Casi todo el mundo daba por hecho que el nuevo Gobierno de Pedro Sánchez traería pronto un incremento del gasto público en forma de ayudas y subvenciones, pero no estaba tan claro que en paralelo se fuera a poner en marcha una panoplia de impuestos para freír al personal.
Y así será en virtud de lo anunciado por varios ministros del Ejecutivo durante la semana pasada, aunque siempre que se logren aprobar unos nuevos Presupuestos Generales del Estado (PGE). Y no parece que esa vaya a ser una tarea demasiado complicada porque los independentistas de Esquerra Republicana ya facilitaron el jueves la aprobación del techo de gasto, que es la primera pata de los PGE, tras las cesiones que se están produciendo en el asunto catalán (véase la llamada mesa de diálogo).
Curiosamente, los anuncios de los ministros y la aprobación del techo de gasto coincidieron también en el tiempo con la publicación de un inquietante documento de la Comisión Europea donde recomienda a España una subida de impuestos. ¿Casualidad? Los que hemos pasado por Bruselas sabemos que este tipo de casualidades no suelen existir: es harto probable que el Gobierno español pidiera semanas atrás al Ejecutivo comunitario que introdujera ese asunto explícitamente entre sus recomendaciones para así tener la coartada perfecta para justificar ante el electorado unas medidas tan impopulares. "Lo manda Bruselas", se dirá a partir de ahora en caso de que alguien ose protestar. Y como a la Comisión en realidad lo que le preocupa es que el déficit público no se dispare en España, pues miel sobre hojuelas: todos contentos.
En ese documento, fechado el 26 de febrero, el Ejecutivo comunitario señala que España debe aumentar su recaudación fiscal en tres direcciones: impuestos al consumo, tasas medioambientales e IBI (Impuesto de Bienes Inmuebles). Y, en concreto, Bruselas sugiere que se deben reducir los productos que están gravados con un IVA inferior al habitual del 21% y, en relación al medio ambiente, habla sin tapujos de poner más tasas al transporte y de incrementar los impuestos del gasóleo y la gasolina.
Semana negra
El Gobierno, en perfecta sintonía con la Comisión, ya nos desgranó la semana pasada algunas de sus ideas al respecto: subirá el IVA de los alimentos ultraprocesados con la excusa de que son comida basura (del 10% al 21%), se inventará dos nuevas tasas que penalicen los viajes aéreos y los envases plásticos, elevará los impuestos especiales del tabaco y, para redondearlo todo, se 'armonizarán' por ley aquellos tributos que dependen de las comunidades autónomas (sucesiones, donaciones, patrimonio), es decir, que habrá una subida fiscal en regiones como Madrid para evitar la "competencia desleal" con respecto a otros territorios.
Si a todos estos nuevos anuncios se suman las subidas del IRPF y Sociedades ya previstas desde meses atrás y las tasas Tobin y Google aprobadas por el Consejo de Ministros el 18 de febrero... estamos ante un festival que, como publica este lunes Vozpópuli, culminará también con un incremento de los costes salariales de las empresas como consecuencia de la subida de las bases de cotización a la Seguridad Social.
¿Y los gastos?
Y todo ello se hace, en teoría, con el objetivo de cumplir con las obligaciones presupuestarias que nos exige Bruselas y mantener la senda de reducción del déficit público. Sin embargo, resulta descorazonador que, ante un escenario de números rojos, la única receta que se proponga sea la de una subida de los ingresos mediante una mayor imposición. Esa es la salida más fácil, pero no la única.
Como cualquiera que haya administrado algo en su vida sabe, cuando las cuentas no cuadran sólo hay dos opciones: o subir los ingresos o recortar los gastos. El Gobierno de Sánchez no parece tener mucho interés en lo segundo, pero al menos debería ser más sensible con la otra forma que existe de elevar los ingresos sin tener que crujir a impuestos al personal: intentar que crezca más la economía.
Lo asombroso es que Bruselas participe de esta estrategia en vez de dar la voz de alarma
Nada de eso. El Ejecutivo sabe que el crecimiento del PIB se está desacelerando y no pretende hincarle el diente a las famosas reformas estructurales que habría que acometer para cambiar la tendencia. Prefiere apostar sobre seguro y poner en marcha una batería de impuestos. El problema es que ese es el camino más directo al desastre cuando la economía se enfría, como parece el caso. Más que evitar la recesión, se incrementan las probabilidades de padecerla, y más si cabe en un contexto de incertidumbre internacional: coronavirus, Brexit, guerra de aranceles...
Pagarán los de siempre
Además, lo asombroso es que Bruselas participe de esta estrategia en vez de dar la voz de alarma. Y eso que hay una alemana al frente de la Comisión Europea. Y no menos escandaloso es que la progresía española festeje los nuevos impuestos como si se tratara de un triunfo cuando, precisamente, los grandes afectados serán los más desfavorecidos.
Esa comida basura que se pretende elevar de precio por decreto es la que da de comer a la gente más pobre, nos guste o no, por no hablar de los envases de plástico y de los billetes de avión, que también van a subir. Ana Patricia Botín no tendrá problemas porque, entre otras cosas, se suele desplazar en avión privado, pero los millones de españoles que usan Ryanair para conocer Europa a precios bajos tendrán un nuevo obstáculo para salir de casa. Por no hablar de los efectos que la medida tendrá en nuestra primera industria, el turismo. Veremos.
Apoya TU periodismo independiente y crítico
Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación