Opinión

Las dos bazas de Casado para escapar del abismo

El líder del PP reza para que la participación del domingo supere el 65 por ciento. Salvaría Madrid, superaría a Ciudadanos y sepultaría las conspiraciones de los críticos

Lo más parecido a la imagen de Pablo Casado a cinco días de las elecciones es la de Harold Lloyd aferrado a las agujas del reloj del rascacielos y con los pies colgando. Todo lo intenta para evitar el gran trastazo. Y todo se le vuelve en contra. El furioso perrazo, el fotógrafo y su pistolero, los salientes del edificio... hasta un inoportuno anemómetro que le deja groggy y le empuja al precipicio. Finalmente, y no es 'spoiler', una maroma milagrosa se le engancha en los zapatos y, tras un penduleo de vértigo, le arroja finalmente en brazos de la amada. Pero Génova no es Hollywood aunque el reloj de Lloyd recuerda al de la Puerta del Sol.

Tras la noche electoral del 28-A, Casado se encuentra también con los pies colgando sobre el abismo, envuelto en un océano de adversidades. Unos barones iracundos, ocultas conspiraciones bajo las siglas, candidatos aterrados, encuestas hostiles. Sólo le queda una maroma a la que aferrarse, un clavo ardiendo. La movilización de la derecha. Ese oxímoron.

Barones iracundos, candidatos aterrados, encuestas hostiles. A Casado sólo le queda una maroma a la que aferrarse, un clavo ardiendo

El escenario actual es exactamente el opuesto al de las generales. Entonces, el PP anhelaba una participación inferior al 70 por ciento. La movilización beneficiaba al PSOE. Votó el 75,75 por ciento del censo y el PP se hundió. Ahora Casado sabe que la movilización le favorece. La izquierda se ha tranquilizado al evaporarse el miedo al 'trifachito', ese genial trampantojo de Iván Redondo, y el elector de la derecha ha constatado que su voto dividido beneficia a Sánchez. El PP necesita superar el 65 por ciento de participación de las últimas autonómicas. Sólo así logrará esquivar el cataclismo.

Una inercia que favorece a Sánchez

El problema es que la inercia de las generales aún le funciona a Sánchez y que la oposición se encuentra desanimada, casi entregada. El bloque del centroderecha, lejos de haber tomado nota de las causas del naufragio, sigue manoteando a la desesperada, enzarzado en disputas febriles, en codazos intestinos, en descalificaciones de guardería.

No es ese el camino más adecuado para animar a la tropa, para convencer a sus huestes de que el enemigo es Sánchez, que tiene ultimado en la trastienda un acuerdo con ERC para repartirse amigablemente los gobiernos respectivos de España y Cataluña. Más bien, ese espectáculo alimenta el desaliento, provoca el desestimiento y hasta convierte a la victoria de la izquierda en una maldición bíblica contra la que ya nada se puede. La derecha se ha abrazado al determinismo electoral.

Necesita conservar la plaza autonómica de Madrid, un símbolo del poder territorial del PP, y evitar que Ciudadanos le supere en las urnas

Tras el desplome de abril, el liderazgo de Casado pende de un par de hilos. Necesita conservar la plaza autonómica de Madrid, un símbolo del poder territorial del PP, ahora declinante, y, muy especialmente, evitar que Ciudadanos le supere en las urnas. Si, además, mantiene su supremacía en Castilla y León, en Murcia, y, merced a los acuerdos ulteriores, rescata Castilla-La Mancha o Zaragoza, le daría un vuelco al negro panorama.

La magnitud de la tragedia

El líder del PP acaba de asegurar, muy convencido, que su liderazgo interno no depende de lo que ocurra este domingo, o de si mantiene el control en la Puerta del Sol. Es posible. La gran duda es si, llegado el momento, quienes ahora afilan la guadaña se deciden o no a segarle la hierba bajo los pies. Núñez Feijóo, en su momento, optó por quedarse en Galicia. Ya no es el caso, pues resulta difícil pensar que se presente a un nuevo mandato regional el año próximo. Y hay otros en la previsible revuelta. Y otras, bien lo saben en Génova. ¿Osarán organizarse para convocar un congreso extraordinario antes del verano? Depende de la magnitud de la tragedia.

Levántate y anda, anima Casado a la derecha. O sea, mueve el culo y no te quedes el domingo en casa. Habla de la remontada del Liverpool frente al Barça. Ahora debería hablar de la resurrección de Nadal en Roma. Todo es aún posible. Hasta que la portentosa maroma que salvó a Harold Lloyd se le enrede inopinadamente en los pies y le rescate del laberinto abisal al que parece condenado. Un 70 por ciento de votantes, ahora sí, consumaría el prodigio inesperado.

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