Opinión

Carta a mi primo esquimal

Querido primo: tu primo de aquí, que no tiene nada que ver con los primos de allá porque los españoles ya nacemos primos por naturaleza, quiere ponerte al día acerca

Querido primo: tu primo de aquí, que no tiene nada que ver con los primos de allá porque los españoles ya nacemos primos por naturaleza, quiere ponerte al día acerca de cómo andan las cosas. En tu última carta te quejabas del frío que hace en tu tierra, fiando en Greta y en el calentamiento global alguna mejora climática. Aquí sucede todo lo contrario.

Cada vez que hablan los políticos nos quedamos más helados y los únicos que se calientan son los despachos oficiales, que al precio que está la electricidad y el combustible a ver quién entra en calor sin mediar un crédito avalado por la señora Botín, ya sabes, debajo un botón, ton, ton, que encontró Abascal, tan, tan, había una Botín, tin, tin, ay que lodazal. También tenemos un sinfín de Gretas, porque aquí, a la que rascas, te salen veinte, si bien más creciditas, creciditos o crecidites, que eso ahora nunca se sabe. O sea, mucho cuidado, que el asunto del clima hay que abordarlo con perspectiva de género y de aquí no se mueve nadie hasta que no aparezca mi cartera. Otro día te comentaré de manera más pormenorizada el asunto del calentamiento local, que no global, porque andan los políticos calentándose la cabeza todo el día para ver de qué mejor forma y manera nos acaban de sacar los cuatro cuartos que todavía restan en el fondillo de nuestros pantalones.

O faldas. O bermudas, o pollera colorá, porque también en materia de impuestos hay géneros. El género vasco, siempre superior, el género lírico, el catalán, el género de punto, para entretiempo, el género singular, el madrileño porque ahí se cotiza de manera razonable, y, en fin, el degenerado, pero no quiero meterme en camisas de once varas porque no hay por qué darle tres cuartos al pregonero ni un cuarto para que Pujol se instale como realquilado en tu casa.

Andan los políticos calentándose la cabeza todo el día para ver de qué mejor forma y manera nos acaban de sacar los cuatro cuartos que todavía restan en el fondillo de nuestros pantalones.

Te diré que también andamos escasísimos de iglús de protección oficial, siendo lo mejor hacerse okupa. Bien sé que en tu tierra, Esquimalia, si alguien osara u osase, del verbo manda carallo, entrar de manera ilegal en tu vivienda de hielo saldría corrido a gorrazos, pero esto es Europa, querido primo, y aquí hay que respetar los derechos de los delincuente. ¿A qué, si no, tanta revolución industrial, tanto liberalismo inglés y tanta enciclopedismo francés? Lo que pasa es lo que pasa, y no te digo más porque luego me riñen por escupir verdades en lugar de huesos de aceitunas con toda la razón del mundo. Incluso si y te dan los huesos mascados por otro.

También te interesaba saber si habría elecciones anticipadas. Te cuento. En Cataluña no se sabe si se pondrán de acuerdo los separatistas, si habrá tripartito, si Puigdemont manda más que Junqueras o si lo mejor sería disolver la autonomía y crear una cadena de supermercados. Son tantas las dudas en mi tierra, más dudas que Los Panchos, que algunos ya han definido la situación de la cosa pública catalana como la medalla del amor con el lazo Abelín, verbigracia, ¿se habla más catalán hoy, pero menos que mañana? ¿Si Mas es menos y menos es Mas, Artur Mas qué es? Y la que más inquieta a la población, presa de dudas, preñada de contrición – menos la del quinto segunda, que está preñada de un chico que trabaja de asesor de ventriloquía en la consejería de risas flojas- y ahíta de tanto parchear y tanto pito: cuando Junqueras dice que le echará un ojo a la propuesta de los socialistas para hacer un gobierno con su apoyo ¿a cuál de sus ojos se refiere?

Eso, por no hablar de que hace un frío helador, no tienes más que entrar en cualquier comercio de los que a duras penas sobreviven tras la helada pandémica. El pequeño comerciante está condenado a ser un muñeco de nieve, a plena intemperie. Diría más cosas, pero no quiero significarme porque perdería la subvención de mil millones que me da la generalidad. Pero te digo una cosa, ¡ay, quien fuera esquimal para saber que el frío que sientes lo produce la naturaleza y no un señor, señora o señoro sentadito en un despacho que sufraga esos impuestos que apenas puedes pagar!

Tuyo en la frialdad, tu primo que te quiere.

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