La reunión entre el ministro de Transportes español, José Luis Ábalos, y la vicepresidenta de Venezuela, Delcy Rodríguez, es un magnífico ejemplo de una de las misiones del periodismo: contar aquello que alguien no quiere que se sepa. Varios días después de que estallara el escándalo gracias a 'Vozpópuli', la noticia original ha acabado siendo confirmada por el propio Gobierno, y eso a pesar de que el Ejecutivo ha dado múltiples versiones de lo sucedido.
Los hechos son tozudos y estaban debidamente contrastados. Ábalos se trasladó al aeropuerto en la noche del domingo para esperar un avión procedente de Caracas que aterrizó a las 00.12 horas. Minutos después, el ministro subió a la aeronave. Estuvo una hora y media dentro y después se marchó. Los pasajeros, por su parte, entraron al aeropuerto para instalarse en una sala VIP. Finalmente, el avión despegó a las 14.42 horas con destino a Estambul, si bien la vicepresidenta de Venezuela ya había abandonado España unas horas antes mediante un vuelo comercial.
A falta de buena información, algunos se han tenido que comer el alpiste propagandístico servido en bandeja por ciertos políticos
Hasta ahí los hechos comprobados. Y, a partir de ahí, ya está el terreno de la especulación o directamente de la invención, pues hay algún vocero que, a falta de buena información, no ha tenido más remedio que comerse el alpiste propagandístico que le han servido en bandeja ciertos políticos.
Pero, dejando de lado la parte ética de si un ministro de España debe reunirse de madrugada dentro de un avión con la mano derecha de un sátrapa, lo cierto es que este caso ofrece tres razones de peso para que alguien del Gobierno dimita:
1.- Las versiones contradictorias de Ábalos
El ministro Ábalos tiene todo el derecho a verse con quién quiera, pero no a engañar a la prensa. 'Vozpópuli' sabía que Rodríguez había volado a España desde el mismo lunes y estuvo indagando varios días al respecto. Cuando tuvimos todos los cabos atados, preguntamos oficialmente al ministro si los hechos de Barajas eran ciertos. Los negó. En su lugar, lo único que accedió a confirmar es que el lunes se vio con el ministro venezolano de Turismo, encuentro del que no se informó oficialmente hasta que fue desvelado por este periódico el jueves por la mañana.
Cuando 'Vozpópuli' consiguió amarrar hasta tres fuentes fiables sobre lo sucedido, se dispuso a publicar la historia de Barajas, si bien se le dio una última oportunidad al ministro. Y lo volvió a negar. El jueves a media tarde sacamos la noticia.
Ábalos ha quedado doblemente retratado: por su múltiples versiones y por su actitud desafiante y chulesca
A partir de ahí, Ábalos ha ido quedando en evidencia durante los cuatro días siguientes. Primero, ofreciendo múltiples versiones de lo ocurrido, algunas de las cuales son contradictorias entre sí: que si fue a recibir a un 'amigo', que si se topó de forma fortuita con la vicepresidenta, que si su 'amigo' le pidió que la saludara, que si fue su colega Marlaska quien le encargó evitar que Rodríguez bajara del avión... Y, en segundo lugar, al reaccionar de forma tan chulesca cuando se le ha preguntado por el incidente: "A mí no me echa nadie", ha llegado incluso a espetar.
Un ministro que miente descaradamente, al menos en alguna de sus versiones, y que se cree por encima del bien y del mal sin ser consciente de que su cargo de ministro depende del presidente del Gobierno y su acta de diputado de que los ciudadanos le sigan votando, no merece seguir ahí.
2.- Una escala que nunca debió autorizarse
El segundo motivo para que alguien dimita tiene que ver con el incumplimiento de las sanciones impuestas por la Unión Europea contra Delcy Rodríguez. Como lleva explicando 'Vozpópuli' varios días, la UE prohíbe expresamente incluso el "tránsito" en un aeropuerto comunitario. Y, dado que España sabía de antemano quiénes eran los pasajeros de ese avión, nunca debió autorizar ni siquiera su aterrizaje.
El protocolo diplomático habitual obliga a comunicar cualquier desplazamiento de un ministro, y así lo hizo Venezuela el domingo 19 de enero, cuando informó a la embajada española en Caracas de la visita de Rodríguez. El Gobierno, por tanto, supo con antelación que la vicepresidenta llegaba a Barajas, como también ha confirmado la ministra de Asuntos Exteriores, Arancha González.
Sin embargo, nada se hizo para evitar el aterrizaje y, por tanto, se incumplieron las normas de la UE. Sin 'affaire' Ábalos de por medio, esto ya sería grave por sí mismo y debería exigirse alguna responsabilidad. Quizás en este caso a la titular de Exteriores, que es la que debe velar porque España cumpla sus compromisos con Bruselas y la que debió alertar a Interior para que se adoptaran las medidas oportunas.
3.- Movimiento irregular dentro del aeropuerto
La vicepresidenta venezolana entró en las dependencias del aeropuerto, estuvo varias horas en una sala VIP sin que nadie le sellara el pasaporte y, como cuenta hoy 'Vozpópuli' en un nuevo capítulo de este culebrón, incluso se desplazó por el aeródromo hasta tomar un vuelo comercial. Semejante peripecia bordea la legalidad desde el punto de vista de la seguridad, pues para moverse desde la terminal privada a otra convencional es necesario pasar dos controles de seguridad, uno de salida y otro de entrada. Y sólo hay una manera de evitarlos: cruzar directamente en coche por las pistas, algo que también sería altamente cuestionable.
Además, conviene recordar que una persona sancionada por la UE debía haber sido retenida en dependencias policiales y deportada en el primer vuelo con destino a su ciudad de origen, en este caso Caracas. Sin embargo, hubo un claro trato de favor, pues en vez de obligarle a desandar sus pasos y regresar a Venezuela se le permitió tomar un vuelo comercial para continuar su periplo.
Marlaska es el responsable de que la vicepresidenta de Venezuela se moviera por el aeropuerto sin ser deportada
En este caso, las miras hay que ponerlas en el ministro del Interior, Fernando Grande Marlaska, responsable en última instancia de la seguridad de Barajas y que, conociendo de antemano la llegada de Rodríguez, no puso los medios para evitar que se pasease por las dependencias del aeropuerto. Evitar la deportación y permitir el tránsito a un destino diferente al de origen es una irregularidad de la que cabe pedir cuentas al Gobierno, pues incluso se da la circunstancia de que allí había un ministro esa noche.
Estamos, por tanto, ante un escándalo mucho más amplio de lo que algunos creen, con tres ministros implicados que deberían, como mínimo, comparecer en sede parlamentaria para aclarar lo sucedido... si es que son capaces de ofrecer una única versión. De lo contrario, alguien debería dimitir. Y, ya que Ábalos parece too big to fail, como sugieren las palabras de apoyo del presidente Pedro Sánchez, quizás le acabe tocando de rebote a uno de los otros dos. Veremos.
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