Primero cayó Cayetana y ahora le toca Ayuso. Dos apuestas personales de Pablo Casado, dos estandartes del 'PP 'sin complejos', dos piezas de 'caza mayor' para el PSOE que, una vez cobradas, exhibir por los platós. La portavoz ya fue abatida. Toca ahora la presidenta. La factoría propagandista de Iván Redondo ha aleccionado a sus papagayos mediáticos y ha ordenado fuego a discreción a sus telepredicadores. Hay títulos de un diario tan machacones y repetitivos en su tesis que parecen los regüeldos de un dipsómano.
Madrid resiste con heroísmo numantino entre un piélago de rebrotes, un océano de contagios y un bestial pico de la pandemia. Illa y Simón, los tenebrosos Pompoff y Thedy del circo de la Moncloa, bombardean la Comunidad con profecías apocalípticas y espeluznantes amenazas. Siete meses y 55.000 muertes después, esta pareja indecente insiste en dar instrucciones sobre cómo afrontar la pandemia. El acuerdo de este martes es un espejismo, un requiebro avieso y venenoso.
Desestabilizar la región, descabezar su Gobierno, defenestrar a su presidenta. El plan se acelera. Podemos saca a la calle a sus matones, la patota peronista de bombo y pedrada, agita a la pandilla del paleomarxismo hampón y perdulario para que monte su teatrillo de lucha de clases entre los barrios depauperados del sur y los barrios pudientes del Ibex. Un guión tosco y pedestre que funciona como un tiro. Entre Dickens y el tío Gilito. El pueblo maltratado y el ricachón acolchado. Dios y el diablo en la puerta del Sol.
Pretende estigmatizarlo con el franquismo, el fascismo, el golpismo y todos los ismos que se identifiquen con los vientos de República y Guerra Civil, para así expulsarlos del tablero democrático
Madrid moviliza y aúna de nuevo a los socios de un Frankenstein ahora deslabazado. Todos ellos tienen algo contra Madrid: envidia de progreso, celos económicos, complejos históricos, delirios psiquiátricos. Madrid es el tótem de la libertad, la antítesis del espantajo que enarbola el sanchismo. Hay que derribarlo. Tras Ayuso será Casado. No porque moleste demasiado, que mucho no estorba, sino porque lidera la principal fuerza de la derecha. Un partido de Estado, una alternativa de Gobierno. Sánchez no lo quiere ahí. Busca desintegrarlo, fulminarlo, borrarlo del mapa. Pretende demonizarlo con el estigma del franquismo, el fascismo, el golpismo y todos los ismos que se identifiquen con vientos de República y Guerra Civil. Arrojarlos del tablero en un viaje sin retorno.
En ello está Carmen Calvo, disfrazada de la abuelita dulce de las 'trece rosas', con gorra de miliciana y artrítico verbo de libertaria viejuna. Ley de Memoria sectaria, adoctrinamiento en las aulas, bombardeo en los medios y enardecimiento del revanchismo frentista son las principales herramientas de esta arremetida totalitaria. Ciudadanos será absorbido y Vox resistirá como la única oposición consentida. De momento.
Estos son los engranajes del mecanismo sanchista para desmontar la Transición y disolver nuestro marco de convivencia. Se avanza en todos los frentes, sin apenas resistencia, sin que se escape alguna queja. Ya se escucha el crujido de los cimientos de la Justicia. La fiscal Dolores Delgado, llámame Lola, bien instruida por su pareja Baltasar Garzón, elemento de activa toxicidad, ha desatado una purga en la Fiscalía. Los jueces, poco a poco, irán cayendo. Casado todavía puede frenarlo si no se aviene al reparto de sillones.
Iglesias y sus ratas dentellean las corvas de la Institución. Hacen sangre. Hasta que tropiece y caiga. Entonces le segarán la yugular. Quizás en la guillotina, entre un clamor descamisado
En la Zarzuela no se alza la voz. Hay inquietud, temor y una horrible sensación de vacío. Nunca se ha insultado tanto a un jefe del Estado desde el propio Gobierno. Iglesias y sus ratas dentellean las corvas de la Institución. Hacen sangre. Hasta que tropiece y caiga. Entonces le segarán la yugular. Quizás en la guillotina y entre un clamor descamisado. Sánchez no perdona. Tiene un itinerario que conduce a la jefatura del Estado. Derribar el actual régimen y levantar uno nuevo a la medida de Su Persona. En eso está. En ese plan pesa mucho Madrid.
No otean en Génova la gravedad del paso, lo dramático del cerco a Madrid. Lo contemplan en la distancia, como si Ayuso fuera un estrambótico disparate al que hay que ignorar. Moreno en Andalucía y Mañueco en la Vieja Castilla, lejos de hacer piña con la presidenta madrileña, se alejan como de una apestada. Cada barón a su olivo, hasta que ellos mismos caigan. Uno detrás de otro.
"Dos por el precio de uno", dijo Felipe González cuando lo de Guerra. Y se quedó él solo. Quizás Casado, huérfano de perfidia y carente de colmillo, no tenga tanta fortuna y sucumba tras Ayuso sin alcanzar la orilla de la próxima cita electoral. Para entonces, es posible que otro haya ocupado su sitio. O que ya ni siquiera haya un sitio. Ni haya un PP. "Caerá Ayuso y Casado, después", dicen los estrategas del laboratorio de Redondo. El líder del PP debería espabilar y sumarse con más ansias en defensa de la presidenta. Defenderla a ella es defender Madrid y por extensión, la Constitución y la democracia. Todo eso es lo que está en juego en torno al kilómetro cero de la Puerta del Sol.
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