Aunque conozco vagamente a Pablo Casado siempre he apostado por él, con motivo de las primarias y después. Nos hemos visto en varias ocasiones en compañía de más periodistas, o sea que no tenemos ninguna clase de intimidad ni de contacto. Pero tengo su móvil. De manera que le envío los artículos que escribo y algún mensaje que se me ocurre. Por ejemplo, antes del día de autos, cuando las especulaciones estaban encima de la mesa, le animé a que nombrase portavoz del Grupo Parlamentario a Cayetana Álvarez de Toledo, que nunca ha contado con la bendición de la tropa del Partido Popular porque es tremendamente inteligente, está sobradamente preparada y ejerce la libertad sin complejos. Jamás se me ocurriría pensar que tuve algo de influencia en su decisión, pero me alegré notoriamente.
Le puse el ejemplo de lo que había hecho en circunstancias parecidas el socialista y entonces presidente Felipe González cuando nombró portavoz del Grupo Parlamentario al exministro Carlos Solchaga, que concitaba el repudio de los poderosos ‘guerristas’, pero que en poco tiempo se ganó el apoyo de todos los diputados gracias a su competencia, su empatía y la disciplina que siempre ha caracterizado a la izquierda. Desde este punto de vista, la derecha es peor, es esencialmente cainita, y esto explica que Álvarez de Toledo siga teniendo tantos problemas internos a pesar de que es la persona más capaz para denunciar el totalitarismo del gobierno socialcomunista, oponerse a la dictadura de lo políticamente correcto y promover la batalla cultural contra la izquierda que tanta falta hace a la nación.
Me gusta la señora Álvarez de Toledo porque es valiente, recta y no alberga temor alguno al enemigo, al que considera moralmente inferior, al contrario del derrotismo y de la resignación que suele ser corriente en la derecha pastueña. Mis amigos de izquierdas dicen que es arrogante y soberbia, pero esta bilis sólo confirma sus virtudes y lo acertado de sus disparos. El lunes de la semana pasada, la portavoz parlamentaria del PP dijo que la Sexta, la cadena de televisión que dirige de facto el periodista García Ferreras, hacía básicamente negocio erosionando la democracia, dado su apoyo explícito a los independentistas catalanes, a Podemos, al Gobierno de Sánchez y a todo aquello que sirva para romper el consenso constitucional. Todo el mundo que tenga un mínimo de criterio y que vea esta cadena de televisión a diario como es mi caso sabe que esto es así, pero la reacción del señor Ferreras fue desmedida. Fue la de una persona consciente de su enorme poder para manipular a la opinión pública que no está dispuesta a aceptar la libertad de crítica.
El inefable conductor de Al Rojo Vivo ha montado todos estos días un aquelarre en contra de Cayetana, y ha aprovechado su gran audiencia para lo que hace habitualmente: desacreditar al PP por sus problemas con la corrupción -que no encuentra jamás entre la izquierda-, para denunciar su supuesta deriva derechista y su entreguismo a Vox e incluso para señalar que los populares siempre han tenido problemas con la libertad de expresión. Esto no me lo ha contado nadie. Lo he escuchado cada jornada, porque me gusta conocer de primera mano al adversario.
El domingo pasado, el PP tenía motivos sobrados para dar un paso atrás dado el Gobierno feminista radical y sectario que dirige el país
También admiro a la señora Álvarez de Toledo porque declinó ir a la manifestación del Día de la Mujer, a pesar de que el PP había decidido incomprensiblemente acudir a la misma, ya fuera con una declaración diferente al cancerígeno manifiesto original. El año pasado, los populares no participaron en la cita aduciendo, con causa, que estaba monopolizada por la izquierda, y el domingo pasado tenían motivos sobrados para dar un paso atrás dado el Gobierno feminista radical y sectario que dirige el país. Pero optaron, al menos inicialmente, por cambiar de estrategia, eligieron bajarse los pantalones y aceptar los escupitajos generales a pesar de que como decía una tuitera afín “ir de la mano de personas que no nos quieren allí, que no nos representan, que no nos van a votar nunca, que nos van a insultar, y que están siempre en nuestra contra, tiene poco sentido”.
Afortunadamente, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, también se apartó del evento por los mismos motivos que esgrimió Cayetana: “Las mujeres no somos víctimas, esa es una idea falsa, que no nos ayuda y que nos hace incurrir en el paternalismo o en el maternalismo”. “En España no hay ideología machista, ni políticas machistas destinadas a someter a las mujeres”. El filósofo Javier Gomá se ha hartado de repetir que España está entre los mejores países del mundo para ser mujer, para ser gay, para ser transexual o para ser lo que a uno le plazca, porque la magnanimidad de las leyes y de los poderes públicos alcanza un nivel incomparable. Las mujeres, afirma la señora Álvarez de Toledo, “no somos bloques identitarios o monolíticos, no somos colectivos, no todas sentimos lo mismo”. “Estoy en contra de la colectivización de la mujer. No pienso lo mismo que Irene Montero o que Carmen Calvo por nacer con los mismos órganos que ellas”. Gracias a Dios, cabría decir.
