de control y gestión de la economía y sus ciclos que asegure la corrección de los mismos de manera menos traumática y quizás más justa que hasta ahora.
Por si acaso, el fenómeno emergente más revolucionario, tanto política como económicamente, que es el de las criptomonedas nos dice con claridad que su éxito se basa en las ansias, casi instintivas, de muchos ciudadanos, por encontrar un refugio privado de libertad más allá de los Estados y su papel moneda, y así hacer frente al avance del capitalismo de Estado que no lo tolerará y, por ello, la preparación de las “criptos” de los Bancos Centrales para competir con los privados.
Una formidable batalla se prepara, Elon Musk versus Mark Zuckerberg.
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