Dudas quedan pocas. Manuela Carmena es un ‘animal’ político. Una maquinaria de sumar votos, cincelada alrededor de una falsa imagen de cándida señora mayor. Pura fachada. Pronto volverán sus magdalenas a escena. En cuanto la factoría de Podemos considere que la imagen del postre mejora las encuestas de cara a las elecciones municipales del próximo año. Porque Carmena es puro marketing. Anuncios y contranuncios sin letra pequeña, sin un proyecto claro para Madrid. La ciudad que prometió cambiar. Alicatarla nueva de cabo a rabo. Transformar sus zonas más pobres y periféricas. Poner el Gobierno local al servicio de los madrileños. Dignificar sus instituciones. Más de tres años después, pocos son los ciudadanos que aprueban su decisión de cerrar al tráfico las principales calles del centro, que ha provocado un caos circulatorio sin precedentes, agravado por la gestión de obras tan polémicas como las que han convertido Gran Vía en un auténtico basurero. O la de ampliar sin demasiada coherencia los kilómetros de carril bici, descuidar el asfalto de las calles, gestionar deficientemente los servicios de limpieza de algunos barrios y permitir la proliferación de manteros que venden productos falsificados delante, en muchos casos, de las tiendas donde se comercializan las prendas originales.
Carmena gobierna a golpe de ocurrencias. A finales de mayo propuso que los trabajadores sin papeles pudieran ser formados en la Agencia para el Empleo para cubrir la demanda de obreros que necesitan los empresarios de la construcción. La sugerencia formulada tras una visita al barrio de Lavapiés no tuvo en cuenta ni la situación irregular de los inmigrantes sin papeles ni el déficit de obreros cualificados en la treintena de obras que están en marcha en la capital. El problema con el que se topan los empresarios en Madrid no es la falta de personal disponible para trabajar en el sector de la construcción, sino la ausencia de una mano de obra cualificada. Poco más se supo ni de la ocurrencia ni de agilizar cualquier tipo de plan de formación para cubrir la demanda de los empresarios. Pero sigamos el hilo conductor de Carmena. Porque la ocurrencia de la alcaldesa lo único que hubiera conseguido es cambiar de estatus a los inmigrantes ilegales. De sin papeles a sin trabajo. Ciegos de su fanatismo anticapitalista, Carmena y los suyos llegaron al Ayuntamiento afirmando que ya había suficiente vivienda en Madrid y que cualquier decisión dirigida a poner en marcha nuevos proyectos urbanísticos sería una traición a la gente que solo beneficiaría a los especuladores y fondos buitre. Con semejante pobreza conceptual como eje programático, torpedearon o directamente echaron abajo planes para generar nuevos polos de desarrollo económico y urbanístico, lo que evidentemente ha tenido consecuencias tremendamente negativas y convertido en misión imposible la contención del precio de la vivienda en la ciudad. Los planes de construcción de nuevas viviendas siguen paralizados y sin visos de que vayan a salir adelante en lo que queda de esta legislatura insoportable.
Por si no fuese suficiente, la política urbanística del consistorio está empeorando las cosas. Durante meses, Carmena ha venido bloqueando el proyecto de reforma del nudo Castellana Norte que han presentado BBVA y San José, hasta conseguir tantas hectáreas de suelo público en el proyecto final, que su consistorio tendrá imposible desarrollar. Y no sólo por falta de tiempo, también de ideas. La demonización de la Operación Chamartín no ha hecho sino frenar unos años el desarrollo de las infraestructuras que están llamadas a aumentar notablemente la capacidad de las vías de entrada a la capital. Además, en la medida en que la Operación Chamartín incluye la construcción de 18.000 nuevas viviendas, el veto de Carmena encarece el suelo de la capital y obliga a miles de familias a seguir residiendo fuera de la ciudad en que trabajan. Pero no solo en el norte de la ciudad se están tomando decisiones urbanísticas que también son nefastas para la movilidad. También en el sur ocurre algo similar. El Gobierno municipal ha reducido de 105.000 a 53.200 las viviendas autorizadas en distintas promociones del sureste madrileño, lo que igualmente genera un encarecimiento artificial de la vivienda y expulsa a miles de familias a entrar y salir en coche de la capital, en vez de tener la oportunidad de trabajar y vivir en Madrid.
En apenas dos años, el equipo municipal ha golpeado la eficiencia en la movilidad a través de distintas medidas que, en la práctica, aminoran en 30 kilómetros la superficie por la que pueden circular los coches. A esto hay que sumarle la infinidad de multas que impone el consistorio (8.000 al día) o las continuas restricciones a la circulación (que no logran reducir la polución pero sí generan enormes atascos). El resultado de estas decisiones ya se empieza a trasladar al día a día de los madrileños, que cada vez pierden más horas debido a los atascos. El último informe de la consultora INRIX, que analiza decenas de capitales mundiales, concluye que Madrid ha empeorado cuatro puestos en el ranking de las grandes ciudades con más atascos. Si en 2016 estábamos en el número 80 de la lista, hoy ya estamos en el 76. Además, algunas de las ciudades cuya política de movilidad ha sido ensalzada por el equipo de Carmena logran un resultado nefasto en la tabla. El mejor ejemplo es París: ocupa el puesto 12 del índice y cada conductor pierde, de media, 69 horas al año en atascos.
