Partamos de un hecho que no admite dudas: en una España polarizada en dos bloques antagónicos y mientras nacionalistas e independentistas sumen sus fuerzas a Pedro Sánchez, el único resultado electoral posible es un gobierno Frankenstein como el que tenemos.
No le den más vueltas, no hay más tela que cortar. En ese escenario Sánchez gana siempre. Siempre.
Con una España partida en dos, el miedo que producen los orcos de Abascal (¡unga, unga!) convenientemente alentados y alimentados por el Gobierno, de quien por cierto son el mejor aliado, tiene dos efectos que impedirían cualquier alternativa: por un lado, moviliza a las capas progresistas a acudir a las urnas en masa independientemente de las diferencias que puedan tener con algunas políticas del gobierno; por otro, desincentiva que los votantes moderados se conviertan en un ejército al servicio del cambio político.
Votar con miedo
Esa ha sido y es la estrategia del Gobierno: obligar a la mayoría de los españoles a votar con el miedo en el cuerpo contra algo que les produce pánico, un Gobierno del que puedan formar parte esos Uruk Hai de la política encabezados por Abascal y compañía.
Insisto, no le den más vueltas. Mientras el Gobierno consiga que acudamos a las urnas a votar contra algo en lugar de acudir a votar a favor de un proyecto de país alternativo, el resultado siempre será una coalición Sánchez-Iglesias apoyada por todo el nacionalismo.
Y es precisamente contra este statu quo contra el que Pablo Casado ha pegado un zapatazo encima de la mesa, rompiendo definitivamente el ecosistema de dos bloques y dibujando uno alternativo, uno en el que el cambio es posible.
Frente a los populismos de extrema derecha y extrema izquierda: una revolución moderada
Si tuviera que resumir el discurso de Pablo Casado y toda la estrategia del PP en la moción de censura sería algo parecido a la frase que encabeza este párrafo. Un movimiento político y estratégico con dos momentos nítidamente diferenciados:
1.- La impugnación del relato del Gobierno (y del que Vox ha sido cómplice y beneficiario).
Pablo Casado, con su discurso, hizo saltar por los aires la foto de Colón que tantos beneficios electorales ha otorgado al Gobierno, impugnando de forma radical la narrativa de las “dos Españas” inamovibles.
2.- La construcción de un nuevo frame político.
Pero para que un nuevo marco se materialice y fructifique, no basta con esa impugnación del anterior, es necesario levantar uno nuevo, y que además sea sólido, movilizador y con posibilidades de victoria.
Ya no es derecha contra izquierda, eso forma parte del pasado. La nueva batalla política es una revolución moderada, la de los que creen en la democracia liberal contra los populistas radicales de extrema izquierda y extrema derecha que están empantanando el país y que le impiden progresar.
Una llamada a la acción para la mayoría
¿Es suficiente con esto? Sin duda no, no pasa de ser un comienzo, pero es un buen comienzo para quien ahora sí, parece dirigir sus pasos hacia la victoria electoral y hacia La Moncloa, y que además lo hace tratando de unir a los once millones de españoles (guarden esta cifra) que podrían apostar por un proyecto que lejos de dividir, sepa sumar y que lejos de segmentar, sepa integrar a millones españoles que provenientes de diferentes campos ideológicos crean que ha llegado la hora de esa revolución moderada.
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