Hay quien defiende que vivir sin miedo acorta la esperanza de vida. Pero, visto lo visto, digamos que mejoraría la experiencia en este mundo, cada vez más aburrido y atenazado por todo tipo de previsiones apocalípticas. Hay quien se creyó aquello de que hay que ser temeroso de Dios, sin pararse a pensar que el poder acostumbra a asustar a la población para guiarla, como un rebaño, hacia el camino que le conviene. Ésa estrategia la ha utilizado el Ministerio de Sanidad al revelar el número de afectados y fallecidos por trombos tras vacunarse con el suero de AstraZeneca.
Lo ha hecho después de comprobar que una buena parte de los ciudadanos a los que se les ha preguntado sobre la posibilidad de inyectarse una segunda dosis de AstraZeneca, tras haber recibido la primera, ha dado una respuesta afirmativa, cuando el Ejecutivo consideraba que la mejor opción era combinarla con la de Pfizer. En otras palabras, entre mezclar AstraZeneca y Pfizer y no hacerlo, ha elegido esto último.
La propuesta de combinar las dos vacunas viene avalada por un estudio realizado sobre 672 personas, en la Universidad Carlos III, en el que se comprobó -tras las sospechas sobre la presunta inseguridad del suero de AstraZeneca- que la respuesta inmunitaria que desarrollaron quienes 'mezclaron' dos sueros de distintos fabricantes era amplia.
Pero varias comunidades autónomas consideran que la muestra de la institución educativa española no es más válida que la que se ha obtenido en Reino Unido, donde varios millones de personas han sido inmunizadas exclusivamente con AstraZeneca. De hecho, la propia Agencia Europea del Medicamento ha avalado esta opción.
AstraZeneca y el miedo
Dado que una buena parte de los ciudadanos ha tomado una decisión opuesta a la que quería el Ejecutivo, éste ha reaccionado; y lo ha hecho con poca elegancia, para variar. Porque Carolina Darias no ha dudado en recurrir al miedo para tratar de hacer prevalecer el criterio del Gobierno. Por eso, Sanidad publicó el pasado jueves que se han registrado 20 casos de trombos y 4 fallecimientos por esta patología entre los vacunados con AstraZeneca. El 0,0004 % de los inyectados enfermó y el 0,00008 % murió.
Hace no mucho, se señalaba a los negacionistas por amedrentar sobre las vacunas e inventar teorías sobre su capacidad para esterilizar a la población y controlar su comportamiento a través de microchips. Esa táctica del miedo la emplea ahora el Ejecutivo, donde la responsabilidad es un bien escaso. Es decir, justo lo contrario que la mentira y la ocultación de datos, que es lo que ha primado en el Consejo de Ministros desde el inicio de la pandemia.
Hace no mucho, se señalaba a los negacionistas por amedrentar sobre las vacunas e inventar teorías sobre su capacidad para esterilizar a la población y controlar su comportamiento a través de microchips. Esa táctica del miedo la emplea ahora el Ejecutivo
Porque lo que subyace detrás de esta posición (más allá de la geopolítica) es la incertidumbre existente con respecto a las dosis que recibirá España de AstraZeneca en los próximos meses. O más bien, sobre cuándo le llegarán las dosis comprometidas.
Esta situación no es nueva, pues es similar -salvando las distancias- a la que llevó a Fernando Simón, Salvador Illa y su tropa a desaconsejar el uso de mascarillas durante el primer estado de alarma. Había una falta de abastecimiento y se mintió a la población, lo que, como poco, no ayudó a salvar vidas y reducir las infecciones.
La falta de credibilidad que arrastra el Gobierno tras tantos meses de desatinos -Pedro Sánchez llegó a declarar la victoria frente al virus en junio de 2020- es la que ha motivado que los ciudadanos -menores de 60- que han tenido la posibilidad de elegir entre AstraZeneca y Pfizer hayan optado por la primera. Porque -pensarán- que, puestos a sospechar, quizás sea menos fiable el Ministerio de Sanidad que el inyectable anglo-sueco.
Lo de recurrir al miedo para imponer un criterio determinado es todavía más ruin, máxime en un momento en el que existe en una parte de la población cierta sensibilidad hacia los efectos secundarios que ocasionan las vacunas. Pero es la mejor muestra de cómo se las gastan en Moncloa, donde no hay suficientes propagandistas (y hay infinidad) para enmascarar una realidad, y es que el diálogo y la honestidad no son los fuertes de quienes manejan el timón de este país en un momento histórico especialmente delicado.
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