Opinión

La carta de Punset, topografía de la partidocracia

Carolina Punset abandona Cs con un sonoro portazo tras acusar a su expartido de tibieza con el separatismo y a renglón seguido visitar a Puigdemont

Me ha interesado mucho el contenido de la carta de Carolina Punset, europarlamentaria de Ciudadanos, en la que comunica a su partido que se da de baja en él, porque, según su opinión, “había hecho transfuguismo político para ser marca blanca del PP (…). Pasamos del 'No es No' a Rajoy a ser los únicos que apuntalaron su gobierno en una moción de censura más que necesaria. No facilitar la salida de un gobierno corrupto, es igual a ser cómplice de la corrupción. Con esa moción, vi a mi jefe más enfadado y descolocado que al propio Rajoy.”

Estas frases durísimas, que a mí, personalmente, me suscitan desconfianza hacia Punset, pues sus argumentos pasan por alto defectos partidistas de los que ella también es o ha sido parte interesada. Estimo que su carta de abandono es tan contradictoria como contradictorio es su partido, al menos desde que Sánchez en el Gobierno le frustró a Ciudadanos una estrategia que parecía darle el poder sin necesidad de concretar sus objetivos. Carolina Punset ha escrito al respecto: “Sigo sin comprender como se puede uno acostar socialdemócrata y levantarse ultra liberal. Es como si el Partido Popular mañana se levantase socialista (…..) Se han dado tantos bandazos que se ha conseguido hacer olvidar a la opinión pública de dónde venimos y a dónde vamos.”

Al comienzo de su carta, Punset se refiere a dos conceptos clave de la política democrática: la vocación política y los partidos políticos: “He encontrado en la política mi vocación -escribe Carolina Punset- y la he ejercido con pasión. Sin embargo, soy consciente que sólo se puede hacer política a través de los partidos, y he llegado a un punto, en el que no comparto la mayor parte de las decisiones orgánicas y sobre todo políticas del mío. Se premia más el aplauso fuerte y acalorado al líder que las ideas y programa que se ofertó en su día al ciudadano.”

Personalmente, la carta de Punset me suscita desconfianza, pues sus argumentos pasan por alto defectos partidistas de los que ella también ha sido parte interesada

La vocación política es fundamental. Muchas veces me he referido a su origen en Lutero, y que de él pasó a Max Weber: es una entrega a la acción pública cuya recompensa sólo se encuentra en la propia conciencia. En el ámbito católico, la vocación se refería a  dedicar la vida a Dios o a sus semejantes. Supone a renuncias importantes, para empezar a hacerse rico en política, o a someterse voluntariamente a la disciplina de partido. Esto último es bastante complejo, se acepta en partidos antiguos, aquéllos que como el PSOE tuvieron una tradición de pertenencia a una causa semi-religiosa, y porque se aceptaba la disciplina como una defensa ante los adversarios; se empleaban términos de defensa militar: militantes, estrategia, táctica y diversos frentes, el “frente cultural”, “el frente obrero”, etcétera.

Pero todo eso es pasado. Efectivamente, “sólo se puede hacer política a través de los partidos”, pero la tarea de nuestro tiempo es asegurar que existan controles en todos los escalones de las democracias de nuestros días, y para empezar, controles, transparencia y escrutinio permanente en los partidos políticos. Y de eso, Carolina Punset no dice nada.

Después de sus quejas por el abandono de sus promesas, Punset se detiene en el asunto de Cataluña, la causa fundamental para su abandono, ante un inminente expediente de expulsión por haber ido a conocer al huido de Waterloo: “Mención aparte merece el tema de Cataluña. No creo que nadie dude de mi aversión por cualquier tipo de nacionalismo ni de mi posición jacobina que he defendido sin complejos. Sin embargo, eso no me impide constatar que la situación de enfrentamiento civil ha llegado a tal punto, que es necesario estar abiertos a escuchar a los adversarios políticos. Habrá quién por interés electoralista prefiera que la situación esté cada vez más polarizada y enquistada, pero eso nunca será bueno ni para Cataluña ni para España”.

La tarea de nuestro tiempo es asegurar la trasparencia y escrutinio permanente en todos los escalones de los partidos políticos

El párrafo anterior es contradictorio en sus conceptos abstractos, pues el jacobinismo se define siempre como un inflexible o dogmático racionalismo, o es contradictorio con lo que ha  sido la reciente “posición” de la misma Carolina Punset. Sus críticos aducen esto último, cuando consideran un oportunismo frívolo su visita a Puigdemont en Waterloo, cuando anteriormente ella había criticado la tibieza de su partido con los separatistas.

En cualquier caso la carta de Punset no dedica una sola palabra a la necesaria búsqueda de acuerdos entre los partidos políticos que defienden la Constitución, y que hace un año apoyaron juntos la aplicación del articulo 155 (que por cierto es una garantía para las Comunidades Autónomas, pues la autorización del Senado es también un control al Gobierno y que establece unos límites en su actuación).

Las inútiles y tremebundas palabras de Pablo Casado al presidente del Gobierno en el pleno del Congreso de los Diputados, aprovechando un punto del debate que no tenía nada que ver con Cataluña, y con un supuesto golpe de Estado que se estuviera dando allí, convierten la carta de Carolina Punset en otro suma y sigue del desatino político que nos conturba. Pero lo peor es que se incrementa el número de los que ya nada esperan de sus representantes electos. 

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