El feminismo amazónico
También me gusta Álvarez de Toledo porque se declaró “feminista amazónica”, de la escuela de Camille Paglia. Pero claro, encontrar a un periodista de la Sexta, o a cualquier periodista novicio de los que va a las ruedas de prensa que sepa, o que si sabe respete a la señora Paglia, es un empeño vano. No es el caso de Vozpópuli, que la semana pasada la retrató muy oportunamente, ni de su director Jesús Cacho. La señora Paglia es una intelectual americana de primer orden, que se declara bisexual, y que es una feminista convencional, por decirlo de alguna manera. Es de las que piensa que negar la biología es una locura, que acepta que cada célula del cuerpo muestra el género con el que has nacido y que se opone a cualquier clase de discriminación positiva en favor de la mujer como la imposición de cuotas.
Sólo aboga por la igualdad de trato ante la ley. “Me gusta ver empoderadas a las mujeres para que puedan decir no y protegerse cuando les ocurra algo, pero no me hace ninguna gracia esa proyección histérica según la cual la sexualidad ha quedado reducida a depredadores masculinos y víctimas femeninas”. “Creo que el feminismo se está convirtiendo en una religión, en una visión del mundo apocalíptica que ve un universo repleto de mujeres victimizadas enfrentadas a unos malvados hombres depredadores. Tienen una visión de la historia según la cual todos los males proceden de los varones, pero ese resentimiento es puro veneno”.
Es muy consciente del riesgo que afrontamos, está muy dispuesta a vencerlo, y por eso me enoja la derecha cainita que no la soporta aduciendo que es demasiado extremosa
La trayectoria de Paglia combatiendo ferozmente la dictadura de lo políticamente correcto, esa modalidad blanda e insidiosa pero implacable de totalitarismo que invade los medios de comunicación, la política, la legislación, el cine o el deporte hasta impregnar cada rincón de nuestra sociedad es encomiable. Y la ‘marquesa ultra’ del PP hace lo propio en España desde la soledad -pues el PP de Casado todavía no tiene puestas las pilas al respecto-, sólo acompañada por la fuerza y la determinación de los de Vox, que han nacido sin complejos. El inefable Alejo Vidal-Quadras, cuya cabeza privilegiada entregó Aznar a Pujol el felón durante su primera legislatura en minoría, ha escrito con causa que la presión del feminismo radical, del ecologismo apocalíptico, del identitarismo excluyente, del animalismo sentimentaloide, del laicismo agresivo, del estatismo invasivo, del igualitarismo empobrecedor, del indigenismo bucólico y, en fin, del rechazo de la tradición y del subjetivismo relativista -todos ellos presentes en el actual Gobierno del Partido Socialista de Sánchez en concubinato con el señor Iglesias de Podemos- posee tal poder destructor que no hay sociedad que pueda sufrirlo sin entrar en crisis.
Por eso siento predilección por la señora Álvarez de Toledo. Es muy consciente del riesgo que afrontamos, está muy dispuesta a vencerlo, y por eso me enoja la derecha cainita que no la soporta aduciendo que es demasiado extremosa y frecuentemente inoportuna. Esta clase de derecha pastueña, entre la que se encontraban hasta hace poco el señor Alfonso Alonso, afortunadamente desalojado del PP del País Vasco, pero que también engrosa el gobernante macho alfa del PP, el señor Feijóo en Galicia, ignora los desafíos de un país a la deriva en manos de un maníaco del poder como Sánchez acompañado de unos perturbados como los de Podemos de Iglesias.
Me temo que Iván Espinosa de los Monteros, el portavoz de Vox en el Congreso, tiene un diagnóstico muy claro de lo que nos viene sucediendo en los últimos tiempos: “Vox no existiría si el PP no hubiera abrazado el consenso socialdemócrata, el consenso progresista”. Ahora resulta que con las elecciones gallegas en ciernes, el señor Feijóo, que es la piedra en el zapato de Pablo Casado, que se opuso lo que pudo a que Cayetana fuera nombrada al frente del Grupo Parlamentario, y que es el más firme partidario de resucitar al PP como el partido ‘light’, blando, desideologizado y amorfo de Mariano Rajoy dice que no podrá volver a ser presidente de la Xunta si no le vota la mayoría de los seguidores de Vox. O sea, primero insulta a Vox cada vez que puede y después apela a sus votantes. ¿En qué quedamos?
Quedamos en que la elección de Cayetana fue un acierto de Pablo Casado, un acierto en sí mismo; y quedamos en que la batalla sin cuartel emprendida contra ella por la Sexta, y en que el fuego amigo de los meapilas del PP, incluido el señor Feijóo, aliados con las fuerzas del mal -que jamás concederán al PP el beneficio de la duda-, son el aval más rotundo de una designación tan afinada. Aunque les parezca un exceso lo que voy a decir, el futuro de Pablo Casado depende de que sea capaz de sostener a la ‘marquesa ultra’. Si entrega su cabeza, no ya a la Sexta ni al resto de los medios de comunicación contrarios, sino a su beligerante oposición interna estará cavando su tumba.
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