Opinión

Casado y el prestigio de España

A Pablo Casado le ocurre de un tiempo a esta parte algo parecido a los aviones cuando atraviesan la barrera del sonido: nos sobrevuelan décimas de segundo antes de que

A Pablo Casado le ocurre de un tiempo a esta parte algo parecido a los aviones cuando atraviesan la barrera del sonido: nos sobrevuelan décimas de segundo antes de que oigamos su impactante huella sonora. Cuando el presidente del PP declara, rotundo, “España se encamina a la quiebra, estamos abocados al rescate”, está ilustrándonos sobre algo que podría ser verdad dentro de un año, dos o nunca -acuérdense donde quedaron aquellas profecías apocalípticas de 2012-, pero el mensaje que recibe el exterior, no solo los votantes, es que éste país no es fiable para invertir hoy y ahora.

Y eso, además de no ser verdad, es muy peligroso dicho por un futuro inquilino de La Moncloa. Como hemos ido informando en Vozpópuli, existe un aviso de que el Banco Central Europeo (BCE) va a abandonar paulatinamente su política de compra de deuda soberana de los Estados, pero, hoy por hoy, la prima de riesgo sigue siendo 63 puntos básicos; lejos de aquellos aterradores 610 puntos de 2012, tras el estallido de la burbuja inmobiliaria en 2008 que a punto estuvo de llevarse a España por el sumidero.

Cierto que sumamos un muy preocupante 120% del Producto Interior Bruto (PIB) en deuda pública tras la política de estímulos para hacer frente al colapso económico al que nos abocó la pandemia y que la ingeniería fiscal de la que sigue tirando el Ejecutivo PSOE/Podemos en el proyecto de Ley de Presupuestos Generales del Estado para 2022 es para estar ojo avizor. Aquí y en Bruselas, que por algo han vuelto por estas tierras los hombres de negro. Pero una cosa es explicar didácticamente cual es su alternativa y otra amenazarnos con las penas del infierno.

El rescate volvería a ser 'del' PP

Da igual que la intención de Casado con sus declaraciones no fuera esa, que no lo fue, y que su único objetivo fuera dar la voz de alarma a los españoles sobre lo que les está haciendo Pedro Sánchez; lo que queda es que quien está llamado a ser su sucesor en la gobernación de una nación que, como todas, cotiza en el invisible mercado de la confianza, tan necesaria para la prosperidad de individuos y sociedades, la ahuyenta con declaraciones de ese tenor… Vamos, que se ha pegado un tiro en el pie porque, además, sería a él y al PP a quienes les tocaría lidiar el toro del supuesto rescate dentro de uno o dos años. Como le ocurrió a Mariano Rajoy después de la última etapa de José Luis Rodríguez Zapatero.

Eso por no hablar de la munición inmediata que proporciona al Gobierno de coalición de izquierda, que ha tardado treinta segundos en salir en tromba a acusar al presidente del PP de “catastrofismo”, para así desviar la atención del asunto central que debería ocuparle/nos: cómo va a cuadrar ingresos y gastos en los Presupuestos Generales del Estado 2022 con un crecimiento menor del previsto, según reconoce hasta el propio Instituto Nacional de Estadística (INE).

“España no va a entrar en quiebra porque los españoles no vamos a dejar quebrarla”; esa réplica de la ‘moderada’ Rocío Monasterio (Vox) debería ser para el ‘radical’ Casado la prueba de que hablar de rescate es mentar la bicha y no le va a dar votos

Hasta la dirigente de Vox Rocío Monasterio ha salido al paso para vestirse de moderada y replicar al radical Casado: “España no va a entrar en quiebra porque los españoles no vamos a dejar quebrarla”. ¿No les parece el mundo al revés? A mí sí, y creo que esas palabras de Monasterio deberían ser para el presidente del PP la prueba del nueve de que hablar de rescate en presente es de mal agüero, mentar la bicha a un país que ya lo ha pasó muy mal entre 2008 y 2014.

Al líder PP le sonríen los sondeos tras el éxito de una convención valenciana urdida para potenciar su figura, sí, pero podría acabar pasándole lo que al párroco del chiste. Andaba el cura alertando desde el púlpito a sus feligreses sobre las penas que iban a sufrir en el infierno si incumplían tal o cual mandamiento de la Ley de Dios, hasta que en la bancada de atrás se levanta uno y dice: “¡Padre, si hay que ir al infierno, se va, pero no nos acojone!”.

Dicho de otra manera, los españoles podrían acabar eligiendo de nuevo a Barrabás Sánchez si Casado insiste de manera truculenta en cantarnos las penas del infierno socialista más que en destacar las bondades de su catecismo… No sería la primera vez ni la última; que se lo pregunte a José María Aznar: perdió en 1993 con todo a su favor para ganar a un Felipe González ya crepuscular, y en 1996, cuando el líder socialista tenía a medio PSOE imputado o en la cárcel, el PP ganó por la mínima.

Y es que en política nada está escrito de antemano. Unas elecciones son siempre el difícil equilibrio entre dos fuerzas: el hartazgo por la continuidad y el miedo al cambio. Pedro Sánchez lo sabe y no va a dudar un minuto en excitar ese miedo al cambio -sobre todo si éste lleva de socio inevitable a Vox- para movilizar a esa izquierda siempre indolente, que corre a refugiarse en su cuartel de invierno de la abstención cuando vienen mal dadas; así que, ahora que la alternativa suma en los sondeos, bien harán Pablo Casado y el PP en medir cada palabra y cada silencio. De ello dependerá su futuro en las próximas elecciones generales.

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