Prohibir la circulación por determinadas zonas salvo para aquellos vehículos no contaminantes supone un notable grado de exclusión para aquellas familias con menos recursos. No sólo porque tengan que dejar aparcado el coche en sus domicilios para entrar en determinadas zonas de la capital sino porque la medida supone la depreciación del segundo bien de todas las familias, tras la vivienda: el automóvil.
Según el informe de INRIX, el tiempo de conducción perdido por los madrileños en los atascos llega a ser del 25% en las horas de entrada y salida del trabajo. Durante el día, las retenciones aumentan un 21% la duración de los trayectos. Los fines de semana, el flujo mejora pero sigue suponiendo un 8% del tiempo que pasan los conductores en su automóvil. Como es lógico, todas esas retenciones suponen emisiones contaminantes, de modo que la obsesión del Ayuntamiento con restringir la movilidad del coche redunda directamente en el empeoramiento de los indicadores medioambientales que, supuestamente, se pretenden mejorar con estas decisiones.
Pese a la ‘guerra al coche’ impuesta por el consistorio de Carmena, en los últimos tres años y con Ahora Madrid en el Palacio de Cibeles, se ha producido un incremento de 43.538 automóviles en la ciudad. Así consta en el portal de datos abiertos del consistorio y, en concreto, en el padrón de vehículos que pagan el impuesto de circulación. En el primer semestre de 2018, el número de coches registrados en la capital asciende a 1.377.914 vehículos. En 2015, año en el que Carmena llegó al Gobierno municipal, la cifra se encontraba en 1.334.376 turismos. Aunque el incremento no parece alarmante, es significativo que, pese a las políticas puestas en marcha en los últimos tres años, la tendencia haya sido ascendente. En 2016, los turismos crecieron en 8.541 con respecto al año anterior, y en 2017, el aumento con respecto a 2015 ya era de 24.724 turismos.
Lo que Ahora Madrid debería explicar es por qué, pese a las iniciativas tomadas, los datos de turismos en la capital se han visto incrementados. Y no solo la cantidad de automóviles. Los datos del ayuntamiento de la capital muestran cómo ha aumentado notablemente el tráfico en la M-30. En concreto, durante el año 2014 —todavía con el PP de Ana Botella— se produjeron 572,4 millones de desplazamientos frente a los 638 del año 2017, cuando Carmena llevaba un año y medio en Cibeles. ¿No será porque el transporte público cada vez es más deficiente en Madrid?
Madrid, como Barcelona, como todas las grandes ciudades del mundo vive en esos momentos de reflexión acerca de cómo será la movilidad del futuro con experimentos ya desde el presente con las plataformas en las que se comparte todo: coche, moto, bicicleta e incluso patinetes. Una nueva movilidad con ley y orden, con una perfecta convivencia entre los nuevos usos de transporte urbano con el coche particular. Éste siempre existirá y seguirá existiendo, por mucho que le pese a Carmena. Por mucho que quiera demonizarlo con su nueva ordenanza de circulación, como viene haciendo con los coches diésel. Limitar a 30 km/h, incluso a 20 km/h en aquellas vías donde no existe diferencia de altura con la acera, prohibir la circulación por determinadas zonas salvo para aquellos vehículos no contaminantes supone un notable grado de exclusión para aquellas familias con menos recursos. No sólo porque tengan que dejar aparcado el coche en sus domicilios para entrar en determinadas zonas de la capital sino porque la medida supone la depreciación del segundo bien de todas las familias, tras la vivienda: el automóvil.
Carmena ha emprendido una guerra contra los coches, las motos y los patinentes que generará una erosión electoral. ¿Suficiente para perder la alcaldía? Motivos haberlos, haylos para que Carmena deje de gobernar el Palacio de Cibeles y se marche a casa. No sólo por su incompetencia. Sino por su incoherencia. Hace ya un año, pese a promover activamente el día sin coches en la capital, la alcaldesa utilizó su vehículo particular. “No me he acordado, he metido la pata”, adujo como excusa. Y borrón y cuenta nueva. Es lo que tiene este equipo de gobierno municipal que llegó prometiendo prescindir de los coches oficiales para desplazarse en transporte público y un par de ejercicios después autorizó la compra de 67 vehículos oficiales. La factura, 2,3 millones para los madrileños. Como diría el viejo refranero: una cosa es predicar…
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